TEXTO – Pablo Aguilera, Santiago de Chile
«Y verás como quieren en Chile» son versos de una tradicional canción que todos los chilenos conocen. Treinta largos años han pasado de la recordada visita de san Juan Pablo II a nuestro país. Desde entonces, el país andino ha cambiado mucho. La población ha aumentado de 11,3 millones a 17,5 millones; el PIB ha aumentado de 22.260 millones de dólares USA en 1987 a 247.000 millones en 2016. El porcentaje de católicos ha disminuido del 75 % al 59 % de la población, mientras que las denominaciones evangélicas han aumentado del 12 % al 17 %. Es llamativo el fuerte incremento de quienes se declaran ateos o agnósticos de un 5 % (año 1992) al 19 % (año 2013). Si en 1987 nacían 2,59 hijos por mujer en edad fértil, ahora nacen 1,79 y en 1987 había 80.479 migrantes residentes, que han aumentado a 465.319 el año 2016.
En junio del año pasado se anunció oficialmente la visita del Papa Francisco a Chile, invitado por la Conferencia Episcopal y por el gobierno. La Comisión organizadora inició un arduo trabajo para poner a punto tres eventos masivos en Santiago, Temuco e Iquique. El Papa llegaría el lunes 15 enero por la noche y partiría a Perú el jueves 18.
El martes 16, Francisco se reunió a primera hora de la mañana con las autoridades de gobierno en el Palacio La Moneda, encabezadas por la presidenta Michelle Bachelet. Debemos recordar que en noviembre el Congreso aprobó un proyecto de ley de aborto -presentado por el gobierno- que permitía interrumpir el embarazo en tres supuestos (grave enfermedad de la madre, enfermedad letal del feto y violación). Por ello, Francisco, en su discurso, se refirió a la vocación del pueblo chileno: “que reclama una opción radical por la vida, especialmente en todas las formas en la que esta se vea amenazada”. Aprovechó también la ocasión para referirse a un tema que ha herido a la Iglesia católica en el último decenio: “Y aquí no puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza, vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia. Me quiero unir a mis hermanos en el episcopado, ya que es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que hemos de empeñarnos para que no se vuelva a repetir”.
Frente a la resignación
Desde el Palacio de La Moneda el Papa se dirigió al parque O’ Higgins, una gran explanada donde celebraría su primera Misa en suelo chileno, que tuvo como lema Por la paz y la justicia. En él se congregaron unos 400.000 fieles que recibieron con gran entusiasmo a Francisco mientras recorría en el papamóvil el recinto.
En su homilía comentó las bienaventuranzas: “Jesús, al decirle bienaventurado al pobre, al que ha llorado, al afligido, al paciente, al que ha perdonado… viene a extirpar la inmovilidad paralizante del que cree que las cosas no pueden cambiar, del que ha dejado de creer en el poder transformador de Dios Padre y en sus hermanos, especialmente en sus hermanos más frágiles, en sus hermanos descartados. Jesús, al proclamar las bienaventuranzas viene a sacudir esa postración negativa llamada resignación que nos hace creer que se puede vivir mejor si nos escapamos de los problemas, si huimos de los demás; si nos escondemos o encerramos en nuestras comodidades, si nos adormecemos en un consumismo tranquilizante”.
El martes 16 de enero, por la tarde, el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Greg Burke, informó: “El Santo Padre se ha reunido hoy en la Nunciatura Apostólica de Santiago, después del almuerzo, con un pequeño grupo de víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes. El encuentro ha tenido lugar de forma estrictamente privada y no había nadie más presente: solamente el Papa y las víctimas. De este modo, han podido contar sus sufrimientos al Papa Francisco, que les ha escuchado, y ha rezado y llorado con ellos”.
Posteriormente, el Pontífice se reunió en la catedral con sacerdotes, religiosos y seminaristas. Les transmitió su cercanía porque a causa de los abusos cometidos por algunos ministros de la Iglesia, están sufriendo insultos e incomprensiones. “Sé que a veces han sufrido insultos en el metro o caminando por la calle; que ir vestido de cura en muchos lados se está pagando caro”, indicó el Papa, que les invitó a pedir a Dios: “La lucidez de llamar a la realidad por su nombre, la valentía de pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que Él nos está diciendo”.
El Papa con el pueblo mapuche
La región de la Araucanía, en el sur del país, ha sufrido la violencia de grupos extremistas mapuches durante el último decenio. Estos grupos reclaman la devolución de las tierras que les fueron arrebatadas por el Estado a fines del siglo XIX para repartirlas entre colonos. Han incendiado maquinaria agrícola y forestal, han atacado a propietarios agrícolas e incluso asesinado a un matrimonio de agricultores. Han incendiado decenas de capillas evangélicas y católicas, incluso han disparado con armas de fuego a la policía. El gobierno les ha entregado en los últimos 20 años 215.000 hectáreas, pero aún continúan con los ataques.
El miércoles 17 el Santo Padre viajó en avión a la ciudad de Temuco, capital de esta convulsionada región. El Santo Padre se encontró con 200.000 personas en la Misa por el progreso de los pueblos en la Araucanía, en el aeródromo militar de Maquehue. Fue un momento de oración que mezcló signos de la cultura mapuche y el rito católico, impregnando el ambiente con la identidad de esta región de Chile, marcada por hermosos paisajes y escenario de dolores e injusticias.
“Mari, Mari”, “Buenos días” y “Küme tünngün ta niemün”, “La paz esté con ustedes”, dijo Francisco en lengua mapudungun, recibiendo un aplauso cerrado de todos los que escuchaban atentos su mensaje, que tuvo como eje el llamado a la unidad de los pueblos. “Es necesario estar atentos a posibles tentaciones que pueden aparecer y contaminar de raíz este don”, explicó el Pontífice.
“Primero es el error de confundir unidad con uniformidad”, a los que llamó “falsos sinónimos”. “La unidad no nace ni nacerá de neutralizar o silenciar las diferencias”, dijo, agregando que la riqueza de una tierra nace precisamente de que cada parte se anime a compartir su sabiduría con los demás, dejando la lógica de creer que existen culturas superiores o inferiores. “Nos necesitamos desde nuestras diferencias”, sentenció.
En segundo lugar, el Santo Padre aclaró que para lograr la unidad no se puede aceptar cualquier medio. En ese sentido, expresó con fuerza que una de las formas de violencia se encontraba en la elaboración de “bellos” acuerdos que nunca llegan a concretarse. “Bonitas palabras, planes acabados, sí –y necesarios -, pero al no volverse concretos terminan ‘borrando con el codo, lo escrito con la mano’. Esto también es violencia, porque frustra la esperanza”, dijo el Papa Francisco, recibiendo un aplauso cerrado.
Para finalizar, condenó fuertemente el uso de cualquier tipo de violencia para lograr un fin. “La violencia termina volviendo mentirosa a la causa más justa”, dijo el Papa Francisco, y agregó, “Señor: haznos artesanos de unidad”, explicando que el camino es la no violencia activa, como un “estilo de política para la paz”.
El último día celebró la Misa por la integración de los pueblos en una playa de Iquique. Repentinamente, el Santo Padre hizo detener el papamóvil al percatarse que una policía perdió el control de su caballo y cayó al suelo de forma violenta. Visiblemente preocupado, el Papa Francisco se acercó para verificar que la mujer se encontraba bien, mientras los equipos de emergencia llegaban para dar los primeros auxilios. Fue un gesto significativo de su preocupación por las personas concretas.