«No tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre», con esta afirmación comienza, prácticamente, Laudate Deum, la sexta Exhortación Apostólica del Papa Francisco, que se centra esta vez en la crisis climática y que ha sido publicada el 4 de octubre de 2023, fiesta de San Francisco de Asís, tres después de Fratelli Tutti.
El Papa comienza esta carta centrando su mirada en la crisis climática global. En este punto destaca cómo «es verdad que no cabe atribuir de modo habitual cada catástrofe concreta al cambio climático global. Sin embargo, sí es verificable que determinados cambios en el clima provocados por la humanidad aumentan notablemente la probabilidad de fenómenos extremos cada vez más frecuentes e intensos».
Este reconocimiento de la responsabilidad del hombre, junto a causas ajenas a su voluntad, es una constante en esta nueva Exhortación Apostólica que recuerda, en más de una ocasión, que la naturaleza no es un simple «marco para el hombre», sino que formamos todos parte de ella como resultado del poder creador de Dios.
Resistencias ante el cambio climático
Hace mención el pontífice a las resistencias y críticas que, también dentro de la Iglesia, constata ante lo que considera una realidad urgente. En este sentido, Laudate Deum recoge alguna de las «razones» con las que se ridiculiza la preocupación ante la degradación del medio ambiente como los problemas de heladas, lluvias o las confusiones de información.
El Papa subraya en este punto que «no faltan quienes responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados. Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres. Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobre». Una realidad que pocas veces se pone de manifiesto, en especial, en el llamado bloque de Occidente.
No esconde Francisco la dificultad de llevar a cabo una «transición hacia formas renovables de energía, bien gestionada» para evitar, como ha ocurrido en ocasiones, la destrucción de numerosos puestos de trabajo. En este punto, el Papa apunta a la necesidad de que los políticos y empresarios se ocupen de una gestión integral que no elimine puestos de trabajo bajo la bandera del ecologismo.
Todo lo que deja de ser un don, se convierte en un esclavo
Tras analizar riesgos y situaciones derivadas de la degradación del medio ambiente y el avance de la crisis climática, el Papa apremia a «una mirada más amplia que nos permita no sólo admirarnos por las maravillas del progreso, sino también es apremiante prestar atención a otros efectos que probablemente ni siquiera podían imaginarse un siglo atrás. Se nos pide nada más que algo de responsabilidad ante la herencia que dejaremos tras nuestro paso por este mundo».
En este sentido, Francisco recuerda que ya en Laudato Si´ofrecía «breve desarrollo acerca del paradigma tecnocrático que está detrás del proceso actual de degradación del ambiente. Es ‘un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla'». Una idea de progreso y poder absoluto del hombre que avances como la Inteligencia Artificial ha consolidado en muchas personas.
Ante esta idea de poder ilimitado, el Papa recuerda que «no son ilimitados los recursos naturales que requiere la tecnología, como el litio, el silicio y tantos otros, pero el mayor problema es la ideología que subyace a una obsesión: acrecentar el poder humano más allá de lo imaginable, frente al cual la realidad no humana es un mero recurso a su servicio. Todo lo que existe deja de ser un don que se agradece, se valora y se cuida, y se convierte en un esclavo, en víctima de cualquier capricho de la mente humana y sus capacidades».
El Papa vuelve a atacar, en esta carta lo que él denomina la «lógica del máximo beneficio con el menor costo, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias». Una lógica que ha llevado a la implantación de residuos nucleares o establecimiento de industrias contaminantes en las zonas más pobres del planeta sin contar con la vida y el desarrollo de sus habitantes. Una lógica que, en palabras del Papa «vuelve imposible cualquier sincera preocupación por la casa común y cualquier inquietud por promover a los descartados de la sociedad».
En este punto, aclara el pontífice, «una cosa es un sano planteamiento sobre el valor del esfuerzo, el desarrollo de las propias capacidades y un loable espíritu de iniciativa, pero si no se busca una real igualdad de oportunidades esto se convierte fácilmente en una pantalla que consolida más aún los privilegios de unos pocos con mayor poder. Dentro de esta lógica perversa, ¿qué les importa el daño a la casa común si ellos se sienten seguros bajo la supuesta armadura de los recursos económicos que han conseguido con su capacidad y con su esfuerzo?»
Un esfuerzo común
Otro de los grandes bloques de esta carta es el dedicado a la necesidad de un esfuerzo común, un «nuevo multilateralismo» que integre mecanismos de cooperación efectiva y que conlleve un compromiso real de los países en este sentido.
En esta linea, el Papa recuerda en Laudate Deum la necesidad de tener una visión integral que borde de igual manera estos problemas.
«Buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja», recuerda el Papa, «es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial».
El Papa incide, una vez más, en la urgencia de «dar respuesta a los nuevos desafíos y de reaccionar con mecanismos globales ante los retos ambientales, sanitarios, culturales y sociales, especialmente para consolidar el respeto a los derechos humanos más elementales, a los derechos sociales y al cuidado de la casa común». Sólo así podremos, apunta el pontífice superar el riesgo de «quedarnos encerrados en la lógica de emparchar, colocar remiendos, atar con alambre, mientras por lo bajo avanza un proceso de deterioro que continuamos alimentando».
Una llamada a los fieles
Si bien el título de la Exhortación Apostólica Laudate Deum se dirige a «todas las personas de buena voluntad», el Papa dedica la última parte de la carta de manera especial a los creyentes.
En este sentido, recuerda Francisco, «Dios nos ha unido a todas sus criaturas». En este ámbito, el pontífice apela a un antropocentrismo situado, que reconociendo el «valor peculiar y central del ser humano en medio del concierto maravilloso de todos los seres» también reconoce «que la vida humana es incomprensible e insostenible sin las demás criaturas».
Repensarnos a nosotros mismos y «entendernos de una manera más humilde y más rica», ésta es la propuesta del Papa Francisco que invita a los creyentes «a un camino de reconciliación con el mundo que nos alberga, y a embellecerlo con el propio aporte».
Laudate Deum concluye con una llamada a la responsabilidad personal subrayando que «no hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas».
Francisco cierra con una poderosa afirmación «un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo», que encierra, en resumen, la clave de Laudate Deum.