Vaticano

La paz de Cristo resucitado “es posible y necesaria”, grita el Papa desde Roma

“Cristo, el Crucificado, ha resucitado. ¡Verdaderamente ha resucitado! Hoy más que nunca tenemos necesidad de Él”. Con gesto serio y dolorido, el Papa Francisco ha lanzado un mensaje pascual de paz ante la guerra de Ucrania y otras graves situaciones en el mundo: “La paz es posible, la paz es necesaria, la paz es la principal responsabilidad de todos!”, exhortó.

Rafael Miner·17 de abril de 2022·Tiempo de lectura: 6 minutos
papa francisco pascua

Texto de la noticia en francés

“Necesitamos al Crucificado Resucitado para creer en la victoria del amor, para esperar en la reconciliación. Hoy más que nunca lo necesitamos a Él, para que poniéndose en medio de nosotros nos vuelva a decir: ‘¡La paz esté con ustedes!’ ¡Dejemos entrar la paz de Cristo en nuestras vidas, en nuestras casas y en nuestros países!, alentó el Papa Francisco.

Un Santo Padre al que sólo quitaron el rostro de preocupación y dolor los fieles presentes en la plaza de San Pedro, más de cien mil, según la agencia oficial vaticana, en un día de sol primaveral, a los que saludó desde el papamóvil, y millares de flores por la solemnidad de la Pascua, a la que el Papa denominó, sin embargo, “Pascua de guerra”.

‘La paz esté con ustedes, el saludo de Jesús a todos los que se apareció tras su Resurrección, fue quizá el mensaje del Señor más reiterado por Francisco ayer en el balcón central de la basílica de San Pedro, tras “dos años de pandemia que han dejado marcas profundas. Parecía que había llegado el momento de salir juntos del túnel, tomados de la mano, reuniendo fuerzas y recursos. Y en cambio, estamos demostrando que tenemos todavía en nosotros el espíritu de Caín, que mira a Abel no como a un hermano, sino como a un rival, y piensa en cómo eliminarlo”, señaló el Papa.

Como era esperable, el obispo de Roma clamó para que “haya paz en la martirizada Ucrania, tan duramente probada por la violencia y la destrucción de la guerra cruel e insensata a la que ha sido arrastrada. Que un nuevo amanecer de esperanza despunte pronto sobre esta terrible noche de sufrimiento y de muerte. Que se elija la paz. Que se dejen de hacer demostraciones de fuerza mientras la gente sufre”.

“Por favor, por favor” ―pidió el Romano Pontífice― no nos acostumbremos a la guerra, comprometámonos todos a pedir la paz con voz potente, desde los balcones y en las calles. Que los responsables de las naciones escuchen el grito de paz de la gente”, clamó desde la sede de Pedro, antes del dar la Bendición ‘Urbi et Orbi’ ante millares de fieles.

Redescubrir a Él, al Viviente”

En la Vigilia Pascual, al anochecer del sábado, el Papa había animado a no quedarnos mirando a las tumbas, al pasado. “No podemos hacer Pascua si seguimos en la muerte; si seguimos siendo prisioneros del pasado; si en la vida no tenemos el valor de dejarnos perdonar por Dios…, de cambiar, de romper con las obras del mal, de decidir por Jesús y por su amor; si continuamos reduciendo la fe a un amuleto, haciendo de Dios un hermoso recuerdo de tiempos pasados, en lugar de encontrarlo hoy como el Dios vivo que quiere transformarnos a nosotros y al mundo”.

“Un cristianismo que busca al Señor entre los restos del pasado y lo encierra en la tumba del hábito es un cristianismo sin Pascua. ¡Pero el Señor ha resucitado! ¡No nos quedemos alrededor de las tumbas, sino que vayamos a redescubrirlo a Él, el Viviente!”, exhortó el Papa.

“Las mujeres ven, escuchan y anuncian”

En la Vigilia se había referido a las mujeres del Evangelio, que “ven”, y vieron que “la piedra estaba corrida. Cuando entraron no hallaron el cuerpo del Señor Jesús”. El primer anuncio de la Resurrección, precisó el Pontífice, no se presenta como una fórmula que hay que comprender, sino “como un signo que hay que contemplar. La Pascua, por tanto, empieza cambiando nuestros esquemas. Llega con el don de una esperanza sorprendente. Pero no es fácil acogerla. A veces —debemos admitirlo— esta esperanza no encuentra espacio en nuestro corazón. También en nosotros, como en las mujeres del Evangelio, prevalecen preguntas e incertidumbres, y la primera reacción ante el signo imprevisto es el miedo, el “no levantar la vista del suelo”.

Pero las mujeres “escuchan el anuncio” que les dice: ‘¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí: ¡ha resucitado!’. El Papa señaló que nos hace bien escuchar y repetir estas palabras: “¡no está aquí!”.

Y las mujeres “anuncian. ¿Qué anuncian? La alegría de la Resurrección. La Pascua no acontece para consolar íntimamente al que llora la muerte de Jesús – subrayó el Pontífice – sino para abrir de par en par los corazones al anuncio extraordinario de la victoria de Dios sobre el mal y sobre la muerte”. Por eso, la luz de la Resurrección (…) genera discípulos misioneros que “regresan del sepulcro” y llevan a todos el Evangelio del Resucitado. Es por eso que, después de haber visto y escuchado, las mujeres corrieron a anunciar la alegría de la Resurrección a los discípulos”.

Una “Pascua de guerra”

En su Mensaje Pascual, el Papa pareció continuar el hilo argumental de su meditación de la Vigilia en torno a la Resurrección de Jesús, y lo aplicó a duras situaciones actuales.

“Jesús, el Crucificado, ha resucitado. Se presenta en medio de aquellos que lloran por él, encerrados en sus casas, llenos de miedo y angustia. Se pone en medio de ellos y les dice: ‘¡La paz esté con ustedes!’ (Jn 20,19). Les muestra las llagas de sus manos y de sus pies, y la herida de su costado. No es un fantasma, es Él, el mismo Jesús que murió en la cruz y estuvo en el sepulcro. Ante las miradas incrédulas de los discípulos, Él repite: ‘¡La paz esté con ustedes!’ (v. 21)”

“También nuestras miradas son incrédulas en esta Pascua de guerra”, continuó. “Hemos visto demasiada sangre, demasiada violencia. También nuestros corazones se llenaron de miedo y angustia, mientras tantos de nuestros hermanos y hermanas tuvieron que esconderse para defenderse de las bombas. Nos cuesta creer que Jesús verdaderamente haya resucitado, que verdaderamente haya vencido a la muerte. ¿Será tal vez una ilusión, un fruto de nuestra imaginación? No, no es una ilusión. Hoy más que nunca resuena el anuncio pascual tan querido para el Oriente cristiano: ‘¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!’. Hoy más que nunca tenemos necesidad de Él, al final de una Cuaresma que parece no querer terminar”.

“Llevo en el corazón a las víctimas ucranianas”

Ucrania, Europa. El Papa confió entonces: “llevo en el corazón a las numerosas víctimas ucranianas, a los millones de refugiados y desplazados internos, a las familias divididas, a los ancianos que se han quedado solos, a las vidas destrozadas y a las ciudades arrasadas. Tengo ante mis ojos la mirada de los niños que se quedaron huérfanos y huyen de la guerra”.

“Mirándolos no podemos dejar de percibir su grito de dolor, junto con el de muchos otros niños que sufren en todo el mundo: los que mueren de hambre o por falta de atención médica, los que son víctimas de abusos y violencia, y aquellos a los que se les ha negado el derecho a nacer”.

“En medio del dolor de la guerra no faltan también signos esperanzadores, como las puertas abiertas de tantas familias y comunidades que acogen a migrantes y refugiados en toda Europa. Que estos numerosos actos de caridad sean una bendición para nuestras sociedades, a menudo degradadas por tanto egoísmo e individualismo, y ayuden a hacerlas acogedoras para todos”.

Solícitos ante el sufrimiento y el dolor

Y también, como es habitual al menos en Navidad y en Pascua, el Papa Francisco recorrió casi todo el mundo. “Que el conflicto en Europa nos haga también más solícitos ante otras situaciones de tensión, sufrimiento y dolor que afectan a demasiadas regiones del mundo y que no podemos ni debemos olvidar”, subrayó.

Oriente Medio. “Que haya paz en Oriente Medio, lacerado desde hace años por divisiones y conflictos. En este día glorioso pidamos paz para Jerusalén y paz para aquellos que la aman (cf. Sal 121 [122]), cristianos, judíos y musulmanes. Que los israelíes, los palestinos y todos los habitantes de la Ciudad Santa, junto con los peregrinos, puedan experimentar la belleza de la paz, vivir en fraternidad y acceder con libertad a los Santos Lugares, respetando mutuamente los derechos de cada uno”.

“Que haya paz y reconciliación en los pueblos del Líbano, de Siria y de Irak, y particularmente en todas las comunidades cristianas que viven en Oriente Medio.

Que haya paz también en Libia, para que encuentre estabilidad después de años de tensiones; y en Yemen, que sufre por un conflicto olvidado por todos con incesantes víctimas, pueda la tregua firmada en los últimos días devolverle la esperanza a la población”.

Myanmar. “Al Señor resucitado le pedimos el don de la reconciliación para Myanmar, donde perdura un dramático escenario de odio y de violencia, y para Afganistán, donde no se consiguen calmar las peligrosas tensiones sociales, y una dramática crisis humanitaria está atormentando a la población”.

África. “Que haya paz en todo el continente africano, para que acabe la explotación de la que es víctima y la hemorragia causada por los ataques terroristas ―especialmente en la zona del Sahel―, y que encuentre ayuda concreta en la fraternidad de los pueblos. Que Etiopía, afligida por una grave crisis humanitaria, vuelva a encontrar el camino del diálogo y la reconciliación, y se ponga fin a la violencia en la República Democrática del Congo”. ¡Que no falten la oración y la solidaridad para los habitantes de la parte oriental de Sudáfrica afectados por graves inundaciones”.

América Latina. “Que Cristo resucitado acompañe y asista a los pueblos de América Latina que, en estos difíciles tiempos de pandemia, han visto empeorar, en algunos casos, sus condiciones sociales, agravadas también por casos de criminalidad, violencia, corrupción y narcotráfico”.

Canadá. “Pedimos al Señor Resucitado que acompañe el camino de reconciliación que está siguiendo la Iglesia Católica canadiense con los pueblos indígenas. Que el Espíritu de Cristo Resucitado sane las heridas del pasado y disponga los corazones en la búsqueda de la verdad y la fraternidad.

“Queridos hermanos y hermanas”, concluyó el Papa Francisco, “toda guerra trae consigo consecuencias que afectan a la humanidad entera: desde los lutos y el drama de los refugiados, a la crisis económica y alimentaria de la que ya se están viendo señales”.

“Ante los signos persistentes de la guerra, como en las muchas y dolorosas derrotas de la vida, Cristo, vencedor del pecado, del miedo y de la muerte, nos exhorta a no rendirnos frente al mal y a la violencia. ¡Dejémonos vencer por la paz de Cristo! ¡La paz es posible, la paz es necesaria, la paz es la principal responsabilidad de todos!”

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica
Banner publicidad
Banner publicidad