Mons. José Horacio Gómez, arzobispo de Los Ángeles desde 2011 y vicepresidente de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos desde 2016, ha nacido en México (Monterrey). En el área metropolitana de Los Ángeles más del 70% de la población católica es de origen hispano.
TEXTO – Alfonso Riobó
La presencia latina es perceptible en cualquier rincón de Los Ángeles, y en lugares como “la Placita”, donde se sitúa el nacimiento de la ciudad fundada bajo la advocación de Nuestra Señora de Los Ángeles en 1781, la calidez del carácter hispano se vuelca en reunión festiva. Se descubre una alta proporción de latinos también en cualquier celebración en la moderna catedral, una obra del arquitecto español Rafael Moneo.
Mons. Gómez nos recibe allí en un día muy luminoso. Muchas personas se acercan a saludarle o pedir su bendición o sus oraciones. Le gusta estar con la gente. Luego, nos dedica todo el tiempo necesario.
El lema del V Encuentro, que se celebra en Texas en septiembre, es: Discípulos misioneros, testigos del amor de Dios. Parece un eco del documento de Aparecida, y de las prioridades del Papa Francisco…
—La reunión nacional del Quinto Encuentro se celebrará en Grapevine, localidad cercana a Dallas, Texas, del 21 al 23 de septiembre de este 2018. Efectivamente, la temática del Quinto Encuentro coincide con un flujo espiritual que viene desde Aparecida y la encíclica del Santo Padre Francisco Evangelii Gaudium. Buscamos extender la poderosa visión de Jesús para todos los bautizados en Estados Unidos que seguramente repercutirá más allá de nuestros límites continentales. El Papa Francisco nos llama a salir de nuestra zona de confort y compartir el amor de Dios con nuestros hermanos, especialmente con los más necesitados.
¿Qué significado han tenido las convocatorias anteriores de este Encuentro?
—Las convocatorias de los Encuentros anteriores buscaban crear conciencia de la importancia del ministerio hispano en la Iglesia católica en Estados Unidos. Su método fomentaba una pastoral desde la base, que consultaba, escuchaba, observaba y posteriormente discernía y proponía prioridades y estrategias pastorales que respondían a esas inquietudes, buscando el bien de la Iglesia. Tales propuestas se presentaban a los obispos, que comenzaban el diálogo con el pueblo de Dios para juntos hacer Iglesia a nivel local y nacional.
La cultura latina y la religión católica pertenecen a las raíces de los Estados Unidos. Usted ha proclamado, al abrir el V Encuentro en Los Ángeles, que los latinos “no somos recién llegados, ni gente que haya llegado al último minuto, ni advenedizos. ¡Los primeros católicos de este país fueron latinos de España y de México!”. ¿Qué papel tiene hoy esa raíz?
—Los latinos católicos han estado en este país desde antes de la formación política de lo que ahora son los Estados Unidos. Sus raíces son muy fuertes, especialmente en todo el sur-oeste del país. Nombres de ciudades como San Diego, Nuestra Señora de los Ángeles, San Francisco, Santa Fe, Santa Mónica, Corpus Christi o San Antonio son sólo una muestra de toda una cadena de misiones que pintan la geografía de fervor católico. Su historia viva puede admirarse en su arquitectura, disfrutarse en su comida, alegrarse con su música.
La cultura católica de este pueblo vivo es antigua y es nueva; es del pasado y del presente, pero también del futuro. Los latinos somos la minoría más creciente y pujante de este país. La influencia del latino en los Estados Unidos es sumamente significativa, porque su gran riqueza socio-cultural y religiosa continúa influenciando y moldeando todas las dimensiones sociales y existenciales de estos Estados Unidos.
El peso de la comunidad hispana o latina es cada vez mayor entre los católicos de los Estados Unidos. ¿Qué problemas y qué oportunidades ofrece esta evolución?
—Este flujo vivo, antiguo y nuevo de personas que acudieron al llamado de una sociedad herida por la despoblación a cambio de mejorar sus condiciones para vivir, ha provocado una situación política que no ha querido solucionarse. Algunos ven en ellos oportunidades de voto, y otros de esclavitud. Pero quienes sufren son las familias que temen la división y la deportación, sobre todo de los jóvenes que han crecido aquí con el sueño de una plena integración tras ser traídos aquí siendo niños.
Estos problemas no dejan ver las inmensas oportunidades que la población hispana ofrece al futuro de este país: su cultura del trabajo sufrido, del esfuerzo constructivo, su poderosa tradición familiar y solidaria, su espiritualidad enraizada en la confianza optimista en Dios providente… puede verse amenazada por la falta de formación y de condiciones igualitarias de trabajo que obliguen a este pueblo rico en valores perennes a seguir viviendo una infra-cultura que le impida florecer. Los hijos de inmigrantes católicos crecen en un mundo bilingüe y bicultural que tiene todo un potencial de evangelización si optan por Cristo y superan el espejismo de una cultura hedonista y agnóstica.
¿Cómo afrontan los Pastores el desafío que supone el estilo de vida consumista, o incluso la atracción de otras religiones? En particular, ¿les inquieta que los jóvenes de la comunidad latina puedan alejarse de la Iglesia?
