América Latina

Un muro contra la realidad

La intención del presidente Trump de ampliar vallas y muros en la frontera mexicana es complicada de llevar a cabo y se basa en prejuicios. Los lazos actuales, barreras físicas, millones de mexicanos que trabajan en Estados Unidos, ciudades transfronterizas y el coste, son algunos obstáculos.

Omnes·6 de marzo de 2017·Tiempo de lectura: 5 minutos

El 25 de enero de este año, el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, firmó el decreto titulado “Mejoras en la seguridad fronteriza y en la aplicación de las leyes de inmigración”. Su objetivo es “garantizar la seguridad y la integridad territorial de los Estados Unidos y velar para que las leyes de inmigración se cumplan fielmente”.

Las medidas para su puesta en marcha incluyen, entre otras, la planificación, el diseño y la construcción en la frontera sur con México de una “barrera”, definida en el texto como un “muro contiguo físicamente infranqueable”. El plan de acción prevé también el control y la construcción de centros de detención para extranjeros adicionales a los ya existentes; el incremento en la detención de extranjeros indocumentados y la contratación de 5.000 agentes fronterizos adicionales.

El segundo punto ha comenzado a ejecutarse. En febrero, la Policía de Inmigración y Aduanas efectuó redadas en varios Estados, que terminaron con la detención de cientos de extranjeros indocumentados, o sin papeles, para su deportación. Varios diarios hablaron de “pánico”. Las acciones tuvieron lugar en viviendas y lugares de trabajo de Atlanta, Nueva York, Chicago, Los Angeles, Carolina del Norte y Carolina del Sur.

A mediados de mes, el ministro de Exteriores de México, Luis Videgaray, informó que todavía no se habían producido deportaciones masivas desde Estados Unidos. Por otra parte, el domingo día 12 se produjeron en distintas ciudades mexicanas marchas de protesta contra las políticas migratorias del presidente Trump.

México, un gran desconocido

Aunque la relación bilateral México-Estados Unidos es una de las más importantes para ambas naciones (unidas por su geografía, historia, comunidades y el comercio), para el norteamericano medio, particularmente para aquellos que votaron por el magnate neoyorquino, el vecino del sur es el gran desconocido.

El presidente Trump ha decidido dejar de lado los datos, la historia de la relación y su realidad para basarse en prejuicios antimexicanos y raciales, muchos de ellos bien enraizados en el imaginario colectivo del norteamericano común. Dentro de ese imaginario, México no es ni socio, ni amigo, ni vecino, sino el lugar donde hay gente pobre y buena, pero también muchos “bad hombres” (Trump dixit), que van a EEUU a vulnerar leyes, robar trabajos a los americanos, cruzar drogas por la frontera y cometer crímenes. Por ello, según el presidente, la única solución es una “muralla capaz de detener todos los males provenientes del vecino del sur”.

Con vida laboral

El dato real es que a lo largo de la historia nunca ha habido un ataque militar o terrorista proveniente de México (la única incursión fue la de Pancho Villa a Columbus, Nuevo México, en 1917).

Otro dato ignorado por Trump es que una parte de los 11 millones de indocumentados viviendo actualmente en Estados Unidos entraron legalmente con visas de turistas. Y aunque efectivamente, ellos infringieron los términos y condiciones de su permanencia en el país, con muro o sin muro hubieran entrado.

Y ahora se han incorporado a la vida laboral de los Estados Unidos. Son personas que con su trabajo e impuestos contribuyen a la grandeza de la nación, la que según el presidente Trump se ha esfumado pero él se la podrá devolver (Make America Great Again,hacer América grandiosa nuevamente” fue el lema de su campaña).

Adicionalmente, de los millones de personas que cruzan diariamente la frontera, solamente un mínimo porcentaje lo hace sin documentos, pero en su mayoría son aprehendidos y repatriados a sus países de origen.

