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El “Lourdes” de Chequia, símbolo de reconciliación

Omnes·17 de mayo de 2018·Tiempo de lectura: 3 minutos

El santuario mariano de Filipov, en Chequia, denominado el “Lourdes» de Chequia, es símbolo de la solicitud de la Virgen y de la reconciliación de checos y alemanes. El número de peregrinos crece.

Texto – Gustavo Monge, Praga

El santuario checo de Filipov ha celebrado recientemente 150 años de la aparición de la Virgen, en un lugar que es testigo de la especial solicitud de la Madre de Dios con los que sufren enfermedades o persecución.

Filipov es un santuario mariano situado en Jiřikov, un pueblo de 3.700 habitantes al norte de la República Checa, en la región de los Sudetes, a pocos metros de la frontera con Alemania. Como consecuencia de un hecho inédito, la aparición de la Virgen María a una enferma desahuciada, a finales del siglo XX se consagró aquí una iglesia para peregrinos. El lugar se convirtió, poco después, en foco de devoción mariana, con procesiones de hasta 6.000 personas, y llegó a ser conocido como “el Lourdes del norte de Bohemia”.

Pasadas varias décadas, Filipov ha sido también símbolo del acercamiento de dos naciones, la checa y la alemana, muy enzarzadas en el siglo XX como consecuencia de los nacionalismos. Como el resto de los Sudetes, Filipov fue anexionado por Adolf Hitler en 1938 y, tras la II Guerra Mundial, fue recuperado por Checoslovaquia, y todos sus antiguos moradores fueron expulsados.

La historia de María Kade

En el origen del santurio está la historia de María Magdalena Kade (1835-1905), una tejedora que, como la inmensa mayoría de los habitantes de este rincón de la monarquía austro-húngara, pertenecía a la minoría de habla alemana. Muchos trabajaban en la fábrica textil que había al otro lado de la frontera, en la localidad vecina de Ebersbach-Neugersdorf.

A Kade, de salud quebradiza desde los 19 años, le acabaron diagnosticando neumonía y meningitis. Empezó a sufrir ataques espasmódicos, y tenía todo el cuerpo cubierto de úlceras. A los 29 años quedó postrada en cama, donde recibió la Unción de los Enfermos, y los doctores aseguraron que tenía los días contados.

En la noche del 12 al 13 de enero de 1866, a las cuatro de la madrugada, la Virgen se apareció a Kade, muy devota de la Madre de Dios, y –según contó ella después– le dijo en alemán: “Hija mía, desde hoy vas a estar sana”. La que daban por muerta saltó de su cama y, desde ese día, empezó a hacer vida normal, ante el asombro de los vecinos. Los médicos certificaron que aquello era inexplicable.

En el lugar de la casa de los Kade se levantó una capillita que, después de su ampliación, ha quedado incorporada a la actual basílica menor de María Auxiliadora de los Cristianos. Este lugar ha vivido momentos de mucho auge, pero su actividad quedó silenciada durante la persecución comunista en la segunda mitad del siglo XX (1948-1989). A pesar del esfuerzo del régimen totalitario por impedir la llegada de peregrinos, estos siempre se las arreglaban para mantener encendida la llama. Una llama a la que contribuyeron decididamente las comunidades de religiosas.

Lo cierto es que “nunca se interrumpió la cadena de Misas en el aniversario de la aparición”, dijo Marketa Jindrová, quien explica cómo los comunistas bloquearon la puerta de la iglesia y dejaron el lugar dentro una franja fronteriza especialmente vigilada, lo que obligaba a salvar muchos obstáculos para llegar al santuario, incluidos interrogatorios policiales.

La intercesión de la Virgen, especialmente sentida en Filipov, ha inspirado también iniciativas para la renovación espiritual de la nación checa. Hoy este lugar recibe a numeros fieles de ambos lados de la frontera, con misas celebradas usando el alemán y el checo. Además, Filipov es un lugar de peregrinación preferido de los católicos de Serbia-Lusacia, una minoría de origen eslavo que vive en la Sajonia alemana y sigue conservando su fe romana. En las festividades marianas de mayo hay gran afluencia de creyentes alemanes. Es muy típica la procesión de la Candelaria.

Mons. Jan Baxant, obispo de Litoměřice, explica a Palabra que “salir de casa en invierno a media noche para ir a esta basílica helada en Filipov es, para nosotros, como un mini-Compostela o mini-Everest”.“Muy a menudo recibimos a obispos alemanes”, añade Jozef Kujan, párroco salesiano rector de la basílica.

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