Este encuentro, seguido también de manera virtual y especialmente dirigido a los docentes universitarios, volvió a poner de manifiesto la importancia nuclear de formar intelectuales con mentalidad cristiana, esto es, superar la dualidad entre una fe que se profesa y el ejercicio propio de la vida social e intelectual.
Esta mesa redonda viene precedida de un intenso y rico debate que, desde el pasado noviembre, tienen, a través de diversos medios digitales, intelectuales, periodistas y académicos acerca de la presencia de una llamada «intelectualidad católica» en el espacio de debate general.
Un debate que apela, especialmente, al papel de las universidades, más aún, universidades de inspiración cristiana, en esta formación de católicos “con cabeza y pensamiento realmente católico” y que también ha sido tratada, hace pocos días, en una mesa redonda en la Universidad Francisco de Vitoria.
El peligro de la ideologización de la fe
Desde una perspectiva teológica, Miguel Brugarolas, señaló que “hay que tener en cuenta que Dios ha dotado a toda la actividad humana de un valor divino, pero no basta la actividad humana para llegar al conocimiento de la divinidad, hace falta Cristo”, por lo que, abordar cualquier materia como católico, necesita de una fe encarnada en la propia vida y por tanto, en la propia razón.
Asimismo, Brugarolas destacó que, por esta misma lógica de la encarnación de Dios, “el modo como el cristiano se relación con el mundo es profundamente teologal, vive la relación con Dios desde su humanidad, y por ello, su actividad es cristiana aunque no lo haga desde una oficialidad católica”.
Todos los participantes coincidieron en el peligro que supone la «ideologización de la fe»: “este sociedad postmoderna reduce las cosas más grandes a banalidades, para luego poder apartarlas, como ocurre con la fe reducida a una simple ideología”, declaró el propio Brugarolas.
Por su parte, el filósofo Juan Arana puso el acento en que, al no cultivar la fe y, sobre todo, la maduración y formación cristiana e intelectual: “puede ser que lo que realmente esté en situación precaria sea nuestra identidad cristiana y no estemos a la altura de lo que esta sociedad nos está pidiendo”. Y quiso subrayar también que «la intelectualidad y el catolicismo tienen en común la universalidad como algo propio«.
«Hemos caído en un dualismo empobrecedor»
Juan Manuel de Prada, por su parte, se refirió a algunos de los problemas clave de esta “desaparición” de la intelectualidad católica; por una parte, señaló que “cuando a alguien lo presentan como intelectual católico, esa ‘etiqueta’ es casi un señalamiento, que crea un prejuicio previo de que todo lo que esa personas afirme o defienda está ‘subyugado’ a su ser católico como si la fe no perteneciera al ámbito de lo racional”.
Otro de los escollos, puntualizó el escritor, es un problema presente en el día a día de muchos católicos: “hemos caído en el dualismo, separando la fe de las razones naturales y hemos introducido el conflicto ideológico en nuestra actividad, y, lo que es más grave, en nuestra vida cristiana”.
“Nuestro reto”, ha continuado de Prada, “es romper este dualismo empobrecedor y asfixiante y recuperar el pensamiento católico como inspirador de las realidades naturales, capaz de ofrecer una lectura novedosa de estas realidades que es necesaria”. Para De Prada, “se trata de proponer una visión del mundo que integra esas realidades que las ideologías se han apropiado separadamente”.
La clave está en que los cristianos tengan cabeza cristiana y, para ello, ante las dudas planteadas, los ponentes han coincidido en la necesidad de desprenderse de esa ideologización de la fe. Una postura que evita el diálogo: “cuanto más católicos seamos menos ideológicos seremos”, ha llegado a decir Juan Manuel de Prada, puesto que, en palabras de Brugarolas: “la ideología es la razón orientada al poder y no a la verdad”.
Por otra parte, se puso de manifiesto la necesidad de generar una verdadera cultura católica que no termine en un gueto de comodidad, “evitar situaciones como que los escritores católicos escriban sólo para los católicos” y proponer la visión cristiana como una luz sobre toda la educación, por ejemplo en el caso de la Universidad, no sólo como una asignatura concreta:sino que el pensamiento cristiano ilumine todos los ámbitos de desarrollo personal del ser humano.