Será un viaje corto y poco común. El Papa Francisco inaugura septiembre con la visita a Mongolia. Esta nación extensa en kilometraje, en la que las interminables estepas se unen a los desiertos y las cadenas montañosas del norte, acoge a una pequeña comunidad católica, pastoreada por el cardenal más joven en la Iglesia actualmente, Mons. Giorgio Marengo.
Una rica historia de tribus y antiguo imperio
La edad dorada de la historia de Mongolia va indisolublemente unida al nombre de gengis Kan, cuyo imperio, en el siglo XIII, llegó a ocupar regiones de lo que hoy es China, Europa Oriental, y parte de la India o Rusia, entre otras. La población de lo que era entonces el gran imperio mongol llego a superar los 100 millones de habitantes.
Un siglo más tarde, el imperio mongol comenzaría una decadencia que se vería acentuada por la conquista del trono por parte de China. En el siglo XVII, China logró el control total de Mongolia. El imperio fue dividido y la presencia de la dinastía china Qing sería una constante hasta inicios del siglo XX.
La caída de la dinastía Qing dio lugar a un brevísimo tiempo de independencia de las zonas central y septentrional de Mongolia, sin embrago en 1918, estas zonas volverían a estar bajo control chino.
En 1924, apoyado por la Unión Soviética se formaría la República Popular de Mongolia. Fue entonces cuando se establece como capital la ciudad de Ulán Bator (literalmente en mongol «Guerrero Rojo»).
En su periodo comunista, Mongolia permaneció afín a la órbita soviética y no en el bloque comunista chino. Coyuntura que el gobierno soviético aprovecharía para utilizar Mongolia como base de “control” a su homólogo chino.
El sistema comunista en Mongolia duró hasta 1990, cuando los comunistas abandonaron el control del gobierno. En 1992 se aprobó una constitución que creó un Estado híbrido presidencial-parlamentario.
Mongolia se caracteriza por la multitud de tribus nómadas que, desde tiempos remotos, han recorrido y habitado sus extensos parajes. Una historia de tradiciones diversas y de convivencia, marcada en los últimos tiempos por la búsqueda de la paz, en palabras de Bruni.
El catolicismo en Mongolia
En la actualidad, el catolicismo representa el 0,04% de la religión de los habitantes de Mongolia. Una nación en la que predomina el budismo tibetano, el chamanismo tradicional y el islam (en menor medida). En los últimos decenios, Mongolia ha visto crecer las comunidades cristianas, católicas, evangélicas y otras denominaciones protestantes. Esta multiplicidad de confesiones se hará presente en el encuentro ecuménico e interreligioso
La historia del catolicismo en Mongolia está ligada a la historia de la Congregación del Inmaculado Corazón de María (o Misioneros de Scheut), fundada por el belga Teófilo Verbist. Esta historia misionera es una de las características de su comunidad católica, como quiso destacar en el briefing para la prensa, el director de la Sala Stampa, Matteo Bruni.
Verbist sería uno de los primeros misioneros en adentrarse en la nación asiática. Este carisma de apostolado entre los no cristianos, propio de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María llevó a otros miembros de la congregación a tierras mongolas a lo largo de los siglos. De hecho, en 1863 la Congregación de Propaganda Fide confió a esta congregación la administración de la misión en Mongolia.
Teófilo Verbist murió en Laohoukeou, una localidad de Mongolia Interior, el 23 de febrero de 1868. La presencia de la comunidad ha sido una constante hasta hoy, tanto en sus ramas femenina como masculina.
En la época soviética, la prohibición de la práctica religiosa fue especialmente dura con las confesiones cristianas cuya presencia, al menos en las cifras oficiales, era prácticamente nula.
En 1991, Mongolia y la Santa Sede establecen relaciones diplomáticas y se establece nuevamente, una comunidad de Misioneros del Inmaculado Corazón de María. Allí llegaría Wenceslao Selga Padilla que fue nombrado superior eclesiástico de la misión sui iuris de Urga (Antiguo nombre de Ulan Bator).
El padre Wenceslao sería nombrado primer prefecto de Ulán Bator por san Juan Pablo II en 2002, cuando se establece esta prefectura. Padilla, es una de las figuras más recordadas y queridas por los mongoles, su especial atención y cuidado de los niños de la calle, las personas sin casa, los discapacitados y ancianos, fue una constante hasta su muerte, en 2018 y sin él no se entiende el restablecimiento del culto católico en la capital mongola.
En la actualidad, el Anuario Pontificio Vaticano recoge 1.394 católicos en todo el país. Se reparten en 8 parroquias que cuentan con la atención de 25 sacerdotes (6 diocesanos y 19 sacerdotes religiosos). Junto a ellos, 5 religiosos varones no sacerdotes, 33 religiosas, 1 misionero laico y 35 catequistas. Un dato esperanzador, Mongolia en la actualidad cuenta con 6 seminaristas mayores.
Una pequeña comunidad fiel a Roma a la que el Papa les dirigirá palabras de aliento.
El viaje papal
El Papa inicia el día 31 de agosto este viaje papal, el número 43 de su pontificado, a Mongolia. Un viaje de largo trayecto que, unido a la salud del Papa, algo delicada, hará que los actos, excepto el recibimiento oficial en el aeropuerto, comiencen una jornada más tarde de la llegada del Santo Padre al país.
De entre los actos de este viaje, cuya agenda se puede ver en la web del Vaticano, destaca el encuentro con los obispos, sacerdotes, misioneros, consagrados, consagradas y agentes pastorales en la Catedral de San Pedro y San Pablo. Este templo, construido en el pasado decenio, recuerda en su estructura a las tradicionales yurtas mongolas y su silueta forma parte del logo oficial del viaje.
Al día siguiente, el Teatro Hun será testigo del encuentro ecuménico e interreligioso, uno de los puntos centrales del viaje A él asistirán representantes de casi todas las religiones presentes en el país: budismo tibetano, chamanismo tradicional así como confesiones protestantes diversas.
Quizás uno de los asuntos más llamativos de este viaje es la total ausencia de representantes ortodoxos en este encuentro. La comunidad ortodoxa tiene una pequeña presencia en Mongolia, localizada en Ulan Bator, y depende de la Iglesia ortodoxa rusa, liderada por el patriarca de Moscú. En este sentido, Mateo Bruni, destacó durante el briefing de presentación de este viaje a la prensa que «la puerta está abierta siempre».
La tarde del domingo 3 de septiembre será el momento de la celebración de la Santa Misa en el Steppe Arena. A esta Misa se esperan peregrinos no sólo de Mongolia sino de China, Rusia, Macao, Corea del Sur, Vietnam o Kirguistán, entre otras naciones.
El broche final: la casa de la Misericordia
Sin duda, uno de los puntos más esperados e este viaje será el encuentro que pondrá el broche final a esta visita: la inauguración de la Casa de la Misericordia.
Este proyecto, que se inició hace 4 años, tiene atenderá, especialmente, a mujeres y menores de edad víctimas de la violencia doméstica. Además tiene una zona habilitada para acoger a personas sin hogar y también servirá como albergue temporal para inmigrantes.
Un significativo broche final, como destacó Mateo Bruni, concluir este viaje con una llamada a «la atención a los más pobres».