Manos Unidas ha comenzado este año un trienio de lucha contra el hambre, que culminará en 2018, justo cuando esté próxima la celebración de los 60 años de existencia de esta ONG de la Iglesia católica especializada en fomento del desarrollo. En estos tres años centrará sus esfuerzos en combatir las principales causas del hambre: el mal uso de los recursos alimentarios y energéticos; un sistema económico internacional que prima el beneficio; y unos estilos de vida que aumentan la vulnerabilidad y la exclusión.
Soledad Suárez, presidenta de Manos Unidas, señaló en la presentación de la campaña que “es inadmisible que el hambre pueda permitirse en pleno siglo XXI, en un mundo de abundancia como el nuestro”, y que “es contrario a la lógica, a la ética y a la moral que una de cada nueve personas en la tierra pase hambre, mientras que cada año se pierden y se desperdician 1/3 de los alimentos que se producen”. Aludía al dato facilitado por la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) según el cual 795 millones de personas pasan hambre en el mundo, y a una cifra publicada recientemente por el ministerio español de Agricultura, Alimentación y Medioambiente español: cada año se tiran a la basura 1.300 millones de kilos de comida.
Este año pusieron rostro y nombre a la campaña de Manos Unidas Victoria Braquehais, religiosa española de la Pureza de María que dirige un instituto en el poblado de Kancence, al suroeste de la República Democrática del Congo, y el doctor Carlos Arriola, que trabaja en el centro de recuperación nutricional infantil de Jocotán, en Guatemala.
En su encrucijada contra el hambre, Manos Unidas considera que el esquema Norte-Sur, en el que los países ricos señalan a los pobres el camino a seguir, ha dejado de ser válido. Además, como sugiere el Papa Francisco en la encíclica Laudato si’, se hace necesario relacionar el desarrollo con el medio ambiente y la sostenibilidad.
En esa dirección, entre finales de 2015 y primeros de 2016, Manos Unidas ha apoyado diversas emergencias en Etiopía y Zimbabue, donde la falta de lluvias hace pensar en una gran tragedia humanitaria; en contraste con el fenómeno de El Niño que ha obligado a atender llamadas de emergencia por inundaciones en Paraguay, Congo e India.
En el capítulo de ayuda a refugiados, Manos Unidas ha apoyado en Jordania proyectos de acogida a refugiados sirios e iraquíes y de refugiados que huyen del conflicto en Sudan del Sur. Y ha contribuido a mejorar las condiciones de vida de los desplazados en Tailandia, Colombia, República Centroafricana y Congo.
Toda esta labor no sería posible, lógicamente, sin el apoyo de los casi 79.000 socios y colaboradores de Manos Unidas, así como de las aportaciones de instituciones públicas y privadas. Los ingresos de Manos Unidas en 2015 se incrementaron en un 4,7 % y alcanzaron la cifra de 45,1 millones de euros. Un aumento que se debe a las donaciones privadas, que crecieron un 5,4 % respecto a 2014.
Con estos ingresos ha sido posible aprobar cerca de 600 proyectos de desarrollo en beneficio, de manera directa, de 2,8 millones de personas. En 2016, y sólo para la ejecución de proyectos de seguridad alimentaria, Manos Unidas destinará 11 millones de euros; un 10 % más que en 2014 y que en 2015..