En la actualidad se ha comprendido mejor la diferencia entre las Iglesias libres y otros nuevos movimientos religiosos de origen protestante. El diálogo ecuménico lo ha facilitado. No es fácil precisar una identidad común de estas comunidades eclesiales, pues no existe una definición exacta de ella. La expresión misma es de aparición tardía, en el siglo XIX.
Son comunidades cristianas que responden a unas características generales, pero con gran diversidad entre ellas. Constituyen un tipo especial de comunidad eclesial, fundada en el bautismo (muchas veces de adultos), y que se sienten herederas de los principios de la Reforma, especialmente el de sola Scriptura; pero cada una de ellas ha surgido por una determinada situación histórica −un fundador− o, con frecuencia, una separación o una expulsión.
1. El metodismo
El metodismo es el movimiento iniciado por John Wesley (1703-1791), párroco anglicano, profesor universitario y uno de los más afamados predicadores de su tiempo: «Su modo de predicar –escribe Algermissen− era sencillo y popular, pero penetrante». Realizó una gran labor misionera, también ayudado por laicos; su objetivo no era fundar una nueva Iglesia, sino la renovación de la vida religiosa y ante todo del ambiente estudiantil en el que desarrollaba su actividad. Por la regularidad de sus reuniones, obras de caridad y prácticas de piedad, recibieron en Oxford el nombre irónico de «metodistas». En los años 1735-1737 Wesley trabajó en Estados Unidos como párroco anglicano. Allí conoció a colonos alemanes formados en el pietismo: de ellos tomó el principio de la «sola fe» y la necesidad de la penitencia. Tras su regreso a Londres en 1738, Wesley experimentó una nueva conciencia de fe.
Las nociones de «entusiasmo» y conversión personal ocupan un lugar central en su praxis. La doctrina varía ligeramente respecto a sus orígenes. En la Biblia los metodistas no reconocen los libros deuterocanónicos sino solo aquellos que se utilizaron originariamente en la liturgia (protocanónicos), y predican la universalidad del pecado y de la corrupción de la naturaleza humana. Existe una cierta primacía de la palabra de Dios sobre los sacramentos del bautismo y la cena. A diferencia del pietismo, el metodismo se lanzó a la conversión de las masas: la cura de almas y una intensa vida comunitaria ocupan el centro de su actividad evangelizadora. Las mujeres y hombres que participaban en ellas, habitualmente de extracción social modesta y trabajadora, oraban libremente durante las reuniones, confesaban recíprocamente sus pecados, y se ofrecían apoyo mutuo para llevar una vida santa.
En el seno de la Iglesia de Inglaterra tuvo lugar un «despertar evangélico» que salía al encuentro de la necesidad de un pueblo abandonado: un cierto número de clérigos había experimentado en primera persona la conversión, y ardían en celo de despertar espiritualmente al pueblo. Emergían en primer plano los acentos típicamente protestantes de la salvación por la fe, la centralidad de la Biblia y su predicación. Era esta una corriente típica de la Low Church, dotada con una clara vocación social y bendecida con su especial difusión en las masas obreras. Este movimiento presenta pues un carácter predominantemente práctico-pastoral: con una predicación fundamentalmente bíblica, proclaman la conversión y la salvación. Los primeros misioneros evangélicos recorrieron el país como predicadores itinerantes, pero advirtieron el peligro de dañar el sistema de parroquias y el orden eclesial, por lo que fueron marginados y expulsados de las instituciones anglicanas.
2. Amish, baptistas y cuáqueros
Los menonitas o amish toman el nombre de un sacerdote católico holandés, Menno Simons (ca. 1496-1561). Son pacifistas y en ocasiones contrarios al progreso técnico. Se diferencian de otros protestantes en la praxis bautismal: solo bautizan adultos entre los 14 y 17 años que, tras una preparación adecuada, hacen una profesión de fe y expresan la voluntad de convertirse al seguimiento de Cristo. Es administrado con agua en el nombre de la Trinidad, y considerado válido por la Iglesia católica, por inmersión o infusión. Reconocen el bautismo de un niño bautizado cuando se convierte después con una decisión libre y consciente, de modo que no hay un segundo Bautismo en la comunidad (salvo excepciones).
La corriente baptista surgió con la radicalización de la Reforma de Zwinglio en el siglo XVII, aunque a la vez en contraste con él. Hay también un transfondo calvinista en su doctrina y un acentuado énfasis en la libertad de conciencia, al rechazar los conceptos de Iglesia, dogma, liturgia y sacerdocio. En lo eclesiológico, reina la más absoluta democracia eclesiástica. Cada comunidad es autónoma y puede tomar sus decisiones de modo independiente; su relación con otras es en términos de una «alianza», a la que se asocian libremente. Es necesaria una experiencia de salvación antes de recibir el bautismo. La actividad evangelizadora es un rasgo irrenunciable de estas comunidades, que buscan acercar a los alejados del Evangelio: su objetivo es despertar en las personas el seguimiento de Cristo y la comunión con Dios.
