Hace tres años, los obispos católicos de Francia pidieron a Jean-Marc Sauvé, de 72 años, antiguo vicepresidente del Consejo de Estado, que presidiera una comisión para estudiar los abusos sexuales a menores por parte de miembros del clero. Le pidieron que les ayudara a comprender la magnitud del fenómeno desde 1950 hasta 2020, sus principales causas, pero también que les hiciera recomendaciones para que estos escándalos, no se repitan. La comisión se llama Comisión Independiente sobre Abusos Sexuales en la Iglesia (CIASE). Ha sido financiado por la Iglesia con tres millones de euros.
Una veintena de expertos en varias disciplinas (psiquiatría, sociología, historia, medicina, derecho), han colaborado con Jean-Marc Sauvé en este estudio, hecho público el martes 5 de octubre.
En el mundo, sólo las Iglesias católicas de Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Australia y los Países Bajos han realizado ya este tipo de encuestas.
En un primer momento, la comisión hizo una llamada general a testimoniar en las distintas ciudades francesas que condujo a identificar 2700 víctimas. 243 fueron atentamente interrogadas; 2819 cartas recibidas que relataban los agravios sufridos fueron estudiadas. Una encuesta victimológica fue elaborado a partir 1628 casos concretos. Por otro lado, la evaluación de los archivos eclesiásticos concluía a la existencia de 4500 víctimas. Según M. Sauvé (cfr La vie, 5 octobre 2021) la sorpresa aterradora vino de las conclusiones del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica (Inserm) a partir de una encuesta realizada por Ifop (instituto referente en sondeos y estudios de mercado) sobre una muestra representativa de 28.000 personas.
Según este estudio, 216.000 menores fueron víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, religiosos y religiosas en el periodo de 1950 a 2020. Si se amplía el estudio al personal laico que trabaja en estructuras en relación con la Iglesia, el número estimado de menores abusados se establece a 330.000. Según las conclusiones de este estudio, más de un tercio de los abusos de la cifra global habría sido cometido por laicos.
Un punto crucial es el método de recuento. Solo un 1,25% de las víctimas se manifestaron a la Ciase. Es importante saber que muchas víctimas no hablan. Porque no quieren, porque quieren pasar página, porque temen que su testimonio desencadene una investigación judicial o simplemente porque no han identificado la naturaleza de lo que han vivido (sobre todo en el caso de las agresiones sexuales sin penetración).
El estudio del Inserm, de ámbito nacional, estima también que 5,5 millones de personas en Francia han sufrido abusos sexuales antes de alcanzar la mayoría de edad. La violencia sexual cometida en la Iglesia representaría así el 4% del total de la violencia de este tipo en la sociedad francesa, de media entre 1950 y 2020.
La mayoría de las agresiones en la Iglesia, el 56%, se produjeron entre 1950 y 1970; el 22% entre 1970 y 1990; y el 22% entre 1990 y 2020. Este dato desmiente la opinión generalizada que el origen de los abusos deriva de la liberación sexual promovida en mayo del 68. También parece que la proporción de abusos en la Iglesia en relación con los abusos sexuales a menores en la sociedad ha disminuido considerablemente. Fue del 8% entre 1950 y 1970, bajó al 2,5% entre 1970 y 1990, y es del 2% entre 1990 y 2020.
El cruce de diferentes fuentes disponibles ha permitido a Ciase estimar el número de sacerdotes depredadores en unos 3.000. La cifra oscila entre 2.900 y 3.900 sacerdotes y religiosos, a lo largo de 70 años de estudios. Es decir, un porcentaje entre el 2,5% y el 2,8% de los sacerdotes entonces en ejercicio, 115.500 clérigos. Pero también en este caso el estudio abarca tres cuartos de siglo y esta cifra es una media de este periodo. Estos datos harían concluir a una media de más de 60 victimas por sacerdote abusador, aunque se reconozca la diferencia entre el “compulsivo” y el “ocasional”. Como dato significativo, el informe afirma que en la Iglesia el 80% de las víctimas son niños de 10 a 13 años y el 20% niñas. Mientras que en la sociedad, el 75% de las víctimas son niñas y el 25% niños.
Otra característica es que la duración media de los abusos era superior en los medios eclesiásticos que en otro contexto social (varios meses o incluso varios años).
La comisión traza la secuencia histórica de la evolución de la Iglesia católica frente a las agresiones cometidas en su seno. De 1950 a 1970, la Iglesia estuvo dominada por el deseo de protegerse del escándalo al mismo tiempo que intentaba «salvar» a los agresores, y ocultaba la suerte de las victimas invitadas a guardar silencio. Entre 1970 y 1990, la cuestión de las violencias sexuales pasó a un segundo plano frente a la crisis sacerdotal, que acapara las estructuras internas de atención a sacerdotes “con problemas”. A partir de los años 90, la actitud de la Iglesia católica fue cambiando paulatinamente tomando en cuenta la existencia de víctimas, sin que éstas sean plenamente reconocidas. Este reconocimiento llega a partir de la década de 2010, con la multiplicación de las denuncias ante la justicia, las sanciones canónicas y la renuncia al tratamiento puramente interno de los agresores.
La Comisión denuncia la ocultación, relativización o negación de los abusos por parte de la autoridad eclesiástica y una grave deficiencia en la prevención y en el tratamiento jurídico de los delitos.
El estudio realizado por el Inserm identifica la realidad de los abusos sexuales en la sociedad francesa como un fenómeno masivo, como en otros muchos países y lamenta la ocultación social y política de esta realidad. Un francés de cada diez es víctima de violencias sexuales en la infancia. Una nueva comisión independiente sobre el incesto y las violencias sexuales a los niños (Ciivise) ha tomado el relevo de la Ciase para ampliar el estudio a todos los ámbitos de la sociedad francesa. “Las violencias sexuales, afirma M. Sauvé, son una bomba de fragmentación en nuestra sociedad: si la Iglesia Católica está hoy en primera línea, las instituciones públicas y privadas no podrán ahorrarse un examen de conciencia necesario para responder de sus actos o de su abstención”. La transparencia de la Iglesia podrá enseñar el camino de la verdad y de la purificación a toda otra institución.