Este 11 de febrero, día de la Virgen de Lourdes, el Santo Padre Francisco canonizará a una mujer nacida en un lugar lejano del puerto de Buenos Aires: Santiago de Estero, la primera diócesis de Argentina.
De este modo, un Papa jesuita canonizará a una mujer que hizo del espíritu ignaciano su camino de santidad. Como el Cura Brochero, santo sacerdote de las sierras cordobesas de argentina, “Mama Antula” hizo de los ejercicios espirituales el camino para el encuentro con Dios, trabajando incansablemente para evangelizar desde la experiencia de buscar y hallar la voluntad de Dios como enseña el santo de Loyola.
Investigadores históricos y religiosos aseguraron, en diálogo con los medios que cubren la canonización, que María Antonia de Paz y Figueroa intentó «llegar a todos los necesitados, convocando a todas la clases sociales» y describieron su obra como una de las expresiones «más fuertes de la evangelización popular del país».
Nacida en 1730 en Santiago del Estero, Mama Antula era descendiente de una destacada familia que comenzó su práctica religiosa al acercarse a los jesuitas «con una decisión libre y espontánea que brotó del amor a raíz de su vocación cristiana», según ha indicado la historiadora Graciela Ojeda de Río, quien desde 1980 se dedica a difundir la vida de esta beata.
«Es una mujer de fe, laica, comprometida con la iglesia. Como las primeras beatas de la historia, muy cultas, que leían, se instruían y servían a la sociedad sin mirar a quién, e intentaban llegar a todos los necesitados, convocando a todas la clases sociales», ha comentado también esta historiadora.
Después de un proceso que se inició en 1767, los jesuitas fueron expulsados de la región. Sin embargo, Mama Antula continuó su predicación por varias provincias del país, en un periplo que le demandó caminar más de 5.000 kilómetros.
Nunca podemos olvidar el contexto histórico y geográfico de cada santo. Mama Antula inició su tarea en una realidad inhóspita, carente de medios y con la sola convicción que le daba su fe y su conciencia de la misión recibida. No se aburguesó en su vida, sino que “salió a las periferias de su época” para acercar a Dios a todos los hombres y mujeres de su tiempo.
La predicación de Mama Antula
Comenzó su predicación a la edad de 49 años y «caminó miles de kilómetros por campos, caseríos y ciudades, villas y suburbios buscando corazones», señala Aldo Marcos de Castro Paz, miembro de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, que escribió el retrato documental de la beata. «Su obra es una de las expresiones más fuertes de la evangelización popular en nuestro país. En un tiempo que se regía por las honras del linaje, etiqueta, heredades y jerarquías, logró que tanto hombres como mujeres asistieran a los mismos retiros, que todos comieran del mismo pan”, añade de Castro Paz.
Asimismo, comenta este experto en la santa que «ayudó a las comunidades originarias a construir su propio sentido de identidad nacional», al tiempo que «promovió la dignidad del trabajo», al instruir a las mujeres en labores y a los hombres en la construcción de sus propias viviendas.
En Mama Antula vemos una antesala del protagonismo de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. Con su genio femenino, como solía decir san Juan Pablo II, la mujer sostiene los valores y tradiciones de los pueblos. No debemos olvidarnos de que Mama Antula toma esa “determinada determinación” de la que habla san Ignacio después de que los jesuitas fueran expulsados. En la Iglesia son las mujeres las que sostienen la fe y las tradiciones.
Una mujer de oración
Mama Antula es canonizada en el marco del “Año de la Oración” que el Papa inició en enero de 2024. Su gran apostolado a través de los ejercicios espirituales constituye su camino eficaz de evangelización. Los ejercicios, aun en gente muy sencilla, son una experiencia cercana con el mismo Dios. No dejó ningún día de trabajar para que los hombres y mujeres se encontrasen con el Padre misericordioso.
Con su llegada a Buenos Aires en 1779, la construcción de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales fue uno de los principales objetivos de la beata. Cintia Suárez, investigadora de la santa, señala que logró levantarla sobre terrenos donados y con fondos provenientes de limosnas de los fieles.
«Ella quería ayudar, servir a un sector de la sociedad desposeído y olvidado, pero no como monja. De hecho, no hace voto de obediencia, sí de castidad y de pobreza, pero no de obediencia en ninguna orden”, explica Suárez.
Los ejercicios espirituales consisten en meditaciones que incluyen silencio, lecturas y charlas con un sacerdote.
«Esto es porque los jesuitas tenían la certeza de que Dios obraba de forma personal con cada uno, y que hombres y mujeres tenían la posibilidad de comunicarse de forma directa con él a través de su espíritu e intelecto», señala Ojeda de Río, quien es la encargada de las visitas guiadas a la Santa Casa de Ejercicios Espirituales.
Comprometida con su pueblo
Mama Antula «fue la pionera de la defensa de derechos humanos porque se movilizó a favor de la gente, de los indios, de los mulatos, en una época en la que las clases sociales no se mezclaban y el esclavo no caminaba por la calle principal”, sostiene el historiador Suárez.
También hace referencia a los huérfanos que acogió la beata, a quienes otorgó el apellido «San José», el mismo que tomó ella al iniciarse en su carrera eclesiástica. «Logró que hicieran retiros aquellas personas que en la vida civil estaban separadas por el sistema de castas: color de piel, diversos oficios, funciones y dignidades del siglo XVIII americano».
Los santos siempre han sido testigos del principio de la Encarnación: supieron unir la presencia de Dios cono dignificación de lo humano y tomar lo humano como mediación a lo divino.
Que esta santa argentina sea un instrumento para valorar más la presencia femenina en la Iglesia, en la historia y el mundo.