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Una pastoral en los confines más fríos del mundo. Los sagrarios de la Antártida

Una pastoral única más allá de las periferias. Así es la labor pastoral que desarrollan los capellanes del ejército argentino que llevan a Dios hasta los confines más fríos del mundo. 

Javier García·17 de noviembre de 2022·Tiempo de lectura: 5 minutos
antártida

Siempre ha habido anécdotas curiosas a lo largo de la historia del cristianismo. Por ejemplo, cuando el astronauta católico estadounidense Mike Hopkins llevó la Eucaristía al espacio durante una misión en 2013. Hopkins pidió permiso a la diócesis de Galveston-Houston, en Texas, para poder subir en la nave espacial formas consagradas, para poder comulgar los domingos durante los seis meses que estuvo de misión en la estación espacial internacional. Sin duda es una anécdota que quedará para la historia y quien sabe si se volverá habitual, si aumentan los viajes espaciales y la colonización de la luna u otros planetas. 

Otra de esas presencias eucarísticas muy especiales se localiza al sur el paralelo 60, donde comienza el territorio antártico. Para este reportaje hemos contabilizado siete capillas católicas, cinco dependientes del arzobispado castrense argentino, otra del obispado castrense chileno y una última de la diócesis chilena de Río Gallegos. El padre Luis María Berthoud, uno de los capellanes argentinos, comentaba en una entrevista que en la pastoral de la Antártida, “si somos más Iglesia en salida… ¡nos caemos del mapa!”. 

Además de la presencia católica, también hay un templo de la Iglesia anglicana noruega, otro de la Iglesia ortodoxa búlgara y uno de la Iglesia ortodoxa rusa, aunque también podría haber otras capillas en bases de otros países. Por ejemplo, una de las bases americanas cuenta con una capilla multiconfesional que atiende dos meses al año un capellán. En cualquier caso, es difícil saber cuántos sagrarios puede haber en la Antártida, pues la pastoral no está centralizada y depende de las diócesis de los distintos países con presencia en la Antártida. 

Sagrarios en el Polo Sur

¿Cómo llegó la fe hasta estos lugares? Con las expediciones científicas en el polo sur, muchas de ellas patrocinadas por ejércitos de distintos gobiernos. Así fue como el 20 de febrero de 1946 el jesuita Felipe Lérida -que en su juventud soportó los fríos de su Soria natal- celebró la primera Misa en el territorio antártico, tras levantar una cruz de 8 metros, en la base científica argentina Arcadas, la primera en establecerse en el continente antártico, en 1904. 

Tras celebrar el oficio religioso, en la medianoche del 20 de febrero de 1946, el padre Lérida envió este telegrama al Papa Pío XII: “Celebrada primera misa, erigida Cruz, establecido culto Virgen María, Continente Antártico, Islas Orcadas, República Argentina. Solicita bendición Padre Lérida, Jesuita, Buenos Aires”. No son las palabras de Armstrong al pisar la luna, pero también son memorables. 

La presencia humana en el continente no ha dejado de crecer y actualmente hay 43 bases permanentes, de 20 países distintos, que albergan una población en invierno de unas 1100 personas, aunque en los meses de verano su número casi se cuadruplica.

Misas heladas

El invierno de 2022 promete ser más frío de lo habitual, pues la subida de precios de los combustibles provocada por la guerra de Ucrania apunta a que encenderemos la calefacción menos que otros años. Ahora bien, este frío no es nada en comparación con el que se pasa cuando uno asiste a Misa en alguna de las capillas del continente antártico. Y es que, aunque no lo parezca, también hay lugares de culto en parajes tan alejados. 

La mayoría de las construcciones en las que se albergan estas capillas son muy rudimentarias, partiendo de contenedores de construcción y otros sencillos modelos prefabricados. Como las condiciones climáticas son extremas, las instalaciones de los polos suelen ser pequeñas, más aún teniendo en cuenta que el número de fieles que asiste a las celebraciones litúrgicas es muy reducido. 

La capilla de Nuestra Señora de las Nieves, la que se encuentra más al sur en todo el planeta, está situada en la base argentina de Belgrano II y se celebra misa a 18º bajo cero, por lo que las ceremonias no deben durar mucho tiempo. Hay que reconocer que se trata de un frío tolerable gracias a que es muy seco. El resto de lugares de culto cuentan con algo de calefacción, por lo que se puede estar en unas condiciones mínimas.  

