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Mateusz Adamski: «La guerra me exige reflexionar sobre amar a los enemigos»

El pasado febrero la guerra de Ucrania cumplió dos años. El padre Mateusz, párroco en Kiev, nos cuenta en esta entrevista cómo se están viviendo estos difíciles momentos en la capital ucraniana.

Loreto Rios·4 de marzo de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos

El padre Mateusz Adamski es un sacerdote polaco, actualmente párroco de la Asunción de la Santísima Virgen María en Kiev (Ucrania), además de vicerrector del seminario Redemptoris Mater de la misma ciudad. Al principio de la invasión, mantuvo a salvo a decenas de personas de los bombardeos poniendo a su disposición los sótanos parroquiales.

El pasado 24 de febrero se cumplieron dos años desde el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania. Recientemente, Ayuda a la Iglesia Necesitada ha lanzado una campaña para ayudar a Ucrania en estos difíciles momentos.

El padre Mateusz explicó en la presentación de esta campaña que, pese a la dureza de la guerra, este tiempo ha sido también “un tiempo de gracia”, en el que “hemos podido tocar a Dios vivo realmente” y “sentir el Paraíso con las manos”.

En esta entrevista, nos cuenta cómo están viviendo en su parroquia en Kiev este periodo de guerra y cómo se puede rezar por los enemigos aun en medio del dolor.

¿Cómo se está viviendo actualmente la situación en Kiev? ¿Ha cambiado en algo con respecto al principio del conflicto?

Actualmente la situación está en un punto bastante delicado porque por un lado no sabemos cuándo terminará el conflicto. Por otro lado, la gente está cansada psicológicamente. Los hombres tienen miedo a la movilización, que cada vez es más intensa. También hay tantos que estaban en el frente y que por los ataques no se sabe cuál es su paradero. Es verdad que en Kiev la situación es más tranquila. Eso sí, con bombardeos esporádicos. Eso hace que se viva en una constante tensión. Son varios los parroquianos que tenemos en el ejército y, según nos cuentan, las consecuencias físicas y psicológicas quedarán para largo tiempo.
La gente trata de hacer vida normal, ya que el trabajo y los ingresos son necesarios para vivir, pero con miedo constante en el cuerpo.

¿En qué ha cambiado la guerra su labor allí?

Al principio de la guerra, una parte importante de los parroquianos salieron de Kiev. Aunque actualmente han vuelto la mayoría. Prácticamente, desde el inicio de la guerra a través de la ayuda humanitaria recibida del extranjero nos dedicamos a ayudar a los parroquianos y a los refugiados. Una novedad importante es que ha aumentado el número de niños para la catequización de primera comunión, de poscomunión, y el grupo de jóvenes. Vemos como esta situación está acercando a tanta gente que antes no venía. Hemos preparado a un buen número de gente para los sacramentos. También se han formado nuevos grupos pastorales para los jóvenes, que se reúnen todos los viernes. Tenemos un grupo de personas mayores que una vez a la semana se reúne para rezar por la paz y para hablar de distintos temas que les ayudan a profundizar en su fe. Por ello, vemos cómo el Señor sigue llamando a la gente en su amor y celo por su salvación.

¿Cómo vive su llamada al sacerdocio en medio de un conflicto de estas características?

Yo, como ecónomo de la diócesis, estoy trabajando con los documentos y proyectos para ayudar a la gente en necesidad. Pero esta situación me exige vivir el hoy, en la gracia de rezar para no perder la esperanza, y también me exige reflexionar sobre el mandamiento de amar al enemigo, que me toca fuertemente en este tiempo de guerra y que se manifiesta especialmente en las oraciones comunes con el pueblo de Dios por nuestros enemigos.

Vivir esta situación dolorosa, ¿afecta de algún modo a la fe de los feligreses?

Esta situación ha hecho que los feligreses recen más fervorosamente y que el mandamiento del sermón de la montaña de amar a los enemigos les purifique en su camino de fe, aunque esto suponga ir en contra de ellos mismos. Esto les está fortaleciendo en la fe a través de la oración en común. Y veo, como he dicho anteriormente, que les ayuda a pasar la fe a sus hijos llevándolos a las catequesis de la parroquia.

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