El 28 de agosto se conmemoraron 60 años del emblemático evento que marcó uno de los momentos más importantes de la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos en Washington D.C.: «La marcha por el trabajo y la libertad». En esa ocasión, 250 mil personas marcharon desde el Monumento a George Washington hasta la explanada del Memorial de Abraham Lincoln en la Explanada Nacional («National Mall») para protestar contra la discriminación racial y apoyar lo que entonces era solo una propuesta de ley sobre los derechos civiles para ser aprobada en el Congreso norteamericano.
Aquella convocatoria del 28 de agosto de 1963 fue lanzada por el grupo conocido como los «Seis grandes» del movimiento de los derechos civiles en EUA: James Farmer, John Lewis, A. Philip Randolph, Roy Wilkins, Whitney Young y el Rev. Dr. Martin Luther King Jr.
Los participantes en la marcha pedían igualdad ante la ley para todos: blancos, negros, asiáticos, hispanos, sin distinciones. Este evento fue uno de los vértices que dieron forma a la lucha por los derechos civiles en Norteamérica. Una batalla que ya se había iniciado desde los años cincuenta pero que se concretaría con una serie de acontecimientos clave. En primer lugar, la decisión del Tribunal Supremo de EUA en el histórico veredicto conocido como «Brown v. Board of Education» de 1954.
La Corte dictaminó que las leyes que establecían la segregación racial en las escuelas públicas eran inconstitucionales, incluso cuando dichas instituciones se regían bajo el principio de «segregadas pero iguales». Este veredicto anuló así la decisión de 1896 «Plessy v. Ferguson» que declaraba como constitucional la segregación racial. El caso de «Brown v. Board of Education» se inició cuando en 1951 una escuela pública en Topeka, Kansas, se negó a inscribir en el colegio a la hija de un afroamericano llamado Oliver Brown. Su familia y otras doce más presentaron una demanda ante el Tribunal de Distrito de Kansas. La sentencia fue negativa y por ello Brown, junto con Thurgood Marshall apelaron el fallo introduciéndolo ante la Corte Suprema. Marshall se convertiría más tarde en uno de los más grandes juristas norteamericanos y el primer afroestadounidense elegido juez en el Tribunal Supremo.
El boicot de autobuses
Otro acontecimiento que marcaría la historia de la lucha por los derechos civiles fue el llamado «Boicot de autobuses de Montgomery», Alabama, iniciado por Rosa Parks, una mujer estadounidense que fue arrestada por negarse a ceder su asiento del autobús de transporte público a una persona blanca. Hasta inicios de los años cincuenta los afroamericanos sólo se podían sentar en la parte trasera. Por dicha conducta fue encarcelada y multada. Esto provocó un boicot contra los autobuses públicos de Montgomery, protesta que fue dirigida por un pastor bautista poco conocido: Martin Luther King Jr.
A la manifestación de Alabama le seguiría otra en la costa este, la llamada «Sit-ins de Greensboro». En 1960 un grupo de estudiantes universitarios afroamericanos fueron a una tienda de la cadena «Woolworth» ubicada en Greensboro, Carolina del Norte, para comprar artículos y luego decidieron quedarse a almorzar en el mostrador. Al verlos cómodamente sentados y listos para pedir comida, la camarera les dijo enfáticamente: «Lo siento. Aquí no servimos a negros». Y se les pidió desalojar. Ante la negativa de los estudiantes el gerente intervino. Sin embargo, persistieron y se quedaron sentados («sit-in») en las bancas del mostrador hasta que la tienda cerró. Esta misma acción de quedarse sentados se repitió en otras tiendas similares de la región. Aunque muchos de los que participaron en dichos «sit-ins» fueron llevados presos por «conducta desordenada» y «perturbación de la paz», sus acciones tuvieron un impacto que trascendería las fronteras de Carolina del Norte, pues unos meses más tarde Woolworth y otros establecimientos públicos eliminarían sus políticas segregacionistas.
La marcha de agosto
La lucha por los derechos civiles tuvo su auge en «La marcha por el trabajo y la libertad» del 28 de agosto de 1963 en Washington D.C. El evento contó con la participación de varias personalidades, entre ellas Bob Dylan y varias luchadoras de los derechos civiles como Rosa Parks y Myrlie Evers, entre otras. El discurso final de dicho evento fue pronunciado por el Rev. Martin Luther King Jr., a los pies del Memorial de Abraham Lincoln, el presidente que en 1863 había proclamado la emancipación de tres y medio millones de afroamericanos esclavizados. Martin Luther King Jr., dijo: «Tengo un sueño: que un día sobre las rojas colinas de Georgia los hijos de quienes fueron esclavos y los hijos de quienes fueron propietarios de esclavos puedan sentarse juntos en la mesa de la fraternidad. Tengo un sueño: que un día incluso en el estado de Mississippi, un estado sofocante por el calor de la injusticia, sofocante por el calor de la opresión, se transforme en un oasis de libertad y justicia. Tengo un sueño: que un día allá abajo en Alabama… niños negros y niñas negras puedan darse la mano con niños blancos y niñas blancas, como hermanas y hermanos».
Un año después de esta histórica marcha el Congreso norteamericano aprobó la Ley de Derechos Civiles de 1964, la cual prohibió la discriminación civil y laboral basada en el sexo o la raza. Desde esa fecha hasta ahora se han dado avances y victorias legislativas en los derechos civiles.
Una lucha que sigue
Sin embargo, aún queda mucho trabajo por hacer, tal como lo reconoció el arzobispo de Baltimore William E. Lori en un mensaje que emitió con motivo del 60 aniversario de la marcha en Washington D.C.: «Tal vez nos consuele el progreso obtenido hasta ahora. O quizá tengamos la falsa creencia de que hemos llegado a una sociedad post-racial, en la cual, como señalaba el Dr. King la gente no es juzgada por el color de su piel. No obstante, basta mirar las desigualdades sociales que existen en materias de salud, patrimonio y prosperidad entre los grupos raciales en EUA, para darse cuenta de que aún no hemos llegado».
Esas disparidades sociales, afirma Lori, son las consecuencias que aún se arrastran del racismo que prevaleció en el país durante décadas y que algunos han denominado uno de los pecados originales de EUA. Ante ello, Mons. Lori dijo que es necesaria una continua conversión de corazón. Para hacerlo es necesario acudir a la doctrina social de la Iglesia, arraigada en la dignidad de la persona humana. «La sociedad pacífica y compasiva que el Dr. King soñó requiere la gracia de Dios y nuestro compromiso de enseñar, aprender y practicar acciones no violentas para fomentar el cambio social». El Arzobispo Lori exhortó a reflexionar sobre el racismo a partir de dos reflexiones pastorales de su autoría denominadas: «El poder perdurable del Dr. Martin Luther King Jr., y los principios de la no violencia», del 2018 y «El itinerario a la justicia racial: arrepentimiento, sanación y acción» del 2019.
Las consecuencias de décadas de segregación racial se dejan sentir 60 años después de la histórica marcha en la capital de la nación. El sueño del Dr. King aún está por realizarse tal como él lo planteó. «Y cuando esto ocurra y cuando permitamos que suene la libertad, cuando la dejemos sonar desde cada poblado y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar la llegada de aquel día en el que todos los hijos de Dios, hombres blancos y hombres negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos, sean capaces de juntar las manos y cantar en las palabras del viejo (cántico) espiritual negro: “¡Al fin libres! ¡Al fin libres! ¡Gracias a Dios Omnipotente! Somos al fin libres».