George Fox (1624-1691), fundador de los cuáqueros, contempló el tiempo turbulento de luchas de poder en Inglaterra entre católicos, anglicanos y puritanos. En su búsqueda personal de Dios y de la verdadera religión ninguna de ellas logró mostrarle el camino. En 1647, entre los «temblores» (inglés: to quake) interiores de una iluminación interior, llegó a la convicción de que cada uno lleva en sí mismo la respuesta a la pregunta por Dios: en cada uno hay algo divino y se encuentra en el silencio. Allí habla Dios. Por tanto, se trata de alcanzar una «luz interior» que quita los pecados y une a cada uno con Cristo. En esto somos todos iguales, y este sentimiento de igualdad era fundamental para los cuáqueros. Con sus seguidores, Fox llevó una vida ascética, orientada al prójimo. Rechazaba prestar juramento y pagar impuestos eclesiásticos; se decidió por la no violencia, y predicó su mensaje por toda Inglaterra, donde fue perseguido.
Todavía durante el tiempo de dificultades el cuáquero William Penn (1644-1718) obtuvo la concesión de fundar una colonia inglesa en Nueva Jersey, donde fundó el Estado de Pennsylvania en 1681, como realización política de la religiosidad cuáquera, que luchó incansablemente contra la esclavitud. Los cuáqueros se entienden a sí mismos como parte de la Iglesia de Jesucristo, no obstante ser una «religión sin dogma». La revelación de Dios no es un acontecimiento cerrado en el pasado, sino que puede suceder en cualquier momento en el corazón de quien busca sinceramente a Dios. La liturgia es sobre todo reuniones para la «oración silenciosa», en lugares sencillos sin cruces ni objetos particulares; no admiten sacramentos (ni el bautismo ni la cena), ni días festivos, ni acciones solemnes. Este cuerpo doctrinal y celebrativo tan mínimo contrasta con las exigencias éticas, basadas en el descubrimiento del mensaje de Dios en cada persona.
3. Las comunidades evangélicas
En ocasiones han sido calificadas como «Iglesias de laicos», porque en ellas no existe diferencia entre ordenados y no ordenados, o es menor que en otras comunidades. En ellas el Espíritu llama a todo cristiano al sacerdocio; no hay diferencias esenciales en la comunidad, sino simplemente diversidad de funciones carismáticas: no quieren ser «Iglesias de pastores», aunque exista el oficio de predicador o de pastor. Practican el bautismo por inmersión. A partir de los siglos XVI y XVII, con ocasión de las controversias religiosas inglesas contra la Iglesia anglicana, emergieron comunidades «independientes»: las actuales «comunidades evangélicas libres» propias del «congregacionalismo», se sienten herederas del movimiento del «despertar» del siglo XIX. Dan lugar a comunidades pietistas, con fieles que se separaban de todo lo que contrasta con lo divino: lo secular» y, por tanto, también de la Iglesia histórica o institucional, que consideraban «muerta» y «secularizada».
Partían del principio de que la comunidad cristiana nace allí donde los discípulos de Jesús se encuentran unidos en la obediencia a su Palabra bajo la guía del Espíritu. Estas comunidades tienen propios poderes y total autonomía, independientes del poder secular, pero también de obispos y sínodos. Se agrupan a nivel mundial en la Alianza internacional de Comunidades evangélicas libres. La estructura es de tipo congregacionalista, y la Alianza se comprende como una «comunión espiritual de vida y de servicio entre las Comunidades independientes». En cuanto a la doctrina, se acercan a los postulados de la Reforma calvinista, con influjos pietistas y baptistas.
En estas comunidades evangélicas, no existe el concepto de sacramento, aunque celebran el bautismo y la santa cena. Rechazan el bautismo de niños, pues según la Escritura, debe estar precedido por la conversión. Los adultos, y solo ellos, son bautizados en el nombre de la Trinidad por inmersión; dejan a la conciencia de cada uno si, cuando quieren ingresar en la comunidad, debe o no re-bautizarse. La cena del Señor se celebra habitualmente una vez al mes, de modo independiente o integrada en la liturgia habitual, celebrada también por un laico. Es entendida como «banquete de comunión», que une a los fieles con Cristo y entre ellos, como «convite de esperanza», en la espera del regreso del Señor que ascendió al Padre.
4. Los adventistas
Las Iglesias cristianas de los adventistas del séptimo día surgen en el siglo XIX, en un clima de viva conciencia del regreso de Cristo en la gloria, que se había extendido en numerosas Iglesias libres. En el nombre mismo de «adventistas» se subraya la espera del advenimiento de Cristo, y la santificación del sábado –el séptimo día− y no del domingo. Fue fundada por William Miller (1742-1849), quien estableció de modo exclusivamente personal teorías escatológicas sobre la segunda venida de Cristo. Su origen se remite a su vez a la predicadora Ellen G. White (1827-1915) y otros visionarios, a quienes se les considera profetas del fin del mundo, y que poseía el don de la predicción (concretamente, pensaba una fecha la de 1844). Al no cumplirse esta predicción del fin del mundo, llegó a la conclusión de que toda la Iglesia debía estar siempre vigilante a la espera del regreso del Señor, como centro de la Biblia, que relativiza toda tradición eclesial histórica.
