Vaticano

Menores: “Que las actividades y lugares de la Iglesia sean siempre plenamente seguros”

Del 21 al 24 de febrero se ha desarrollado en el Vaticano un importante encuentro de todos los presidentes de las conferencias episcopales, los superiores de las congregaciones religiosas y diversos miembros de la Curia romana para reflexionar sobre el drama de los abusos de menores en la Iglesia.

Giovanni Tridente·5 de marzo de 2019·Tiempo de lectura: 6 minutos

“Queremos que todas las actividades y los lugares de la Iglesia sean siempre plenamente seguros para los menores; que  se tomen todas las medidas posibles para que semejantes crímenes no se repitan; que la Iglesia vuelva a ser absolutamente creíble  y  fiable  en su  misión de servicio y de educación para los pequeños según la enseñanza de Jesús”.

Con estas palabras, pronunciadas al termino del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, el Papa Francisco ha cerrado simbólicamente el significativo encuentro sobre la “tutela de los menores”, que se ha celebrado en el Vaticano desde el 21 hasta el 24 de febrero, y que ha contado con la participación de alrededor de 200 miembros de la jerarquía eclesiástica, entre presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, representantes de los superiores de las congregaciones religiosas y diversos colaboradores de la Curia romana.

Se trataba de una clausura “simbólica”, porque en sustancia es el comienzo de una nueva aproximación al fenómeno de los abusos de menores por parte de miembros de la Iglesia, que sigue sin duda un recorrido iniciado hace muchos años, ya bajo el pontificado de san Juan Pablo II, y proseguido denodadamente por el Papa emérito Benedicto XVI, pero que ahora entra en la fase más dinámica y proactiva.

Durante cuatro días, lo que podríamos llamar el “vértice” de la Iglesia ha llevado a cabo un doloroso recorrido penitencial, y ha tenido que mirar a la cara aquel “demasiado” mal al que por demasiado tiempo se le ha permitido herir hasta las vísceras profundas de la comunidad eclesial, arruinando la existencia de aquellos que Jesucristo consideró siempre el tesoro más privilegiado a salvaguardar: los niños.

Ciertamente, los problemas no desaparecerán mágicamente, porque el mal entró en el mundo con el “primer hombre” y porque Dios quiere que sus hijos sean siempre libres. Pero hacer dado este gran paso de humillación, que no ha esquivado la mención de las peores responsabilidades también de quien hubiera debido supervisar para que determinados crímenes no ocurrieran, permite esperar que se haya finalmente emprendido la dirección justa.

Testimonios

Ha sido significativo que los numerosos cardinales y obispos que representaban a las Iglesia en todo el mundo pudieran escuchar, de la viva voz de los heridos de por vida, los dramáticos testimonios de los abusos que han sufrido por parte de quienes más bien hubieran debido cuidarlos.

Y es un bien que finalmente haya dejado de estar en el centro del problema la obsesiva salvaguardia del buen nombre de la Iglesia, de la diócesis, del obispo o de la comunidad parroquial, sino la víctimas, las víctimas, a las que ante todo se les ha de garantizar que se les creerá (tomando en serio lo que tengan que decir) y un total apoyo. No sirve de nada esconder, y la experiencia del pasado ha demostrado que eso es incluso causa de otros males, otros abusos, otros e infinitos dramas físicos y morales.

El Papa Francisco ha estado presente toda la duración del encuentro, en el que se ha puesto en primer lugar la oración, una oración ciertamente penitencial pero también de invocación del Espíritu Santo, para que en este pequeño cenáculo eclesial pudiese entra la luz de la curación para todos y de la necesaria acción de reparación y salvaguardia.

Se han dicho muchas cosas, se ha escucha- do mucho, se ha rezado, se ha rectificado, se ha debatido. Ahora cada uno, cuando vuelva a su comunidad en los diversos rincones del planeta, deberá transmitir a los que quedaron allí esta nueva mentalidad de hacerse cargo del problema de manera activa y proactiva, de manera que, como ha repetido el Papa Francisco, “todas las actividades y lugares de la Iglesia sean siempre plenamente seguras para los menores”.

Concreción

Es tanto el material manejado en el encuentro, que el comité organizador ha decidido justamente reunirse después en los días sucesivos, para realizar un necesario y oportuno seguimiento, que puede ir en la línea de la “concreción” que el Santo Padre había pedido precisamente en el discurso de apertura de la reunión sobre los abusos.

Porque es verdad que las diagnosis son necesarias para encuadrar honestamente los fenómenos, pero una vez conocidos los problemas y las causas hay que pasar a las terapias y curar los cuerpos rotos y tristemente marcados por el mal. Además de por otras razones, al menos porque “el santo Pueblo de Dios nos mira y espera de nosotros no condenas simples  y  obvias,  sino  medidas  concretas y eficaces a adoptar”, ha dicho el Papa.