La construcción de un muro es impensable en muchas partes de la frontera sur. Una buena parte de los 3.140 kilómetros de frontera cuenta ya con algún tipo de valla alámbrica o de cemento. En otras zonas, la barrera física es la propia naturaleza: el río Bravo, el desierto u otras zonas naturales, algunas de las cuales son reservas ecológicas protegidas por la ley federal.

Otro factor es que una buena parte del terreno donde se tendría que construir la barda es propiedad privada, principalmente en Texas. Para su edificación, el gobierno federal tendría que comprar miles de kilómetros o proceder a la expropiación, en cuyo caso  afrontaría largas y costosas batallas legales no solo con los dueños, sino con condados enteros y ciudades fronterizas. Sería una lucha del poder ejecutivo contra los poderes federales, estatales, municipales y privados.

Ciudades transfronterizas

Otro obstáculo es la existencia de decenas de regiones en ambos lados de la frontera que son “ciudades transfronterizas”, es decir, regiones tan integradas económica y socialmente que funcionan como si fueran una sola ciudad. Es el caso de Tijuana, Baja California y San Diego (California); Nogales, Sonora y Nogales (Arizona); Ciudad Juárez, Chihuahua y el Paso (Texas); Nuevo Laredo, Tamaulipas y Laredo (Texas); Matamoros, Tamaulipas y Brownsville (Texas).

La frontera de México con Estados Unidos es la más transitada del mundo. Sus ciudades son lugares donde cientos de trabajadores mexicanos trabajan legalmente en un lado pero viven en el otro, y por ello la cruzan diariamente. Lugares donde ciudadanos norteamericanos acuden a obtener servicios médicos a México, pues llegan a ser hasta un 80 % más económicos, de alta calidad y sin el inconveniente de la burocracia gubernamental americana.

La integración en esas ciudades transfronterizas no solo es económica, sino social y cultural. En muchas regiones se celebran festivales cada año para reconocer su amistad y cooperación. En estos eventos se resaltan las tradiciones, el arte y la cultura de los dos pueblos. Un caso típico es el festival de la amistad, que se festeja cada año en la ciudad de Del Río (Texas), en el que participan cientos de personas y carros alegóricos provenientes de la ciudad contigua, Ciudad Acuña, del Estado de Coahuila.

Debate sobre el coste

Quizá el mayor obstáculo con el que se enfrentará el muro de Trump será el coste. Para construirlo se podrían requerir, según algunos cálculos, más de 20.000 millones de dólares. Un costo que no incluye todas las partidas que el presidente Trump menciona en su decreto, tales como la edificación de más centros de detención de indocumentados, la escalada en las deportaciones, y sobre todo los cientos de demandas que tendrá que afrontar en caso de llevar a cabo expropiaciones de terrenos.

¿Quién lo pagará? La realidad señala que el bolsillo de los ciudadanos norteamericanos, aunque Trump ha dicho en repetidas ocasiones que “México pagará totalmente el costo del muro”. El magnate afirma que eso se podría hacer imponiendo un impuesto del 20 % a todas las mercancías mexicanas. Algo que hoy en día no podría llevarse a cabo debido a que ambos países son signatarios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Además, ambas naciones forman parte de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Esta práctica de imponer tarifas impositivas contra un solo país constituiría una violación a los estatutos de la OMC.

A mediados de mes, el presidente Trump salió al paso de las cifras que ofreció Reuters, recogidas en un informe interno del Departamento de Seguridad Nacional estadounidense. El coste llegaría a 21.600 millones de dólares, por encima de los 12.000 de los que habló Trump en campaña. Sin embargo, el presidente aseguró que, una vez “se implique” en su diseño, “el precio bajará muchísimo”. “Estoy leyendo que el gran muro trasnsfronterizo costará más de lo pensado por el gobierno, pero aún no estoy implicado en negociaciones o el diseño. Cuando lo haga, tal como pasó con el caza F-35 o el programa Air Force One, el precio bajará muchísimo”, escribió el mandatario.

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