Confiesan la primacía de la Biblia y la doctrina de la sola fides, a la vez que se rechaza la doctrina calvinista de la predestinación. Los adventistas surgen como comunidad en 1863. No constituyen una doctrina extra-bíblica, ni contradicen la fe trinitaria del Nuevo Testamento; tampoco tienen una pretensión de exclusivismo, e incluso han entrado en diálogo con otras Iglesias. Insisten en los diez mandamientos, la santificación del sábado, la importancia de los diezmos, y la espera de la inminente llegada de Cristo. No admiten el bautismo de niños y se celebra por inmersión; reciben la comunión en la cena cuatro veces al año. Prestan especial atención a una vida corporal saludable mediante una diciplina ordenada de la vida. Defienden la libertad religiosa y la separación entre Iglesia y Estado.
5. Los pentecostales
La insistencia en el «despertar» espiritual y la conversión, y la aspiración a una vida cristiana más alta en la santificación hicieron surgir a los pentecostales en Los Angeles en 1910, quienes buscaban una experiencia plena del Evangelio. Los cristianos son llevados a una vida santa en el testimonio y el servicio movidos por el Espíritu. Esta efusión, como en Pentecostés en Jerusalén, se convierte en el llamado «bautismo del Espíritu», con dones como la glosolalia y «sanación» física y mental. Las primeras experiencias pentecostales tuvieron lugar sobre todo en comunidades afroamericanas, donde surge un «movimiento de los que hablan en lenguas», que pasó a Europa y a todo el mundo. Hay relaciones internacionales entre ellos, aunque rechazan una estructura mundial, si bien existe la Conferencia pentecostal mundial.
La doctrina que suelen sostener es que el proceso de salvación sucede en tres pasos: conversión, santificación y bautismo en el Espíritu. La Escritura es la base de la fe, que se abre a la interpretación mediante el Espíritu. Cristo ha obrado la justificación y el perdón, pero redime y santifica mediante el Espíritu. Todo es obra del Espíritu: la conversión, el renacimiento y el crecimiento en la vida cristiana. El bautismo se practica solo a adultos por inmersión y en nombre de la Trinidad. Sobre la necesidad de un segundo bautismo, decide el propio interesado que aspira a entrar en la comunidad y fue antes bautizado en otra. En algunas Comunidades, sin embargo, se rebautiza habitualmente.
Ven en la Biblia un libro sagrado, cuyos escritores fueron inspirados por el Espíritu, que contiene la palabra de Dios y, por tanto, su incondicional regla de fe y conducta. Al igual que las demás comunidades protestantes, creen en el pecado original, y en particular en las figuras de Satanás, Adán y Eva; así como en la posibilidad de santificación del ser humano, por medio de la práctica religiosa y la fe. Los pentecostales se consideran parte de la «Iglesia de Cristo», sin tener grandes desavenencias con Iglesias históricas como presbiterianas o bautistas; algunos pentecostales, no obstante, están contra el ecumenismo. La liturgia pentecostal varía en cada Comunidad, organización o corriente pentecostal; pero su principal actividad consiste en la lectura tanto del antiguo y el nuevo testamento. Durante las ceremonias se suelen interpretar himnos y otros cantos de alabanza de variados estilos, acompañados de música, aplausos, coros, bailes y exclamaciones de júbilo.
Además de promover un cierto perfeccionismo ético, priman las experiencias sobrenaturales sobre lo cotidiano, el éxtasis sobre la ascesis cotidiana. Es un cristianismo que carece de dogmas y estructuras: cada fiel, en cuanto miembro de Cristo, recibe directamente las inspiraciones del Espíritu y puede tener una serie de experiencias místicas, que antes estaban reservadas para unos pocos. Las Comunidades y sus pastores suelen organizarse según el estilo congregacionalista y, en la actualidad, constituye númericamente el tercer grupo de cristianos –después de las Iglesias católica y ortodoxa− con 300 millones de fieles.
6. Conclusión
«En realidad, concluye Algermissen, la historia del protestantismo ha sido hasta ahora la historia de una progresiva escisión, a la que no ha puesto fin ni siquiera la intensa y delicada labor del ecumenismo en los próximos años». Empezando por las divisiones que se dieron ya en tiempos de Lutero (Zwinglio, Bucero, Ecolampadio, Karlstadt, Müntzer y los anabaptistas…), hasta los desarrollos doctrinales de Melanchton tras la muerte del reformador alemán, el protestantismo ha estado dirigido por teólogos y personalidades geniales, que han dejado su profunda huella en los propios desarrollos continuados a lo largo del tiempo. La Reforma ha sido así continuamente reformada y refundada, y ha estado marcada desde el principio por continuas disputas teológicas. Las sucesivas divisiones y reunificaciones (primero en las Iglesias históricas o nacionales, y después en las Iglesias libres o comunidades evangélicas) han dejado un cuadro de la situación difícil de seguir. El resultado final podría ser pues el que se puede ver en el siguiente árbol genealógico de las distintas denominaciones protestantes: