Vaticano

“Adorar a Jesús no es perder el tiempo”, dice el Papa en la Epifanía

En la Epifanía del Señor, los Magos nos enseñan a “tener la vista fija en el cielo”, en el camino de la vida, de la fe, en la Iglesia, para “no dividirnos según nuestras ideas” y “abandonar las ideologías”, y abrirnos a la esperanza, ha manifestado el Papa Francisco citando a Benedicto XVI. En el Ángelus, ha subrayado que “adorar a Jesús en la Eucaristía no es perder el tiempo”.

Francisco Otamendi·6 de enero de 2024·Tiempo de lectura: 5 minutos
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La Epifanía del Señor ha tenido su epicentro esta mañana en la basílica de San Pedro, con una misa presidida por el Santo Padre, y concelebrada por el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización, junto a otros purpurados.

Han asistido a la celebración numerosos cardenales, obispos y altos eclesiásticos, sacerdotes, y fieles laicos. También se encontraban las seis religiosas argentinas, benedictinas, que forman ya la comunidad monástica del monasterio Mater Ecclesiae, en el que residió el Papa emérito Benedicto XVI durante estos años, hasta su fallecimiento.

Imagen de los pueblos

“Los Magos emprenden un viaje en busca del Rey que ha nacido. Ellos son imagen de los pueblos en camino en busca de Dios, de los extranjeros que ahora son conducidos al monte del Señor, de los lejanos que ahora pueden oír el anuncio de la salvación, de todos los que están extraviados y sienten la llamada de una voz amiga”, ha comenzado señalando el Papa en la homilía, siguiendo al profeta Isaías. “Porque ahora, en la carne del Niño de Belén, la gloria del Señor se ha revelado a todas las gentes, y “todo hombre verá la salvación de Dios”.

 “Observemos a estos sabios que vienen de Oriente y detengámonos en tres aspectos: ellos tienen los ojos fijos en el cielo, los pies sobre la tierra, el corazón postrado en adoración”, ha señalado el Papa.

Los ojos fijos en el cielo

“Los Magos tienen los ojos fijos en el cielo. Ellos levantan la cabeza para esperar una luz que ilumine el sentido de su vida, una salvación que viene de lo alto.  Y así ven surgir una estrella, la más luminosa de todas, que los atrae y los pone en camino. Esta es la clave que revela el verdadero significado de nuestra existencia: si vivimos encerrados en el estrecho perímetro de las cosas terrenales (…), nuestra vida se apaga”, ha meditado Francisco. 

“¡Hermanos y hermanas, los ojos fijos en el cielo!”. ha alentado. “Necesitamos tener la mirada levantada hacia lo alto, también para aprender a ver la realidad desde arriba”. 

En particular, el Pontífice ha marcado tres ámbitos en los que necesitamos al Señor. En primer lugar, “lo necesitamos en el camino de la vida, para hacernos acompañar de la amistad del Señor, de su amor que nos sostiene, de la luz de su Palabra que nos guía como estrella en la noche·. 

“Lo necesitamos en el camino de la fe, para que no se reduzca a un conjunto de prácticas religiosas o a un hábito exterior, sino que se convierta en un fuego que nos quema por dentro y nos hace buscadores apasionados del rostro del Señor y testigos de su Evangelio.

“Lo necesitamos en la Iglesia”

Y en tercer término, “lo necesitamos en la Iglesia, donde, en lugar de dividirnos según nuestras ideas, estamos llamados a poner a Dios en el centro. lo necesitamos para abandonar la ideologías en la Iglesia”. “Ideologías eclesiásticas no, vocación eclesial, sí”, ha añadido fuera del texto escrito. 

“Él, y no nuestras ideas o nuestros planes. Recomencemos desde Dios, busquemos en Él la valentía para no detenernos ante las dificultades, la fuerza para superar los obstáculos, la alegría para vivir en la comunión y en la concordia”, ha proseguido. 

Dios nos abre a una esperanza grande

Los Magos nos enseñan que “el encuentro con Dios nos abre a una esperanza más grande, que nos hace cambiar estilo de vida y nos hace transformar el mundo”, ha considerado el Santo Padre más adelante.

