«A los pobres los tienen siempre con ustedes», dijo Jesús en Betania en la casa del «leproso». Pero esto no debe significar una adaptación a la situación sino la conciencia de que estamos llamados en primera persona a vivir esta realidad desde una perspectiva fundamentalmente evangélica.
El Papa Francisco lo explica bien en el Mensaje preparado para la V Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará en toda la Iglesia el 14 de noviembre de 2021, reflexionando precisamente sobre esas palabras de Jesús.
Cinco años después de su institución -que tuvo lugar, como se recordará, al final del Jubileo de la Misericordia-, el Santo Padre sostiene que este nombramiento debe arraigar «cada vez más en nuestras Iglesias locales», abriéndose a un proceso de evangelización «que en primera instancia salga al encuentro de los pobres, allí donde estén».
De hecho, no hay que esperar a que llamen a nuestra puerta, sino que hay que llegar a ellos «en sus casas, en los hospitales y en las residencias de ancianos, en las calles y en los rincones oscuros donde a veces se esconden, en los centros de acogida y hospitalidad…», logrando ante todo «reconocerlos realmente», y haciéndolos también «parte de nuestra vida e instrumentos de salvación».
Sacramento de Cristo
Debemos tomar conciencia, de hecho, explica el Papa Francisco en el Mensaje, de que «los pobres de cualquier condición y de cualquier latitud nos evangelizan», porque nos permiten reconocer, a través de las múltiples facetas de su condición y de su vida, «los rasgos más genuinos del rostro del Padre».
Aspectos que el Pontífice ya había tratado al principio de su pontificado en su Encíclica Evangelii gaudium, cuando invitó a no caer en un exceso de activismo hacia los necesitados, sino a mostrar una verdadera atención y preocupación por la persona de los pobres y su bienestar.
Jesús mismo no sólo había estado del lado de los pobres, sino que había compartido con ellos la misma suerte. Es decir, son hermanos y hermanas «con los que compartir el sufrimiento» pero también a los que hay que aliviar el malestar y la marginación, devolviendo la dignidad y asegurando la necesaria inclusión social. El Papa Francisco en esta reflexión los llama no por casualidad «sacramento de Cristo», porque representan su persona y remiten a él.
Una verdadera conversión
Sin embargo, esta reflexión y este dinamismo serían vanos sin una verdadera conversión, que «consiste, en primer lugar, en abrir nuestro corazón para reconocer las múltiples expresiones de la pobreza», viviendo luego coherentemente «con la fe que profesamos». Es necesario un cambio de mentalidad, que debe ir en la dirección de compartir y participar, y por tanto del deseo de liberarse personalmente de toda restricción -también material- «que impida alcanzar la verdadera felicidad y bienaventuranza».
Sobre esto el Santo Padre es categórico: «Si no se elige convertirse en pobres de las riquezas efímeras, del poder mundano y de la vanagloria, nunca se podrá dar la vida por amor; se vivirá una existencia fragmentaria, llena de buenos propósitos, pero ineficaz para transformar el mundo».
También es necesario enfrentarse a las «nuevas formas de pobreza», que surgen, por ejemplo, de un mal uso del mercado y de las finanzas, con profesionales «carentes de sentimiento humanitario y de responsabilidad social»; de la pandemia, que ha obligado a muchos a ir al paro; pero también de la indiferencia más insidiosa generada por un estilo de vida individualista.
Procesos de desarrollo
La respuesta puede ser iniciar «procesos de desarrollo en los que se valoren las capacidades de todos», en reciprocidad, con solidaridad y compartiendo.
En esto, los gobiernos y las instituciones mundiales no pueden quedar al margen, llamados a una «planificación creativa, que permita aumentar la libertad efectiva para lograr la existencia con las capacidades de cada persona». Porque si se pone a los pobres al margen, como si fueran responsables de su condición, «el concepto mismo de democracia se pone en crisis y toda política social se vuelve un fracaso».
Leída en esta perspectiva, por tanto, la famosa frase de Jesús «A los pobres los tienen siempre con ustedes» (Mc 14,7) adquiere el sentido de la frase. (Mc 14,7) adquiere el significado de una verdadera oportunidad, que se ofrece a todos para hacer finalmente el bien a la humanidad.