España

“La política no se entiende a veces como servicio y es invasiva”

“Hay que limitar malos usos políticos y los impuestos en la factura eléctrica”, señala en esta entrevista Manuel Bustos, director del Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala. “En el núcleo de la vida cristiana, del cristianismo”, añade, “está la autoridad como servicio, la política como servicio, la atención a los más necesitados”.

Rafael Miner·29 de septiembre de 2021·Tiempo de lectura: 7 minutos
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Fiti: ©Ben noble/Unsplash

Hace unas semanas, el Secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Pietro Parolin, visitó la Universidad CEU San Pablo, y entre otras cosas, pidió a los políticos un testimonio personal.

La acción política, a su juicio, debería incluir “una dimensión antropológica fundada, que pone en el centro la persona” y reconocer el valor de la justicia como “regulador social”. Además, solicitó que la autoridad no se ejerza con “una visión personal, partidista o nacional”, sino con “un sistema organizado de personas e ideas compartidas y posibles” en busca del bien común.

Sus palabras se produjeron en el marco del II Encuentro Internacional de Políticos Católicos, convocado por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, y la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos, con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer.

Para comentar estas ideas, y sucesos de actualidad de la vida política, desde un prisma de la doctrina social de la Iglesia, Omnes ha entrevistado al catedrático Manuel Bustos, director del Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala. El profesor Bustos considera que los “precios abusivos” de la luz son “un problema social”.

El cardenal Parolin subrayó hace unos días que corresponde a los políticos católicos identificar “las aplicaciones posibles y concretas de la amistad social y de la cultura del encuentro”; y, aún más decisivamente, comprender que “se trata de dos componentes que se transmiten por medio de comportamientos individuales”, es decir, del testimonio personal. ¿Podría concretar algo más esta idea, desde su punto de vista?

Manuel Bustos

Poner en el centro la persona y el valor de la justicia qué duda cabe que son valores no solamente cristianos sino compartidos por buena parte de nuestra civilización, por nuestra cultura occidental, incluso fuera de ella. Ciertamente son importantes. El problema es que la política tiene sus propias reglas de juego, que a veces son incompatibles con ese testimonio, con ese convencimiento personal, y terminan chocando con las estructuras de los partidos, que están concebidas fundamentalmente para ganarle al otro la partida, y al contrario. Es decir, no están tanto en función del bien común, aunque todos se apunten a esa idea del bien común  (quién va a estar en contra de eso?). Pero luego el propio sistema tiene unas carencias, que no han sido subsanadas.

Y una de esas carencias es que tienes que valerte de una serie de elementos para poder derrotar al contrincante, con el fin de llegar alguna vez a gobernar. Y eso pasa a veces por contravalores como son la mentira, o que el otro lleva razón, porque es una cosa buena para el bien común, y tienes que hacer oposición y decirle que no y argumentar lo contrario. Y está eso que denunció Maquiavelo, que a veces para alcanzar el poder hay que valerse de una serie de medios que no son muy lícitos, pero que se utilizan…, quizá disimuladamente, pero se utilizan.

¿Cómo sintetizaría su postura?

En resumen, de acuerdo por supuesto con lo que dice el cardenal. Ojalá se pusiera en el centro la persona, la justicia como regulador social… Pero luego, o cambiamos, o purificamos el sistema político que tenemos, o la cosa es bastante difícil. Y todos aquellos que quieren dar testimonio, se terminan enfrentando con el propio partido. Existen unas consignas, unas cosas que si no las sigues, corres el riesgo de ser marginando en el propio partido. A lo mejor no te echan, pero sabes que no vas a lograr ningún puesto. Eso hace que la gente se pliegue al final a las grandes líneas que marca el partido, o el líder, porque las líneas son a veces variables.

Entre los aspectos de la doctrina social de la Iglesia, ¿En qué punto podría concretarse mejor la autoridad, o el poder, como servicio a los demás, tal como está recordando el Papa Francisco?

En realidad, eso está en el núcleo de la vida cristiana, del cristianismo. Es la autoridad como servicio, la política como servicio, el poder al servicio del bien común, El otro día precisamente en el evangelio de la Misa, salía la autoridad como servicio, cuando Jesús pregunta a los discípulos qué estabais comentando ente vosotros, quién era el más importante, antes de que tuviera lugar lo que vino después.

Jesús hace ahí un discurso para toda la humanidad, sobre cómo debe entender eso el hombre, y por supuesto el cristiano, el seguidor de Cristo, como un servicio, no como algo de lo que me valgo para utilizarlo en función de mis intereses, de los intereses del partido, etc. La autoridad debe estar al servicio de los que más lo necesiten, porque están más necesitados. Esto está presente en toda la doctrina social de la Iglesia, al hablar del papel que tiene el Estado, el papel de la subsidiaridad, el protagonismo que tiene que tener la sociedad para que el Estado no absorba totalmente todas las iniciativas. Es algo que está en el fundamento.