—El consumismo y el materialismo son grandes tentaciones y riesgos para toda la sociedad en los Estados Unidos. Todos los niños y los jóvenes de este país, con sus mentes crecientes y en desarrollo, están expuestos a lo que muestran los medios de comunicación social, que no sólo influyen en la mente del joven, sino también en la de los adultos. Bien sabemos que la tecnología bien utilizada nos edifica, pero mal administrada nos destruye.
Los pastores ofrecen al pueblo de Dios, a través de las parroquias o de actividades diocesanas e inter-diocesanas como el Quinto Encuentro, la oportunidad de participar en distintos ministerios donde el servicio, la oración, el diálogo y la formación apoyen a las familias frente a estas influencias.
Una de sus convicciones es que los latinos están llamados “a ser los líderes de nuestra Iglesia”. Tal liderazgo requiere formación, tanto si pensamos en los laicos como en los sacerdotes y religiosos. ¿Cómo formar a esos líderes? ¿Es ese un objetivo del V Encuentro?
—Uno de los regalos del Quinto Encuentro es la espiritualidad y metodología del acompañamiento. Así como Jesús acompañó a los discípulos de Emaús, así también estamos llamados a acompañar a los más necesitados. Los líderes actuales estamos llamados a acompañar a los líderes emergentes, a pasar la antorcha de la fe como facilitadores a que otros aprendan a compartir su fe, a planificar su ministerio, a visualizar la misión, a compartir los propios recursos. En definitiva, a tomar la iniciativa o “primerear” como dice el Papa Francisco, y adelantarse para acompañar al hermano. La clave es el acompañamiento y, como pastores, tenemos que fortalecer a nuestros hermanos para que se conviertan en apóstoles de Cristo. Esta es una de las prioridades en esta Arquidiócesis.
Un punto de apoyo esencial son las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. ¿Brotan vocaciones sacerdotales y religiosas entre los hispanos?
—Tenemos que dar muchas gracias a Dios nuestro Señor, que sigue llamando y entusiasmando a numerosos jóvenes que no sacian su sed de felicidad en esta nuestra sociedad de consumo y de placer. Ellos y ellas buscan el agua viva que ofrece el Señor Jesús, el entusiasmo de los discípulos de Emaús que tenían el corazón ardiendo con las palabras del misterioso “compañero” de camino. Sí, la comunidad hispana ha dado un nuevo impulso a la generosidad requerida para seguir de cerca al Señor y cuidar de su pueblo necesitado, que vaga como “ovejas sin pastor”. El reto es educar a estos jóvenes generosos, para hacerlos sacerdotes y religiosos bien formados. Aquí juegan un papel determinante los seminarios, los profesores, las revistas formativas que puedan leer, como “Palabra” por supuesto.
Las actividades y los mensajes del V Encuentro, ¿están destinados sólo a los latinos? ¿Y en cuanto a los no católicos?
—El Quinto Encuentro comenzó en el ministerio latino, pero no es sólo para latinos. El ser discípulo misionero es para todos los bautizados y nos lo dice claramente el Papa Francisco en el Evangelii Gaudium número 120: “Por virtud del bautismo, todos somos discípulos misioneros”. Por lo tanto, las actividades y los mensajes del V Encuentro están destinados a forjar discípulos misioneros a todos los bautizados para el servicio de toda la Iglesia y la humanidad.
La archidiócesis de Los Ángeles es un recordatorio y una muestra viva de que los Estados Unidos son una nación de inmigrantes. ¿Hasta qué punto es hoy la inmigración un problema para el país?
—Así es. Como hemos dicho, este país es un país de inmigrantes que lo han hecho grande y poderoso. La inmigración es una gran oportunidad de crecimiento positivo, los estudios sociológicos nos muestran que los países crecen y se enriquecen en el intercambio de ideas, formas, y costumbres, y eso se da en el intercambio social entre los pueblos.
Algunas decisiones del gobierno en materia de inmigración están siendo muy polémicas, como la eliminación del programa DACA para los jóvenes inmigrantes (los “dreamers”) o del programa TPS para los salvadoreños. Los obispos católicos, y Usted en primera línea, los están defendiendo con energía. ¿Hay esperanzas de llegar a una “solución justa y humana”, como piden?
—Con mis hermanos obispos estamos luchando para que haya una reforma migratoria justa y completa. Pido a Dios y a la Virgen de Guadalupe que se haga una realidad lo más pronto posible. Estamos defendiendo la dignidad de todo ser humano y buscamos una pronta resolución. Nuestra voz es clara y constante en este tema tan vital para nuestra sociedad. Unas de las cosas que hacemos los obispos es fomentar conferencias, reunir cartas de petición a favor de la reforma migratoria para enviarlas a los representantes políticos en el Congreso, y educar a las personas sobre los temas que les afectan directa e indirectamente. Hemos de permanecer atentos a lo que pase y alzar la voz por una solución justa y humana.
Aunque Ustedes precisan que no se trata de adoptar una postura en política, sí bajan al terreno de un problema social y personal de primer orden… ¿A qué se refieren cuando pide soluciones permanentes a los problemas de la inmigración?
