Vaticano

Papa Francisco: “Nadie puede salvarse solo»

El Papa Francisco ha publicado el mensaje por la Jornada Mundial de la Paz, en el cual habla sobre el COVID-19 y nos invita a echar la vista atrás para valorar lo aprendido.

Paloma López Campos·16 de diciembre de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
Pope Francis with children

El Papa Francisco recibe a las familias en el Vaticano (CNS Photo / Vatican Media)

“El COVID-19”, dice el Papa, “nos arrastró en medio de la noche, desestabilizando nuestra vida ordinaria, revolucionando nuestros planes y costumbres, perturbando la aparente tranquilidad incluso de las sociedades más privilegiadas, generando desorientación y sufrimiento, y causando la muerte de tantos hermanos y hermanas nuestros”.

La pandemia ha tenido consecuencias difíciles de imaginar que han sacudido al mundo entero. Esto nos hace ver que “rara vez los individuos y la sociedad avanzan en situaciones que generan tal sentimiento de derrota y amargura; pues esto debilita los esfuerzos dedicados a la paz y provoca conflictos sociales, frustración y violencia de todo tipo. En este sentido, la pandemia parece haber sacudido incluso las zonas más pacíficas de nuestro mundo, haciendo aflorar innumerables carencias”.

Ahora que ha pasado un tiempo, el Papa nos invita a echar la vista atrás “para cuestionarnos, aprender, crecer y dejarnos transformar —de forma personal y comunitaria”. Es importante hacer un examen y cuestionarnos: “¿qué hemos aprendido de esta situación pandémica? ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor?”

Francisco, haciendo también su propio análisis, dice que “la mayor lección que nos deja en herencia el COVID-19 es la conciencia de que todos nos necesitamos; de que nuestro mayor tesoro, aunque también el más frágil, es la fraternidad humana, fundada en nuestra filiación divina común, y de que nadie puede salvarse solo. Por tanto, es urgente que busquemos y promovamos juntos los valores universales que trazan el camino de esta fraternidad humana. También hemos aprendido que la fe depositada en el progreso, la tecnología y los efectos de la globalización no sólo ha sido excesiva, sino que se ha convertido en una intoxicación individualista e idolátrica, comprometiendo la deseada garantía de justicia, armonía y paz. En nuestro acelerado mundo, muy a menudo los problemas generalizados de desequilibrio, injusticia, pobreza y marginación alimentan el malestar y los conflictos, y generan violencia e incluso guerras”.

Sin embargo, no todo es negativo, el Pontífice afirma que “hemos logrado hacer descubrimientos positivos: un beneficioso retorno a la humildad; una reducción de ciertas pretensiones consumistas; un renovado sentido de la solidaridad que nos anima a salir de nuestro egoísmo para abrirnos al sufrimiento de los demás y a sus necesidades; así como un compromiso, en algunos casos verdaderamente heroico, de tantas personas que se han entregado para que todos pudieran superar mejor el drama de la emergencia”.

La pandemia nos ha obligado a buscar la unidad. “Es juntos, en la fraternidad y la solidaridad, que podemos construir la paz, garantizar la justicia y superar los acontecimientos más dolorosos. De hecho, las respuestas más eficaces a la pandemia han sido aquellas en las que grupos sociales, instituciones públicas y privadas y organizaciones internacionales se han unido para hacer frente al desafío, dejando de lado intereses particulares. Sólo la paz que nace del amor fraterno y desinteresado puede ayudarnos a superar las crisis personales, sociales y mundiales”.

Después de la pandemia, no podemos quedarnos quietos, dice el Papa. En primer lugar, debemos “permitir que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad a través de este momento histórico”. Esto implica también que “no podemos buscar sólo protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta, creando las bases para un mundo más justo y pacífico, que se involucre con seriedad en la búsqueda de un bien que sea verdaderamente común”. En definitiva, “estamos llamados a afrontar los retos de nuestro mundo con responsabilidad y compasión”.

El mensaje del Papa termina con una perspectiva esperanzadora para el 2023. Así, el Santo Padre dice que espera “que en el nuevo año podamos caminar juntos, atesorando lo que la historia puede enseñarnos”. Francisco termina felicitando el año y encomendando el mundo entero a la Virgen María: “A todos los hombres y mujeres de buena voluntad, les deseo un feliz año, en el que puedan construir, día a día, como artesanos, la paz. Que María Inmaculada, Madre de Jesús y Reina de la Paz, interceda por nosotros y por el mundo entero”.

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