Entre las primeras iniciativas concretas que se adoptarán, ha declarado a los periodistas en el último briefing organizado por la Sala Stampa vaticana el moderador del encuentro, Federico Lombardi, estará un Motu proprio del Papa “para reforzar la prevención  y la lucha contra los abusos  en la Curia  romana y en el Estado de la Ciudad del Vaticano”, acompañando a una nueva ley del Estado y las oportunas líneas guía.

Por su parte, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicará un vademécum que ayudará a los obispos del mundo a comprender claramente cuáles son sus deberes y sus competencias.
Por deseo del Santo Padre, se crearán además task forces de personas competentes para ayudar a las conferencias episcopales y a las diócesis que encuentren dificultades al afrontar estos problemas, o para realizar las iniciativas convenientes.

El programa de los trabajos ha previsto tres jornadas intensas de conferencias –dedicadas a tres temas específicos: responsability, accountability e transparency–, con dos relatores por la mañana y uno por la tarde, introducidas siempre por la oración inicial y jalonadas de espacios para las preguntas y los trabajos en grupo, cuyas conclusiones han sido presentadas al final de cada día.

Como decíamos, han sido impactantes y al mismo tiempo necesarios los testimonios de víctimas de abusos, provenientes de varias naciones y continentes, que han sido ofrecidos cada día, también como motivo para acompañar la oración de grupo.dos relatores por la mañana y uno por la tarde, introducidas siempre por la oración inicial y jalonadas de espacios para las preguntas y los trabajos en grupo, cuyas conclusiones han sido presentadas al final de cada día.

Los encargados de las relaciones han sido los cardenales y obispos, pero también tres mujeres, una monja y dos laicas, de diversas proveniencias para demostrar que se trata de un fenómeno global.

Penitencia

El lavacro de la “liturgia penitencial”, celebrada al término de la tercera jornada, ha tenido asimismo su fuerte impacto emotivo, también por la claridad con que todos los obispos reunidos en la Sala Regia ante la imagen del Crucificado sangrante han pedido perdón, confesando las violencias cometidas “respeto de los menores y los jóvenes”, la incapacidad de proteger a “los que más tenían necesidad de nuestra atención”, la cobertura dada a los culpables y la reducción de las víctimas al silencio, omitiendo la “ayuda cuando era necesaria”.

En el discurso final del encuentro, pronunciado al final de la Santa Misa con todos los participantes también en la Sala Regia, para mantener el clima de recogimiento y de oración necesario, el Papa Francisco ha subrayado que aunque se trata de un fenómeno ampliamente difundido a nivel mundial –como demuestran una serie de estadísticas de cualificados organismos– en el caso de la Iglesia adquiere mayor gravedad y escándalo “porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética”.

Misterio del mal

Es difícil encontrar una explicación plausible sobre por qué ocurre eso, pero una respuesta puede alcanzarse seguramente reconociendo “humildemente y con valor”, “que estamos delante del misterio del mal, que se ensaña contra los más débiles porque son imagen de Jesús”. “Satanás”, ha añadido el Santo Padre fuera del texto previsto. Sin reconocer esta dimensión “estaremos lejos de la verdad y sin verdaderas soluciones”.

Por tanto, junto a las medidas prácticas sobre todo hay que tomar “medidas espirituales que el mismo Señor nos enseña: humillación, acto  de  contrición,  oración,  penitencia. Esta es la única manera para vencer el espíritu del mal. Así lo venció Jesús”.

Después, el objetivo será “escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren”, y la Iglesia lo hará –ha sugerido el Papa Francisco– en cuatro dimensiones específicas, que van desde el objetivo primario de la tutela de los niños, con un cambio de mentalidad para “combatir la actitud defensiva-reaccionaria de salvaguardar la Institución, en beneficio de una búsqueda sincera  y  decisiva del bien de la comunidad”, y cultivar “seriedad impecable” en el afrontar el fenómeno; pasando por la exigencia de una correcta y equilibrada selección y formación de los candidatos al sacerdocio; reforzando aún más las líneas guía de cada una de la conferencias episcopales, y acompañando a las personas que han sufrido abusos; esto, sin descuidar el inmenso fenómeno del “mundo digital”, que facilita a menudo el acceso a este mal, y el “turismo sexual”, plaga mundial a combatir y reprimir.

Conversión y humildad

No obstante, el Papa ha querido dar las gracias a tantos sacerdotes y religiosos que se gastan por anunciar el Evangelio, y educan y protegen a los pequeños e indefensos, dando su vida en el seguimiento de Jesús; y ha concluido afirmando que el mejor resultado y más eficaz en este renovado camino al servicio del bien y de la verdad podrá venir solamente de una “conversión personal y colectiva” y de “la humildad de aprender, escuchar, asistir y proteger a los más vulnerables”.

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