Recientemente, Francisco ha mantenido encuentros con representantes de diferentes universidades católicas. Se reunió, por ejemplo, con una delegación de la Universidad de Notre Dame (Indiana, EE.UU.), y antes con los Rectores y profesores de las Universidades Católicas pertenecientes a la Federación Internacional del mismo nombre (FIUC). Por último, a mediados de enero, dirigió algunas reflexiones a las autoridades académicas y a los estudiantes del Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén.
En los diversos encuentros, el Pontífice subrayó cómo las universidades de inspiración católica han desempeñado siempre un papel importante en la sociedad, promoviendo la formación integral de las personas en línea con los valores evangélicos. Por ello, las animó a desempeñar un papel aún más significativo en el mundo contemporáneo, conciliando las diversas almas del compromiso educativo, cultural y de proyección social.
Unión y colaboración
Uno de los principales retos que el Papa asigna a las Universidades Católicas es el de trabajar juntas como una red global, para superar la fragmentación y promover una colaboración más eficaz entre instituciones que, sin embargo, nacieron en épocas y contextos diferentes.
En su visión, estas universidades deberían unirse para compartir recursos, conocimientos y experiencia, superando los límites de las propias instituciones. Sin olvidar la necesidad de mantener el contacto con las comunidades locales, contribuyendo también indirectamente a la construcción de una cultura de paz y justicia.
El humanismo cristiano como fundamento
Es evidente que en la base de estas instituciones hay y debe seguir habiendo una visión cristiana del humanismo. No se trata sólo de ofrecer una formación académica de calidad -ha subrayado el Papa en diversas ocasiones-, sino de cultivar a cada persona en su integridad. De ahí la importancia de una educación que integre el desarrollo intelectual, afectivo y espiritual de los alumnos.
En esencia, el Santo Padre llamó la atención sobre el hecho de que la educación cristiana no se limita a la adquisición de conocimientos, sino que pretende formar personas capaces de vivir según los valores del Evangelio, integrando así fe y razón, y desarrollando así una comprensión profunda de la verdad para luego aplicarla en su vida cotidiana.
La verdad y la promoción de la paz
Esta búsqueda de la verdad se realiza también a través del diálogo interdisciplinar y respetando la diversidad de perspectivas, esforzándose por buscar soluciones a los problemas globales que estén en consonancia con todas las enseñanzas de la Iglesia.
Esto incluye, sin duda, todos los esfuerzos por promover la paz: en un mundo marcado por el conflicto y la división, estas instituciones deben ser actores clave en la construcción de una cultura de la reconciliación. Esto implica un compromiso con la justicia social, el respeto de los derechos humanos y la promoción de la dignidad de toda persona.
Compromiso con los más vulnerables
Otro aspecto central de la visión del Papa Francisco para las universidades católicas es el compromiso con los más vulnerables. Estas instituciones pueden ser un faro de esperanza para los excluidos y marginados, y hay que encontrar modos y formas de reflexionar sobre cómo combatir, por ejemplo, la pobreza, la discriminación y la injusticia. Igualmente, está el compromiso con el medio ambiente y la protección de la creación, otro elemento central a lo largo del pontificado de Francisco.
Como custodios de la creación, estas instituciones tienen la responsabilidad de promover el desarrollo sostenible y concienciar sobre los retos medioambientales a los que se enfrenta el mundo entero.
En última instancia, sólo mediante un compromiso concreto y una visión centrada en el ser humano -este es el pensamiento del Papa Francisco en pocas palabras- podrán estos centros de formación desempeñar realmente un papel significativo en la transformación de la sociedad y la promoción de un mundo mejor, que todos esperan.