Tras la publicación de un libro y la emisión de un reportaje televisivo, la polémica sobre el legado de san Juan Pablo II se ha recrudecido en Polonia. Los autores le acusan de encubrir casos de pederastia cuando era Arzobispo metropolitano de Cracovia. Las acusaciones se basan en denuncias poco fiables de la época comunista.
Un libro escrito por el periodista holandés Ekke Overbeek y un reportaje televisivo en una cadena privada se hicieron públicos en Polonia al mismo tiempo. Algunos creadores de opinión aceptaron inmediatamente como creíbles las tesis contenidas en ambos acerca del comportamiento del cardenal Karol Wojtyła respecto a ciertos sacerdotes pedófilos.
Por el contrario, numerosas asociaciones e instituciones se levantaron en defensa de la memoria del Papa santo; incluso el Parlamento polaco emitió una resolución al respecto.
Sin embargo, el mayor mérito reside en los análisis, sobre todo históricos, de los materiales que utilizaron los autores de estas acusaciones quienes se basaron en documentos de los servicios secretos comunistas almacenados en el Instituto de la Memoria Nacional.
Acusaciones falsas y desacreditación de la Iglesia
Antes de 1989, en Polonia existía una lucha sistemática contra la Iglesia por parte del régimen comunista.
Además de la falta de libertad religiosa hubo incluso asesinatos del clero.
Los servicios estatales se nutrían de una red de informadores, entre los había también sacerdotes. A veces, el aparato estatal utilizaba sus conocimientos acerca de datos problemáticos como medio de control; por ejemplo, que un sacerdote abusaba del alcohol o tenía un hijo, para chantajearle y conseguir que cooperara. Los informadores recogían noticias de diversa calidad y también numerosos rumores.
El libro de Ekke Overbeek comienza con acusaciones contra el predecesor y mentor del cardenal Wojtyła, el cardenal Adam Sapieha. El autor cita las denuncias del sacerdote Anatol Boczek, a quien el cardenal suspendió del sacerdocio.
Boczek describe dos encuentros con el cardenal Sapieha en 1950, durante los cuales supuestamente sufrió abusos. Ahora bien, basta comprobar las fechas para dudar de esta explicación: el enfermo cardenal Sapieha tenía entonces 83 años, y supuestamente golpeó al joven sacerdote. Sin embargo, como señala el historiador profesor Paweł Skibiński, el autor del libro no reflexiona sobre la realidad fáctica de las acusaciones.
La mención del cardenal Sapieha es importante en la medida en que es directamente, por así decirlo, una introducción al ataque contra el posterior cardenal Wojtyła. La tesis es que el propio Wojtyła se vio afectado por abusos y que esto influyó en su actitud hacia los abusos sexuales. Algo que ni siquiera los funcionarios comunistas de la época habrían inventado.
El reportaje televisivo cita los casos de tres sacerdotes cuyos delitos sexuales habría encubierto el cardenal Wojtyla siendo arzobispo de Cracovia. Como señala el historiador del Instituto de la Memoria Nacional, el profesor Rafał Łatka, uno de estos sacerdotes fue enviado por el futuro Papa la diócesis a la que pertenecía ya que no formaba parte del clero de Cracovia. Así pues, actuó de acuerdo con el derecho canónico. En el segundo caso, el sacerdote fue suspendido y se le prohibió ejercer mientras que en el caso del tercer sacerdote, no existen pruebas convincentes de que el cardenal conociera los abusos. Además, no se sabe exactamente en qué consistieron.
La conclusión es que estos materiales periodísticos han sido preparados bajo una tesis prefabricada.
Los autores no verificaron las fuentes, que proceden de un contexto muy concreto. Además, como ha señalado el historiador Dr. Marek Lasota, «ni siquiera hubo una solicitud a la curia de Cracovia para acceder al material fuente sobre los clérigos sobre los que escribe Overbeek». Lo mismo ocurrió con el reportaje televisivo.
«Fabricación» de documentos
El arzobispo Grzegorz Ryś, historiador que formó parte de la comisión histórica que investigó el periodo de Cracovia del cardenal Karol Wojtyła durante el proceso de canonización subraya que una de las claves para interpretar los documentos es que se trataba de un Estado comunista totalitario, donde las autoridades de la época estaban en guerra contra la Iglesia y la nación. “Puedo mostrar los documentos de la época del cardenal Karol Wojtyła en Cracovia, que se fabricaron no para resolver nada en aquel momento, sino para orientar la reflexión 50 años después. Se trata de una disputa sobre la memoria”, subrayó el arzobispo Ryś.
El modo en que actuaban los servicios estatales de aquella época queda ilustrado, por ejemplo, por el caso del sacerdote Roman Kotlarz, que fue asesinado. Cuando aún vivía, el SB (Służba Bezpieczeństwa, el servicio de inteligencia y policía secreta comunista) difundió el rumor de que el sacerdote Kotlarz se veía con mujeres y era alcohólico. La consecuencia de esto fue que, hace 10 años cuando el obispo de Radom preguntó a los sacerdotes de la diócesis sobre la posibilidad de abrir el proceso de beatificación de Kotlarz, como mártir, los sacerdotes dijeron que era promiscuo y un borracho. “¿Funcionó? ¡Funcionó!” – explica el arzobispo a los jóvenes refiriéndose a los métodos utilizados entonces.
Asimismo, los documentos también podrían haber sido «fabricados» deliberadamente. Por ejemplo, el arzobispo Rys encontró en los archivos una carta de un activista comunista que elogiaba al cardenal Wojtyla. “¿Por qué escribir una carta que era una total mentira? Para que, tiempo después, quien acudiera a los archivos encontrara esta carta […]. Fue una carta escrita con la esperanza de crear otra memoria», afirma el arzobispo.
Como se ve, es fácil restar credibilidad a las tesis presentadas en los medios de comunicación sobre el supuesto encubrimiento estos casos por parte del cardenal Wojtyła. Desgraciadamente, la campaña mediática en Polonia es fuerte, lo que puede hacer pensar a mucha gente: ¿Tal vez haya algo de cierto después de todo? Esto demuestra lo importante que es pensar de forma crítica y tener al menos un poco de conocimiento sobre los tiempos pasados en Polonia.
Hay mucho en juego. Nada puede dañar la santidad de Juan Pablo II, pero socavar su autoridad en su patria nos daña a nosotros mismos, a nuestra identidad. Porque Juan Pablo II sigue siendo para mucha gente un punto de referencia y una guía. Pero las generaciones más jóvenes saben cada vez menos de él y no tuvieron la oportunidad de conocerlo, por lo que debemos luchar por su memoria.