Francisco ha citado en este punto a Benedicto XVI: “Si falta la verdadera esperanza, se busca la felicidad en la embriaguez, en lo superfluo, en los excesos, y los hombres se arruinan a sí mismos y al mundo. […] Por esto, hacen falta hombres que alimenten una gran esperanza y posean por ello una gran valentía. La valentía de los Magos, que emprendieron un largo viaje siguiendo una estrella, y que supieron arrodillarse ante un Niño y ofrecerle sus dones preciosos (Benedicto XVI, Homilía, 6 enero 2008)”.

Adoración: el gusto por la oración

Por último, los Magos tienen el corazón postrado en adoración, ha afirmado el Papa. “Un rey que vino a servirnos, un Dios que se hizo hombre, que tiene compasión de nosotros, sufre con nosotros y muere por nosotros. Ante este misterio, estamos llamados a inclinar el corazón y doblar las rodillas para adorar: adorar al Dios que viene en la pequeñez, que habita la normalidad de nuestras casas, que muere por amor”, ha subrayado.

“Redescubramos el gusto de la oración de adoración”, ha instado a los fieles. “Reconozcamos a Jesús como nuestro Dios y Señor y ofrezcámosle los dones que tenemos, pero sobre todo el don que somos, nosotros mismos”. “Falta la oración entre nosotros”, ha comentado, también fuera del texto previsto. “Que el Señor nos dé la gracia de saber adorar”, ha concluido el Papa.

En el Ángelus

Posteriormente, a las doce del mediodía, el Papa ha rezado la oración mariana del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, y ha ampliado a los fieles sus consideraciones sobre la fiesta de la Epifanía.

Por ejemplo, ha recordado que “hoy celebramos la Epifanía del Señor, es decir, su manifestación a todos los pueblos, representada por los Magos”, que “tras dejarse interpelar por la aparición de una estrella, se ponen en camino y llegan a Belén. Allí encuentran a Jesús, “con María, su madre”, se postran y le ofrecen “oro, incienso y mirra”.

“Adorar a Jesús en la Eucaristía es dar sentido al tiempo”

“En el Niño Jesús, vemos a Dios hecho hombre. Por eso, contemplémosle, maravillémonos de su humildad. Contemplar a Jesús, estar ante Él, adorarlo en la Eucaristía: no es perder el tiempo, sino darle sentido al tiempo; es encontrar el rumbo de la vida en la sencillez de un silencio que alimenta el corazón. Pongámonos también nosotros ante el Niño, detengámonos ante el pesebre”.

Y también encontramos tiempo para mirar a los niños, a los pequeños que también nos hablan de Jesús, con su confianza, su inmediatez, su asombro, su sana curiosidad, su capacidad de llorar y reír espontáneamente, de soñar. Dios es así: niño, confiado, sencillo, amante de la vida (cf. Sb 11,26), soñador: se hizo carne y le encanta compartir con nosotros el misterio de la vida, hecho de lágrimas y sonrisas. 

Jugar con los hijos, como hacen los abuelos

“Detengámonos, pues, a hablar, jugar y reír con nuestros hijos; ¡con paciencia, como saben hacerlo los abuelos! Escuchemos lo que nos dicen y lo que Dios nos dice a través de ellos. Si nos ponemos delante del Niño Jesús y en compañía de los niños, aprenderemos a asombrarnos y partiremos más sencillos y mejores, como los Reyes Magos. Y sabremos

tener miradas nuevas y creativas ante los problemas del mundo”.

“Que María, Madre de Dios y nuestra, aumente nuestro amor al Niño Jesús y a todos los niños, especialmente a los probados por las guerras y la injusticia”, ha rezado.

Oración por la paz, Infancia Misionera

Tras el rezo del Ángelus, Francisco ha mencionado que se cumplen 60 años del encuentro en Jerusalén entre san Pablo VI y el patriarca ortodoxo Atenágoras, con el objetivo de orar juntos, de caminar juntos, de tener un gesto de unidad.

Pidamos por la paz en Medio Oriente, en Palestina, en Israel, en Ucrania  y en todo el mundo, ha alentado el Papa, que ha manifestado su cercanía a las víctimas y familiares de las explosiones en Irán.

El Santo Padre ha recordado la Jornada de la Infancia Misionera, y ha mencionado a los niños de todo el mundo que se implican en la difusión del Evangelio.

El autorFrancisco Otamendi

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