En un debate moderado por Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI, Mons. Vincenzo Paglia y María Luisa Carcedo, consejera permanente de Estado, reflexionaron sobre la Carta de los Derechos de las Personas Mayores y los Deberes de la Comunidad, que nació en Italia como consecuencia de las miles de personas mayores fallecidas en residencias en Italia durante la pandemia del Covid, aseguró el alto eclesiástico.
Al acto asistieron, entre otras personas, el arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, el obispo de Getafe y presidente del patronato de la Fundación Pablo VI, Mons. Ginés García Beltrán, o el presidente de la Fundación Mensajeros por la Paz, Ángel García.
“Una auténtica tragedia”, aunque ya “les habíamos descartado antes”, aseguró al referirse a los ancianos italianos Mons. Paglia, quien ha presidido una comisión de carácter civil que, a petición del gobierno italiano, presidido entonces por Mario Draghi, “sacó a la luz la contradicción de una sociedad que, por un lado, sabe prolongar la vida de las personas, pero, por otro, la llena de soledad y abandono”.
La Carta, que se materializó también en una ley acogida por todo el arco parlamentario, y refrendada también por el gobierno de Giorgia Meloni, tiene por objeto llamar la atención sobre las deficiencias de un sistema de bienestar desequilibrado que es, en sí mismo, la causa de tantas víctimas. señaló Paglia.
El texto propone “un cambio de paradigma cultural, organizativo y asistencial para concienciar sobre los derechos de las personas de edad avanzada y los deberes de la sociedad de acoger y mejorar esta etapa de la vida”, y establece tres contextos de derechos: 1) respeto a la dignidad de la persona de tercera edad, 2), principios y derechos para un cuidado responsable; y 3) protección para una vida socialmente activa.
Soledad en los domicilios
Ambos expertos coincidieron en la necesidad de priorizar la asistencia domiciliaria a la opción por la residencia. “Es aquí donde se mantienen los afectos, los recuerdos”, es “el lugar que permite conservar la propia historia y evita que la salud física y emocional empeore, afirmó Monseñor Paglia refiriéndose a los hogares.
Así lo ponen de manifiesto testimonios recogidos en la Carta y las cifras que hasta ahora manejan en Italia sobre los resultados económicos positivos de una priorización, que ahorra mucho dinero al Estado, señaló. “La residencia supone una pérdida de libertad muy fuerte, hace que la historia vital se termine” y, en muchas ocasiones, se hace contra la voluntad de la persona”.
El mayor problema
La ex ministra de Sanidad se mostró también partidaria del modelo de asistencia en los domicilios, pero, para eso, afirma, “es necesario repensar cómo coordinar el servicio social y sanitario, buscando el compromiso de la sociedad en su conjunto”, repensar los servicios públicos y la atención a las personas mayores; repensar también su vida activa, retrasando para los casos en los que se pueda la edad de jubilación; y un replanteamiento del urbanismo o una “accesibilidad universal y cognitiva”, entre otras muchas cosas. En realidad, la unificación de la asistencia social y la asistencia sanitaria sobrevoló casi todo el encuentro.
Tras las primeras intervenciones, el director general de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela, preguntó si veían compatible una asistencia domiciliaria como prioridad cuando cada vez está más enquistado en las sociedades el drama de la soledad, que lleva a muchas personas a morir solas en sus propios domicilios. Es verdad que la soledad “es el mayor problema de la contemporaneidad”, continuó Paglia, pero lo es en todas las etapas: niños, jóvenes y ancianos.
Una nueva responsabilidad
Por eso, a su juicio, “es necesario redescubrir una nueva responsabilidad en todas las edades”. Y eso pasa también porque “los ancianos sean conscientes de que son sujetos políticos, aporten activamente y redescubran una nueva vocación”. El problema es “que los ancianos han aceptado ser descartados”.
María Luisa Carcedo, por su parte, se refirió a las soledades “acompañadas” en las que se encuentran, no solo los mayores, sino también y muy especialmente los niños y los adolescentes que viven pegados a las pantallas o en familias donde no hay conversación.
“Tenemos que llegar a la convicción”, insistió, “de que la convivencia, las relaciones sociales, también contribuyen a mantener la mente activa y evitar esa soledad acompañada”, que es, según Mons. Vincenzo Paglia, síntoma de una sociedad ególatra, donde se favorece el culto al yo. Por eso reclamó “un cambio cultural”, que una a diferentes generaciones, los abuelos con los nietos, y que lleve a construir puentes entre todas las Administraciones.
Derecho a cuidados paliativos de calidad
El último punto del coloquio se centró en el derecho a tener unos cuidados paliativos dignos al final de la vida para huir de una eutanasia, que representa, como señaló Monseñor Paglia, “un fracaso y una irresponsabilidad para una serie de personas que no quieren sufrir. “La gente no quiere morir, quiere dejar de sufrir”. Por eso reclamó unos cuidados paliativos que apuesten por la vida.
Por el contrario, la ex ministra Carcedo se mostró a favor de la ley de eutanasia, que refleja “un ejercicio de libertad individual, y así está escrito en la ley”. El debate quedó para una próxima ocasión.