Entrevista al Secretario para los Seminarios, de la Congregación para el Clero
La Santa Sede acaba de actualizar las líneas guía de la formación de los sacerdotes. Mons. Patrón Wong explica el nuevo documento.
¿Cómo valora la evolución numérica de las vocaciones sacerdotales?
–El sacerdocio nunca ha sido una cuestión numérica. Lo que realmente importa es la santidad de los sacerdotes. Un sacerdote que se entrega con fidelidad en el ministerio sacerdotal ayuda a tantas personas, su corazón está lleno de nombres; ayuda incluso sin darse cuenta, porque su sola vida sacerdotal es un gran bien para muchos.
Por otro lado, las necesidades pastorales no se solucionan sólo por medio de sacerdotes. Para eso está el apostolado de los laicos y de los religiosos y religiosas. Ahora bien, el número sí es necesario, porque las vocaciones maduran en comunidad y para ello se requiere un número suficiente de seminaristas, que formen un ambiente y constituyan un clima formativo.
¿Cuál es el perfil actual de los candidatos al sacerdocio?
–La sociedad actual necesita evangelizadores que perciban las cosas buenas que hay en tantas personas y sintonicen con ellas, porque anunciamos el Reino de Dios que “ya está entre vosotros” (Lc 17, 21). Se requieren sacerdotes que hablen un lenguaje comprensible, que “toquen” con misericordia la realidad de todas las personas, que se pongan al servicio donde se les necesite y sin ambigüedades, que sean libres ante cualquier otro interés, que vivan un profundo desprendimiento de las cosas materiales, que ofrezcan un ejemplo de madurez humana y cristiana, que sepan amar a todos, especialmente a quien no es amado. Estos rasgos, que son los de la vida y el ministerio sacerdotal de siempre, son actuales, porque el mundo de hoy necesita sacerdotes.
Cuando se dirige a los sacerdotes, el Papa es también exigente. ¿Qué les pide?
–Es lógico que el Santo Padre se preocupe por los sacerdotes y tenga hacia ellos gestos de cercanía y a la vez de exigencia. Pero he observado que él comparte su propia experiencia en el ministerio sacerdotal.
Y como para prueba basta un botón, quisiera dejarle hablar a él mismo sobre un punto que tiene mucho que ver con la formación permanente: “Pero sobre todo quisiera hablar de una cosa: el encuentro entre los sacerdotes, entre vosotros. La amistad sacerdotal: esto es un tesoro, un tesoro que se debe cultivar entre vosotros. La amistad sacerdotal. No todos pueden ser amigos íntimos. Pero qué hermosa es una amistad sacerdotal. Cuando los sacerdotes, como dos hermanos, tres hermanos, cuatro hermanos se conocen, hablan de sus problemas, de sus alegrías, de sus expectativas, tantas cosas… Amistad sacerdotal. Buscad esto, es importante. Ser amigos. Creo que esto ayuda mucho a vivir la vida sacerdotal, a vivir la vida espiritual, la vida apostólica, la vida comunitaria y también la vida intelectual: la amistad sacerdotal. Si me encontrase a un sacerdote que me dice: ‘Yo jamás he tenido un amigo’, pensaría que este sacerdote no ha tenido una de las alegrías más hermosas de la vida sacerdotal, la amistad sacerdotal. Es lo que os deseo a vosotros. Os deseo que seáis amigos de quienes el Señor te pone delante para la amistad. Deseo esto en la vida. La amistad sacerdotal es una fuerza de perseverancia, de alegría apostólica, de valentía, también de sentido del humor. Es hermoso, hermosísimo” (Encuentro con sacerdotes y seminaristas, 12 de mayo de 2014).
¿Qué es exactamente la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis?
–La Ratio Fundamentalis es un documento que establece los cauces generales para la formación de los sacerdotes. Incluye todo un proceso, que inicia con el acompañamiento vocacional, se intensifica durante los años del Seminario y continúa a lo largo de toda la vida sacerdotal. Lo más importante es que el sacerdote siempre está en formación y que esta formación es integral.
Se trata sólo de cauces generales, que después cada nación y cada Seminario deben adaptar a su realidad, siempre en diálogo con la cultura y considerando las características de la Iglesia en cada lugar; por eso se le llama Normativa fundamental. La publicación de la Ratio Fundamentalis es apenas el punto de partida de un proceso de renovación de la formación sacerdotal que continuará en cada Conferencia Episcopal y en cada Seminario, siempre con la ayuda de la Congregación para el Clero.