De todas las capillas de la Antártida, la de Las Nieves es sin duda la más espectacular, pues está dentro de un glaciar y todo el interior es de hielo. Quizá sea el sagrario más al sur del mundo. La fotografía que ilustra este reportaje da cuenta de su belleza. Dentro la temperatura se mantiene constante, pero fuera fácilmente puede hacer -35° en verano… 

Rotación de sacerdotes

Cuando no había escasez de clero, algunos capellanes pasaban todo el año en las bases, pero desde hace años solo pueden atenderlas durante la campaña de verano. Aun así, los capellanes de las de la Antártida de todas las Iglesias y confesiones suelen rotar cada año. Generalmente los sacerdotes están unos pocos días al año en cada base durante la campaña de verano, cuando el sacerdote pasa unos días en la base. Además de celebrar una Misa, se bendice a las personas y se reza por los difuntos. En esos días acude mucha gente a confesarse o charlar con el sacerdote. Para llegar hasta las bases los capellanes suelen aprovechar los viajes del rompehielos Almirante Irizar de la Armada argentina, que desembarca en cada una de las bases para llevar víveres para todo el año y recoger la basura del año anterior. 

Gracias a estos desplazamientos, los sacerdotes se acercan a lugares que no tienen clero en todo el año, e incluso dejan la Eucaristía para que los fieles puedan comulgar a lo largo del año, pues en cada base hay un ministro de la Comunión que se encarga de distribuirla los domingos. Alguna base recibe algún sacerdote durante el invierno, pero no suele ser lo habitual. Este próximo año se va a hacer la prueba de que haya un sacerdote pasando el invierno en la Base Esperanza, y se moverá desde allí por otras tres bases argentinas. En algunas de ellas hay numeroso personal destinado e incluso algunas familias. 

Cuando los capellanes llegan a las bases, su actividad se multiplica. Son pocos los días que se está en tierra y mucha la gente a la que atender. Pero es que además en el ejército todo el mundo tiene un oficio y un horario exigente, y los sacerdotes colaboran en lo que haga falta: picar hielo, cocinar, limpiar o ayudar a otros en sus tareas. 

Vivir la fe sin un pastor

En las seis bases del ejército argentino con personal a lo largo de todo el año hay un sagrario con formas consagradas para que los que lo deseen puedan comulgar los domingos. Reparte la Comunión y reúne a los fieles para rezar un ministro de la Comunión convenientemente instruido, que también está en contacto frecuente con el capellán del ejército que se encargue de la pastoral antártica. Éste les provee de material espiritual o celebra algunas Misas para que puedan seguirlas online

La práctica de la fe no resulta fácil también por la falta de tiempo: las jornadas de trabajo dejan muy poco tiempo para detenerse a rezar. Por esta razón, los capellanes muchas veces animan a las personas de fe que trabajan en las bases a que se acostumbren a transformar en oración el trabajo que realizan.

La cercanía del Papa

En abril de 2015, el suboficial Gabriel Almada no daba crédito cuando descolgó su teléfono y escuchó al otro lado de la línea nada menos que al Papa Francisco. Había recibido su petición para que enviara unas líneas felicitando las pascuas a las tropas destinadas en la base antártica de Marambio. En la capilla de la base se encuentra una réplica de la Virgen de Luján, solemnemente trasladada desde su santuario en 1995. Además, desde hace poco tiempo, conserva un cofre con un solideo del Papa Francisco y un rosario bendecido por él. Llegó hasta allí de la mano del padre Leónidas Torres, que lo transportó la base Esperanza en diciembre de 2015. Esa base cuenta con bastantes familias de militares que pasan allí todo el año, por lo que a veces se celebran también primeras Comuniones. 

En el año 2003 una montaña antártica de más de 1000 de altitud fue dedicada a san Juan Pablo II, como homenaje a sus 25 años de pontificado. Figura con el topónimo Mons Ioannis Pauli II en los registros internacionales. El responsable de la Obra Romana Peregrinaciones, Monseñor Andreatta, organizó una expedición a la Antártida para plantar una cruz sobre el glacial Horseshoe Valley, y poco después se iniciaron los trámites para registrar el nombre de la montaña en los mapas internacionales.

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