“Bandeko, bobóto” [Hermanos y hermanas, paz] Respuesta: “Bondeko [Fraternidad], bondéko”. “Esengo, alegría: la alegría de verlos y encontrarlos es grande; he anhelado mucho este momento, ¡gracias por estar aquí!”, manifestó el Papa Francisco ante la multitud que se concentró en el aeropuerto de Ndolo (Kinshasa), para asistir a la Celebración Eucarística con el Papa.
Desde allí mismo, Alberto García Marcos, sacerdote, apunta a la impresionante acogida que ha recibido el Papa “digna de la fe y de la esperanza del pueblo congoleño en el todo lo que representa el Papa. Una fila sin intermitentes de 25 km acompañó a Francisco desde la salida del aeropuerto hasta el Palacio de la Nación”.
Son muchas las personas que han pasado la noche en el aeropuerto de Ndolo, dónde ha tenido lugar la Misa, se ha pasado rápido. Durante ese tiempo, señalaba García Marcos, se sucedían los cantos, bailes, y las confesiones: “Abbé Odón, uno de los sacerdotes que confesaba, empezó a las nueve de la noche y terminó a las 2:30 de la mañana. Algunas corales ayudaron a amenizar el paso del tiempo”.
A las cuatro de la mañana, “poco a poco llegaban los fieles que han abarrotado el aeropuerto. Cómo el juego del tetris las plazas se fueron llenando. A las 6h30 había ya un ambiente eléctrico. L’abbé Kola, ha amenazado la espera con la dirección de diversos cantos en acorde con el pueblo. Difícil de explicar si no se vive”.
El objetivo era la Misa, rezar por la paz y la justicia, y el Papa dio un consejo práctico: que cada uno saque su crucifijo y lo abrace, “para compartir sus llagas con las de Jesús”.
Los congoleños presentes representaban de algún modo a los 50 millones de católicos de la República Democrática del Congo (RDC), con sus más de 60 obispos y 6.160 sacerdotes (4.200 diocesanos y 1.900 religiosos), junto al arzobispo de Kinsasa, el cardenal Fridolin Ambongo.
Alegría y paz
El Santo Padre comenzó la homilía hablando de alegría, de la alegría pascual, para relacionarla con la paz. “El Evangelio acaba de decirnos que también la alegría de los discípulos era grande la noche de Pascua, y que esta alegría surgió ‘cuando vieron al Señor’ (Jn 20,20). En ese clima de alegría y asombro, el Resucitado habla a los suyos. ¿Y qué les dice? Ante todo, estas palabras: ‘¡La paz esté con ustedes!’ (v. 19). Es un saludo, pero es más que un saludo: es un envío”.
“Porque la paz, esa paz anunciada por los ángeles en la noche de Belén (cf. Lc 2,14), esa paz que Jesús prometió dejar a los suyos (cf. Jn 14,27), ahora, por primera vez, es entregada solemnemente a los discípulos”, señaló el Papa.
Y enseguida se preguntó: “¿Cómo conservar y cultivar la paz de Jesús? Él mismo nos señala tres fuentes de paz, tres manantiales para seguir alimentándola. Son el perdón, la comunidad y la misión”. Y los fue desarrollando.
Volver a empezar
“Veamos la primera fuente: el perdón”, afirmó el Santo Padre. “Jesús dice a los suyos: ‘Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen’ (v. 23). Pero antes de dar a los apóstoles el poder de perdonar, los perdona; no con palabras, sino con un gesto, el primero que el Resucitado realiza ante ellos”.
“Dice el Evangelio que Él, ‘les mostró sus manos y su costado’ (v. 20). Es decir, les muestra las llagas, se las ofrece, porque el perdón nace de las heridas. Nace cuando las heridas sufridas no dejan cicatrices de odio, sino que se convierten en un lugar para hacer sitio a los demás y acoger sus debilidades. Entonces las fragilidades se convierten en oportunidades y el perdón en el camino hacia la paz’.
El mensaje de Francisco a los congoleños fue: siempre podemos ser perdonados y volver a empezar. “Juntos, hoy creemos que con Jesús siempre tenemos la posibilidad de ser perdonados y volver a empezar, y también la fuerza para perdonarnos a nosotros mismos, a los demás y a la historia”.
