El sábado 19 de marzo, solemnidad de San José, entramos en el décimo año de pontificado del Papa Francisco. Por eso, los analistas de los asuntos de la Iglesia repiten valoraciones más o menos exhaustivas de lo que ha supuesto en estos años la elección de un Papa «venido casi del fin del mundo».
Nueve años no es mucho tiempo en la historia de la Iglesia y para la trayectoria de un pontificado: basta pensar en el largo reinado de san Juan Pablo II, que duró casi 27 años, por citar un ejemplo cercano a nosotros. Pero tampoco son pocos si se comparan con el flujo acelerado de la época contemporánea, en la que los acontecimientos y los descubrimientos se suceden y en la que el dominio de la comunicación amplía aún más la narración de lo que ocurre.
Más que hacer un recuento detallado de cuántas cosas ha hecho este Papa hasta la fecha, queremos resumir lo que creemos son las «apuestas» por las que el Papa Francisco ha apostado desde el principio, fiel a su lema: «Hay que iniciar procesos más que ocupar espacios». Evidentemente, se trata de temas generales, pero si se analizan detenidamente, todos ellos estaban ya «en germen» en sus primeras intervenciones, empezando por su saludo a la multitud reunida en la Plaza de San Pedro el día de su elección. También hay que tener en cuenta la homilía de la primera Misa con el Colegio Cardenalicio, al día siguiente de la elección, y la de la Misa de inicio de pontificado.
De este conjunto de «brotes iniciales», en torno a las cuales se ha construido toda la trayectoria y la misión del actual Obispo de Roma, podemos extraer, por tanto, 9 «apuestas», para mantener la referencia a los años cumplidos del pontificado.
Fraternidad
La primera cuestión por la que ha apostado el Papa Francisco, y por la que ha hecho apostar a toda la cristiandad, es el tema de la fraternidad. Un tema que está exactamente en el primer discurso a los fieles en la Plaza de San Pedro y que luego fue coronado por la importante firma del Documento de Abu Dhabi junto con el gran imán de Al Azhar Ahmad Al-Tayyeb en 2019. Al año siguiente, el Papa dirigió su tercera encíclica, Fratelli tutti, a toda la Iglesia. En estos mismos días estamos percibiendo lo profética que fue aquella apuesta por la fraternidad: poner a la Iglesia en el camino que debe conducir a la paz mundial. Todavía tenemos que insistir con la oración, ya que el proceso, por desgracia, todavía no está completo.
Misericordia
El segundo reto es el de la misericordia. No es casualidad que provenga de su lema episcopal –Miserando atque eligendo– y que se refiera, como él mismo ha dicho en repetidas ocasiones, a su conversión y vocación sacerdotal. Una Iglesia misericordiosa es aquella que está cerca de todos sus hijos que están «perdidos» por cualquier motivo. Fue en la primera Misa en la parroquia de Santa Ana, en territorio vaticano, el domingo siguiente a su elección, cuando Francisco habló de esta particular actitud de Jesús, su mensaje más fuerte, invitando a los fieles a confiarse a Él. También fue la primera vez que el Papa dijo: «El Señor no se cansa de perdonar: ¡nunca! Somos nosotros los que nos cansamos de pedirle perdón». En 2016, proclamó el «Jubileo de la Misericordia» de forma generalizada en todas las diócesis del mundo, y dio ejemplo a través de los «Viernes de la Misericordia», visitando lugares y personas que viven dramas personales. La Jornada Mundial de los Pobres fue el resultado concreto del Jubileo, consciente de que la misericordia no es un paréntesis en la vida de la Iglesia.
Custodia
El tercer desafío también remite a la Misa del inicio del pontificado y se refiere al ejercicio de custodiar, a ejemplo de San José, patrón de la Iglesia universal. Es una vocación a la que toda la Iglesia debe mirar, escuchando a Dios, dejándose guiar por su voluntad, siendo sensible a las personas que se le confían, atenta a su entorno y capaz de tomar las decisiones más sabias. Por supuesto, no hay custodia sin considerar que Cristo debe estar en el centro de esta actitud. Él es el ejemplo en el que podemos inspirarnos para cuidar de nosotros mismos, de los demás y de toda la creación. Es precisamente este último punto el que recuerda todo el dinamismo que dio lugar en 2015 a la Encíclica Laudato si’ y a las numerosas iniciativas en todo el mundo que le siguieron. El Sínodo sobre la Amazonia y los frutos de la Querida Amazonia también deberían incluirse en este desafío.
Ternura con alegría
«¡No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura!«, que son exactamente el índice de un correcto «cuidado«, de «fortaleza de espíritu y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, capacidad de amor«, volvió a decir el Papa Francisco en la Misa de inicio de su pontificado: es la cuarta apuesta. Este es un tema que el Pontífice ha repetido constantemente a lo largo de los años, precisamente para poner en marcha el proceso de una Iglesia cercana a los demás, que no juzga, acoge, acompaña, cura las heridas, enciende los corazones y, mientras lo hace, se alegra plenamente de la riqueza que ha descubierto y da a los demás.
Periferia
El reto de la «periferia» es también un concepto que ha estado presente desde el inicio del Pontificado. Y con ella el Papa identifica dos sentidos complementarios: el geográfico -los lugares más recónditos del mundo, ocultos a la corriente principal, donde hay guerras, hambre, pobreza y atentados generales contra la dignidad humana- y el existencial, donde están en juego los sufrimientos del corazón humano, junto con las muchas fragilidades y soledades. El Papa ha optado por hacerse presente en las periferias geográficas a través de sus viajes apostólicos; en las periferias existenciales se ha hecho presente llamando a toda la Iglesia a una actitud de apertura y «salida», para interceptar los interrogantes no expresados del alma humana, lejos de moralismos y dogmatismos exacerbados que terminan por aniquilar cualquier atisbo de conversión.
Juventud
La otra apuesta del Papa Francisco es por los jóvenes, no el futuro sino el «presente de la Iglesia», «el ahora de Dios» como ha reiterado en varias ocasiones. También aquí les dedicó un Sínodo específico, en 2018, del que resultó la Exhortación Apostólica Christus vivit. Ante los deseos, las crisis y las heridas de los jóvenes, el Papa propone «una salida» y es la de aprender a no dejarse robar la esperanza y la alegría y considerar la propia etapa de la vida como un tiempo de «donación generosa, de ofrenda sincera, de sacrificios que cuestan dinero pero que nos hacen fecundos». Todo esto no es posible sin raíces, y para cada joven están en los que le han precedido. De ahí el siguiente reto.
Mayores
Francisco cita a menudo al poeta y escritor argentino Francisco Luis Bernárdez: «Todo lo que tiene el árbol que florece le viene de lo que está enterrado». Se trataba de reiterar la importancia del diálogo entre los jóvenes y sus abuelos, los mayores, sin el cual «la historia no sigue, la vida no sigue». La transmisión de experiencias entre generaciones es la forma más fructífera de preservar el mundo no sólo del odio sino también del despilfarro. El pontífice no ha dejado de denunciar las numerosas situaciones de despilfarro, que sólo pueden superarse mediante la cercanía y el conocimiento mutuo entre jóvenes y mayores. En este sentido, es significativa la idea de establecer un Día Mundial de los Abuelos, fijado a partir de 2021 en el cuarto domingo de julio.
Mujeres
Otro reto es el compromiso de las mujeres en la Iglesia. No tanto como una iniciativa para justificar años de aparente marginación o para satisfacer reivindicaciones más o menos insistentes. El Papa es consciente de que la contribución de las mujeres es fundamental y es un enriquecimiento que también debe hacerse estable. Hay muchos ejemplos de apertura, ciertamente para animarnos a considerar esta cuestión como irreversible. Entre ellas se encuentra la de permitir el acceso de las mujeres a los ministerios de Lector y Acólito, en la medida en que sean mujeres laicas y estén bautizadas. O el nombramiento de mujeres o religiosas para altos cargos de la Curia Romana. Es significativo el nombramiento de la primera «madre sinodal», la hermana Nathalie Becquart, a la que se verá trabajar en la Asamblea de 2023. También es significativo el hecho de que se haya permitido a las empleadas del Vaticano acompañar las audiencias generales de los miércoles, que hasta ahora eran prerrogativa absoluta de los monseñores de la Curia.
Acogida
Este «repaso» de las apuestas no estaría completo sin una referencia al tema de la acogida, un planteamiento que es simbólicamente muy evidente en el caso de los migrantes y refugiados, pero que expresa sustancialmente una actitud y un dinamismo que según el Papa Francisco debe dirigirse también a todas las situaciones de marginación y sufrimiento, los llamados «últimos» que la sociedad descarta y aleja. También en este tema hay una evidente referencia al inicio de su pontificado, en particular a una de las primeras meditaciones matinales en la capilla de la Casa Santa Marta dedicada precisamente a la hospitalidad cristiana.
Cristo
Estas son las nueve apuestas, que recuerdan simbólicamente los 9 años de pontificado, pero hay una que las engloba a todas, y tiene que ver con Cristo. Basta con recorrerlas para identificar en cada una la única raíz por la que merece la pena ponerlas en marcha: somos hermanos en Cristo, hijos de un mismo Padre; la misericordia que debemos aprender y transmitir nos la mostró Jesús hasta el sacrificio extremo de la Cruz; sin nuestra mirada fija en el Hijo de Dios es imposible ocuparse de los demás y de la creación; menos aún experimentar y difundir la ternura y la alegría. Sin una relación viva con Cristo nos olvidaríamos de los descartes de las periferias geográficas y existenciales y no sabríamos ofrecer a los jóvenes la única razón por la que vale la pena luchar en este mundo. En virtud del bautismo comprendemos lo fundamental que es el papel de la mujer para la misión evangelizadora y cómo la acogida es la característica primordial de todo aquel que se profesa verdaderamente cristiano.
Los mejores deseos, pues, para el Papa Francisco, para toda la Iglesia, y que estos procesos se consoliden como el rostro vivo de Cristo en el mundo.