¿Qué contiene la nueva Ratio, y qué la distingue de la anterior?
–La nueva Ratio establece el “mapa” para la formación de los sacerdotes desde una perspectiva interdisciplinar. El texto es más amplio que el anterior porque ha incorporado el contenido de muchos documentos que la Iglesia fue publicando sobre la formación sacerdotal durante los últimos cuarenta años, y está en plena continuidad con él.
Al mismo tiempo se renueva la propuesta formativa incorporando las experiencias positivas y alentadoras que en las últimas décadas se han realizado en muchos Seminarios, ofreciendo una mediación pedagógica adecuada, para facilitar su aplicación práctica. Si se quieren señalar algunas insistencias, serían cuatro: la formación es del hombre interior, es siempre integral, se hace de manera gradual y exige un acompañamiento y discernimiento cuidadosos.
Por tanto, la formación de los sacerdotes no pretende sólo capacitarlos intelectualmente o en unas destrezas prácticas…
–Dios consagra a toda la persona mediante la ordenación sacerdotal, para que se convierta en un signo en medio del pueblo de Dios. Este hecho exige que se forme a toda la persona en sus múltiples facetas.
Antes que nada es formación del corazón de un discípulo de Jesús que se configura con Cristo Siervo, Pastor, Esposo y Cabeza en la forma concreta de la caridad pastoral. Movido por este amor al pueblo de Dios, el candidato al Seminario y después el seminarista y el sacerdote permanecen atentos a diversos aspectos de su vida que les ayudan a prestar un mejor servicio evangelizador: el aspecto humano, el aspecto espiritual, el aspecto intelectual y el aspecto pastoral. Cada una de estas dimensiones tiene su lugar en la formación. A la integración de todas ellas nos referimos cuando utilizamos la expresión “formación integral”.
¿Es importante el acompañamiento personal, antes y después de la ordenación?
–El camino de la fe es personal, pero no se hace en solitario. Todos necesitamos la ayuda de hermanos que nos escuchen, que en ocasiones nos corrijan y nos ayuden a discernir la voluntad de Dios. El acompañamiento personal tiene diversas características en la pastoral vocacional, en la formación inicial y en la formación permanente, pero siempre es necesario.
La regularidad y profundidad del acompañamiento determinan en buena medida la calidad de la formación. Es un servicio que prestan los formadores, los directores espirituales y confesores. También ayudan profesionistas, como los médicos y los psicólogos, pero lo que es realmente importante es que el candidato al sacerdocio aprenda a confiar en la ayuda de otros en su proceso de maduración con toda libertad y guiado por el amor a la verdad. El acompañamiento también es grupal, ayuda a que las relaciones entre los seminaristas o sacerdotes constituyan un clima formativo.
¿Puede ser sacerdote todo el que se siente llamado por Dios para serlo? ¿Cómo se distingue una verdadera vocación?
–En varios párrafos de la Ratio Fundamentalis se insiste en la importancia del discernimiento de la vocación, que se debe hacer durante cada una de las etapas del Seminario y después siempre en la vida sacerdotal. Hay una época en la que el objeto del discernimiento es qué vocación, es decir, para qué me llama Dios. Hay otra época en la que el acento se pone en el cómo, es decir, cómo quiere el Señor que ejerza el ministerio sacerdotal.
Siempre es importante discernir las actitudes formativas, de modo que la persona realmente se implique en su proceso de crecimiento. Es normal que, más tarde o más temprano, algunos seminaristas salgan del Seminario. Lo que realmente importa es que hayan crecido como hombres y como cristianos y encuentren un camino de vida en el que puedan cumplir la voluntad de Dios. Acompañar a los que han salido es una de las tareas más delicadas que habitualmente hacen los formadores. Lo normal es que un joven que ha dejado el Seminario quede agradecido por todo el bien recibido y haya tomado determinaciones hacia una mayor madurez en su vida de fe. De modo que su estancia en el Seminario no ha sido un tiempo perdido, sino un verdadero regalo de Dios.
¿Qué ayudas necesita el sacerdote en su formación, en su vida espiritual, en su actividad apostólica?
–Los sacerdotes cuentan con muchos medios para su formación permanente. El primer medio es cada uno de ellos, que está llamado a vivir con fidelidad su vocación y a ser el primer responsable de su formación. Después está la fraternidad sacerdotal, porque los presbíteros son co-responsables de la formación de sus hermanos. ¡Cuánto ayuda un clima sano, de relaciones positivas marcadas por los valores cristianos y sacerdotales! El examen de conciencia y la confesión sacramental son medios maravillosos que están al alcance de todos. En todas las diócesis hay sacerdotes con cierta experiencia, que ayudan a sus propios hermanos por medio de la dirección espiritual.
Una gran ayuda es ofrecida por la comunidad. Podríamos decir que la comunidad es confiada al cuidado del sacerdote y el sacerdote es, a su vez, confiado al cuidado de la comunidad. Es estupendo contar con laicos, religiosos y religiosas que oran por los sacerdotes, les ayudan en distintos aspectos de su vida y ministerio e incluso los corrigen fraternalmente cuando es necesario. En cada diócesis hay una comisión para la atención de los sacerdotes que emprende muchas acciones a su favor. El Obispo tiene una delicada misión al respecto que le exige cercanía con todos los sacerdotes y una gran capacidad de discernimiento.
En el documento se lee que la castidad “no es un tributo que se paga al Señor”, sino un don de Dios. ¿Podría explicarlo?
–Se trata de una cita de un documento sobre el celibato sacerdotal. Justo antes viene la idea central: se trata de “un camino para la plenitud del amor” (RFIS, 110). En la vida matrimonial la capacidad de amar se concentra en una persona que es elegida para siempre, pero en la opción por el celibato la capacidad de amar se amplía y se abre a muchos destinatarios, especialmente a quienes no son amados. De modo que ser célibe no implica amar menos, sino amar más. Se renuncia a un amor exclusivo para vivir un amor incluyente capaz de abrazar a todos. Esta experiencia afectiva profunda se expresa en las palabras de la consagración que el sacerdote repite todos los días: esto es mi cuerpo que se entrega por todos.
Vivir esta plenitud en el amor no puede ser más que un don de Dios, porque es él quien mira misericordiosamente a todos. A esta disposición a amar a todos con un amor que viene de Dios la llamamos “caridad pastoral” y es como el alma y el motor de la vida y la actividad de los presbíteros.
El sacerdote sirve a un grupo preciso de personas, pero ha de tener espíritu misionero ¿Cómo se combinan ambas cosas?
–El sacerdote no es solo el capellán de un grupito de personas. Es verdad que se le encomienda una porción del pueblo de Dios, pero su misión va más allá de las paredes del templo y del grupo de fieles católicos, porque es una misión universal.
Un ejemplo cercano lo tenemos en el P. Jacques Hamel, asesinado en Francia el 26 de julio de 2016. Ciertamente tenía encomendada una parroquia, pero él había establecido una corriente de simpatía con toda la sociedad, donde la mayoría de las personas eran no católicas o no cristianas. Su muerte fue llorada por todos ellos, al grado de que recientemente han levantado un monumento en su honor. Como el P. Hamel, hay muchísimos sacerdotes que hacen el bien a todos, participan creativamente en las redes sociales y son ciudadanos de pleno derecho en la aldea global. La razón profunda es que en la Iglesia y en cada creyente y especialmente en los sacerdotes existen dos fuerzas que se equilibran: la comunión y la misión.
¿Se adaptarán estas indicaciones a las condiciones de cada lugar, tan variadas?
–Evidentemente es necesaria una adaptación, esta es la tarea de las Conferencias Episcopales que, ayudadas especialmente por los formadores de los Seminarios de cada país, elaborarán durante los próximos años su Ratio nacional. Esto es, las normas para la formación sacerdotal para ese territorio. Allí se concretarán y matizarán muchos aspectos. Por otro lado, la Ratio Fundamentalis pretende ofrecer seguridad a todos en lo que en la experiencia de la Iglesia y desde una visión general se considera que es oportuno para la formación.
En la elaboración de las normas nacionales, la Congregación para el Clero colaborará con cada Conferencia Episcopal, de modo que se pueda ayudar a cada Seminario y a cada seminarista en la respuesta vocacional personal y comunitaria. Para este fin, la Congregación para el Clero está organizando un Congreso que se realizará en octubre de 2017, en el cual participarán los Obispos y formadores que después elaborarán las Ratio nacionales.
¿Desea añadir alguna cosa más?
–El público de Palabra son personas creyentes y no sólo sacerdotes. Quisiera subrayar que todos los cristianos se hallan en un camino de formación permanente, que todos deben discernir su vocación y ponerla en práctica de acuerdo a la voluntad de Dios y para ello requieren un acompañamiento adecuado. Con esto deseo subrayar que lo que se dice sobre la formación de los sacerdotes de alguna manera vale para todos e invita a toda la comunidad cristiana a ponerse en un camino de continua formación.