—Buscamos que las familias no sufran cambios de leyes en cada periodo presidencial, sino que puedan contar con leyes claras que permitan un crecimiento en la legalidad, una seguridad básica que sea cimiento para planear el futuro con confianza y optimismo, dejando atrás el temor de la incertidumbre y el juego político. No debe jugarse con las familias que sufren.
En Los Ángeles es llamativa la gran diversidad cultural, e impresiona el número de idiomas y ritos en que se puede asistir a Misa en la archidiócesis. Una de sus prioridades es fomentarla, fortaleciendo al mismo tiempo la identidad católica. ¿Puede hablarnos de esa experiencia?
—Católicos de todas partes del mundo, con sus formas particulares de expresar su fe, han inmigrado a la Arquidiócesis de Los Ángeles. Es una bendición que ellos traigan sus riquezas y las compartan aquí con nosotros. Aquí en la Arquidiócesis se experimenta un microcosmos de lo que es la Iglesia universal. Buscamos fortalecer a cada grupo étnico en su expresión particular, y al mismo tiempo, fortalecer su identidad católica universal para no caer en encerrarse cada uno en lo suyo. Es una gran bendición estar en esta Arquidiócesis donde podemos aprender unos de otros y convivir en el Amor de Cristo Jesús, del que nace una Iglesia que podríamos llamar celestial “porque han llegado a ella de todas las naciones”.
Habéis nacido para cosas más grandes: es el título de una carta pastoral que ha escrito recientemente y que está aplicando. Ya su misma amplitud demuestra que no es un texto coyuntural. ¿Qué plantea en la Carta?
—El mundo en el que vivimos nos propone diversos caminos, que no siempre son proyectos para un hijo o hija de Dios. Nosotros somos hijos e hijas de Dios. Su plan de amor divino nos invita a realizar cosas más grandes de las que el mundo nos propone. El Dios que nos dio la vida nos llama e impulsa a compartir el amor de ser sus hijos con toda la humanidad, con los más próximos y con los más necesitados. Nuestros gestos, nuestras actitudes, deben ser un reflejo de que somos sus hijos e hijas, y que nuestro corazón no va a satisfacerse con lo efímero e inmediato, porque hemos nacido para cosas mayores.
El texto recuerda que los cristianos son responsables de la marcha del mundo y de las generaciones futuras. Y culmina con una invitación a ser misioneros, dirigida a todos. ¿En qué medida pueden cumplir con ella los católicos latinos, en particular en Los Ángeles?
—Es verdad, los cristianos somos responsables de la marcha del mundo y también somos responsables de las futuras generaciones, y por ello, nuestra condición de hijos nacidos para cosas más grandes nos impulsa a todos a “salir” de nosotros mismos. Somos “enviados”, que eso significa ser misioneros: enviados por Jesús a nuestros hermanos. Los católicos latinos de Los Ángeles podrán ser misioneros si se dejan encontrar por Jesús y vencen la tentación que se les presenta de pensar que son católicos solamente porque nacieron en una familia católica.
¿Cuál es el momento de la familia en los Estados Unidos? ¿Cómo enfocan la pastoral familiar en el país?
—Los medios pastorales utilizados, como seminarios, talleres formativos o retiros, deben completar la atención que las familias deben encontrar en sus parroquias para “ser acompañadas” en una sólida formación humana, espiritual, intelectual y pastoral que les permita permanecer unidas a pesar las dificultades contra-culturales y contra-familiares de este país. Los jóvenes deben ser fortalecidos y acompañados para que al llegar al instituto (aquí llamado High School) o a la Universidad, puedan plantar cara a la tentación de pensar que el catolicismo es “algo de sus papás” y que ellos están llamados a “secularizarse” según el modelo de moda. La Iglesia debe acompañarlos para que Cristo toque sus vidas y no quieran separarse de Él ni de su amistad. Es necesario que los medios propuestos toquen los aspectos más cotidianos de su vida familiar, de los que el Papa Francisco es modelo: el Papa de la vida cotidiana.
En muchos lugares de esta nación es patente la devoción a la Virgen de Guadalupe, la “Reina de América”. ¿Cómo les acompaña Ella en la situación actual de la nación?
—La Santísima Virgen de Guadalupe es la madre de familia en esta Arquidiócesis, donde se la quiere entrañablemente, donde el pueblo la siente muy cercana en su vida de todos los días. Ella resuelve y consuela los problemas personales, familiares y sociales de su pueblo sufrido. Ella es la Emperatriz de América y Filipinas, la “Madre del Verdadero Dios por quien se vive”. Visitó este continente cuando no se habían construido sus fronteras, y desde ese cerrito impulsó e impulsa la unidad de todos sus pueblos y la evangelización de todos sus hijos. Hemos iniciado la peregrinación anual a su bendito santuario, para poner a sus plantas los proyectos que su Hijo nos inspira. Que Ella se digne bendecir el Quinto Encuentro para que acompañemos a más y más hermanos y hermanas en el conocimiento, amor e imitación de su Divino Hijo en este país que nació para cosas más grandes.