“Esto es lo que Cristo desea”, añadió: “ungirnos con su perdón para darnos la paz y el valor de poder también nosotros perdonar; el valor de realizar una gran amnistía del corazón. ¡Cuánto bien nos hace limpiar nuestros corazones de la ira, de los remordimientos, de todo resentimiento y envidia!”
“Que sea el momento oportuno para ti, que en este país te dices cristiano, pero cometes actos de violencia; a ti el Señor te dice: Deja las armas, abraza la misericordia”, alentó el Papa.
No hay paz sin fraternidad
“Veamos ahora la segunda fuente de paz: la comunidad. Jesús resucitado no se dirige a los discípulos individualmente, sino que se reúne con ellos; les habla en plural, y a la primera comunidad le entrega su paz. No hay cristianismo sin comunidad, como no hay paz sin fraternidad. Pero, como comunidad, ¿hacia dónde hemos de caminar, hacia dónde hemos de ir para encontrar la paz?”, se preguntó el Papa Francisco.
“Para nosotros también existe este riesgo; estar juntos, pero caminar por cuenta propia, buscando en la sociedad, y también en la Iglesia, el poder, la carrera, las ambiciones. Sin embargo, de ese modo, en vez de seguir al Dios verdadero, seguimos al propio yo, y terminamos como aquellos discípulos: encerrados en casa, vacíos de esperanza y llenos de miedo y decepción”, manifestó, antes de responder a la pregunta.
Ésta fue su respuesta en el segundo punto: “El camino es compartir con los pobres. Este es el mejor antídoto contra la tentación de dividirnos y mundanizarnos. Tener el valor de mirar a los pobres y escucharlos, porque son miembros de nuestra comunidad y no extraños a los que hay que eliminar de la vista y de la conciencia. Abrir el corazón a los demás, en lugar de concentrarlo en los propios problemas o vanidades personales”.
Misión de paz en el mundo
“Llegamos, en fin, a la tercera fuente de paz: la misión”, afirmó el Romano Pontífice. “Jesús dice a los discípulos: ‘Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes’ (Jn 20,21). […]. En una palabra, lo envió para todos; no sólo para los justos, sino para todos.
“Hermanos, hermanas, estamos llamados a ser misioneros de paz, y esto nos dará paz”, ha señalado el Papa. “Es una decisión; es hacer sitio en nuestros corazones para todos, es creer que las diferencias étnicas, regionales, sociales y religiosas vienen después y no son obstáculos; que los demás son hermanos y hermanas, miembros de la misma comunidad humana; que cada uno es destinatario de la paz que Jesús ha traído al mundo. Es creer que los cristianos estamos llamados a colaborar con todos, a romper el ciclo de la violencia, a desmantelar las tramas del odio”.
“Sí, los cristianos, enviados por Cristo, están llamados, por definición, a ser conciencia de paz en el mundo”, añadió Francisco. “No sólo conciencias críticas, sino sobre todo testigos del amor; no pretendientes de sus propios derechos, sino de los del Evangelio, que son la fraternidad, el amor y el perdón; no buscadores de sus propios intereses, sino misioneros del amor apasionado que Dios tiene por cada ser humano”. Al concluir la homilía, el Papa pidió que nos “decidamos a ser testigos de perdón, protagonistas en la comunidad, personas en misión de paz en el mundo”.
Cardenal Ambongo: “gran comunión”
Tras la celebración, el cardenal Fridolin Ambongo señaló que “para los fieles católicos de Kinsasa y de todo nuestro país, tu presencia aquí es un signo de aliento y consuelo, y constituye, al mismo tiempo, un momento de gran comunión y de reunión en torno a Su Santidad”
“Gracias por estar aquí para nuestras familias, para todos y cada uno de nosotros, para nuestra gente. Estoy seguro de que la Eucaristía que has presidido nos consagrará cada vez más a Cristo y nos obtendrá la gracia de una paz verdadera y duradera, tan deseada por nuestro país. Encomiendo el resto de tu estancia en nuestro país a la intercesión de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora del Congo”.