Cultura

Mujeres protagonistas de la historia medieval: santa Matilde de Ringelheim

En esta serie de artículos, José García Pelegrín recorre las vidas de algunas mujeres que protagonizaron la historia medieval en Alemania. La protagonista es Matilde, esposa de Enrique I, conocida como la "suegra de Europa".

José M. García Pelegrín·5 de septiembre de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos
Santa Matilde

Litografía de santa Matilde de Ringelheim (Wikimedia / Wellcome Library, London)

A lo largo de la Edad Media, destacaron mujeres que supieron imponerse en un mundo dominado por hombres y ejercieron una influencia duradera en la sociedad y la Iglesia. Resulta significativo que en los albores del (sacro) imperio romano-germánico, durante prácticamente todo el siglo X, surgieron cuatro figuras femeninas que desempeñaron un papel crucial en la consolidación del reino.

En 919, Enrique I fue elegido rey del “reino franco oriental”, convirtiéndose en el primer rey que no pertenecía a la dinastía franca, sino a la estirpe de los Liudolfinger. Se da comienzo así a la dinastía “otónida” o “sajona”, ya que antes de su elección era duque de Sajonia. Esta transición marcó el inicio de la historia alemana al consolidar la división del Imperio Carolingio en tres partes, con los nietos de Carlomagno. La parte oriental, gobernada a partir de 843 por Luis, conocido como “el Germánico”, sería la cuna de Alemania.

La primera reina consorte «alemana»

Mathilde o Matilde, es la esposa de Enrique I, y se la puede considerar la primera reina consorte “alemana”. Matilde era descendiente de aquel Widukin que durante años se había opuesto a los planes de expansión de Carlomagno hacia el este; su título como duque de Sajonia (más bien, la actual Westfalia) está históricamente probado. Su bautismo, tras ser derrotado por las huestes francas en 785, fue especialmente celebrado por el Papa Adriano I.

Matilde nació alrededor del año 896; de su educación estuvo a cargo de su abuela, también llamada Matilde, en el monasterio de Herford. En 909, contrajo matrimonio con Enrique, quien tres años más tarde se convertiría en duque de Sajonia y en 919, como se mencionó anteriormente, en rey franco-oriental o “alemán”.

Matilde se convirtió en madre del emperador cuando su primogénito Otón I (912-973) fue coronado como tal en 962; el imperio romano-germánico que comienza entonces existiría hasta 1806. Pero Matilde también pasó a la historia con el sobrenombre de “suegra de Europa”, ya que casó a sus hijas con importantes príncipes, anticipando unos 500 años el lema de la Casa de Austria “Tu, felix Austria, nube”.

Casó a su hija Gerberga (913-969) primero con el duque Giselbert de Lotaringia (Lorena) y luego con el rey carolingio Luis IV de Francia; la segunda hija Hadwig (914–965 aprox.) contrajo matrimonio con Hugo Capeto; de los otros dos hijos varones, Heinrich (922–955) fue nombrado duque de Baviera en 948 y Bruno (925-965) fue elegido arzobispo de Colonia y duque de Lotaringia (Lorena), dando comienzo así al “sistema de la Iglesia imperial”, en el que los obispos asumían importantes funciones seculares. La dinastía otona y luego la sálica gestionará de ese modo una de las grandes cuestiones de la Edad Media: las relaciones entre “trono” y “altar”.

Promotora de la vida religiosa

Sin embargo, Matilde destacó también por su promoción de los monasterios femeninos, ya en vida de su marido. Pero fue tras el fallecimiento de este cuando realizó la fundación más importante para preservar la memoria del difunto: la abadía de San Dionisio y San Servando de Quedlinburg, que se alza sobre la colina del castillo de Quedlinburg, se convirtió en el centro de oración y conmemoración de difuntos más importante del Imperio franco oriental. Allí, al igual que en otras abadías, se educaba a las hijas de la alta nobleza que más tarde contraerían matrimonio con destacadas personalidades de la nobleza, fortaleciendo así el poder del reino.

Matilde también fundó otras abadías, como Enger y Nordhausen. Para todos los monasterios femeninos de Sajonia Oriental obtuvo además privilegios papales. Por su dedicación a las obras de misericordia, en las que gastó toda su fortuna, fue canonizada como “Matilde de Ringelheim”.

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