La misma doctrina social de la Iglesia nace precisamente como un servicio a los hombres, a la humanidad, para que no se vuelva en contra del propio hombre, sobre el más débil. Al principio se habla de los obreros, y surge la primera gran encíclica de la doctrina social de la Iglesia, con León XIII, en plena revolución industrial, y luego se va extendiendo a mucha más gente, a otros sectores de la población, a medida que va progresando la doctrina social de la Iglesia. Está en la doctrina de todos los Papas, está en Fratelli tutti, porque es una de las últimas, está en Juan Pablo II, en Benedicto XVI, todos insisten en ello. Hay una continuidad en este tema. Es algo nuclear.

El Papa habla en Fratelli tutti (n. 166) de “una cultura individualista e ingenua ante los intereses económicos desenfrenados y la organización de las sociedades al servicio de los que ya tienen demasiado poder”. ¿Qué puede estar fallando para que un servicio tan elemental como la energía eléctrica, de primera necesidad, dispare su precio para las familias? ¿Le parece justo el sistema denominado de “puertas giratorias”? También sucede con la judicatura.

Esto es una manifestación más de lo que venimos diciendo. Que la política no se entiende a veces como un servicio al bien común, de carácter temporal, porque uno se puede perpetuar en el mismo cargo político, sin que los cargos tengan una duración limitada. Es una muestra de que en lugar de ser eso, es decir, estar trabajando unos años en el puesto que me haya tocado, quiero perpetuarme no ya en la política, sino en las retribuciones, en tener un cargo de importancia, y llegan las puertas giratorias que llevan a los consejos de administración, etcétera. Esto es muy frecuente en numerosas empresas. Igual que pasa con la judicatura, en efecto. Son malos usos. Se debe estar para servir el tiempo que sea necesario o que está estipulado.

Y luego hay que volver a la profesión de cada uno. No se puede uno aprovechar de la política para seguir viviendo bien con un buen sueldo el resto de la vida. Tendrán derecho a una cierta jubilación, obviamente, el día de mañana, por el ejercicio que han tenido en estos años, pero no puedo ya volver a ser juez, y luego vuelvo a la política, y cuando la política se me acabe sigo estando ahí… En el caso de los jueces es más problemático, porque se requiere una neutralidad mayor.

¿En cuanto al recibo eléctrico?

En el caso de las eléctricas, se están rozando unos precios pienso que abusivos. Es cierto que tenemos un déficit de energía, y hay que subsanarlo con electricidad, porque las renovables no han dado de sí todo lo que deberían… La energía nuclear no la queremos, la compramos fuera, ¿y qué ocurre? Que la electricidad sube enormemente. Y como todos sabemos, hay una parte de impuestos y de gravámenes que encarecen todavía más el producto. Esto sí se puede hacer por ley. Tanto lo anterior, como esto de las eléctricas, esto sí se puede hacer por ley, que limiten los impuestos en un caso, lo de los jueces y los políticos, también, pero en el fondo todos tienen intereses, y es imposible poderlo hacer. Pero esto sí se podría hacer por ley. Otras cosas que hemos mencionado son más complicadas, porque dependen de la actitud personal, de las creencias, de otros factores, pero en este caso sí se puede hacer por ley. La pregunta es si tienen interés en hacerlo. Tengo mis dudas.

En realidad, las corporaciones profesionales y otros estamentos de la sociedad civil se han quedado muy pequeñitos en comparación con la potencia del poder político en general, no me refiero a un partido en concreto. ¿Cómo lo ve?

Sí. Tiende a invadirlo todo. Ya estamos viendo estas leyes que tienen componentes morales muy fuertes. La ley de eutanasia, la última, la ley de educación, etcétera. Se hacen en función de unos intereses y unos criterios que dejan fuera a mucha gente que no comparte esas ideas y que son sensibles a una moral que esa ley rechaza de alguna manera.

Y luego está el problema social de estas subidas en el tema eléctrico y estas cosas de la que hemos hablado. Los que tenemos unos sueldos más normales, y no digamos los que tienen retribuciones por encima de lo normal, les puede afectar, pero relativamente, las subidas de precio. Pero hay personas para las que el 30 por ciento del sueldo, o el 20 por ciento, es el pago de la luz o de ciertos servicios, eso hace mucho daño. Esa gente necesita que se mire por ellas.

Finalmente, el cardenal Parolin comentó en la cadena Cope que se puede comparar la situación actual con los primeros siglos de la Iglesia, cuando llegaron los primeros discípulos en una sociedad que no tenía valores cristianos, pero a través del testimonio de las primeras comunidades lograron cambiar la mentalidad e introducir los valores del Evangelio en la sociedad de entonces.

Evidentemente, el testimonio es muy importante, pero hay un punto en el que quizá discreparía un poco. Me refiero a los primeros tiempos de la Iglesia. En esos primeros tiempos había un fondo social y cultural de creencia. Es verdad que no eran cristianos todos, los cristianos eran una minoría, pero había un respeto a la ley de Dios, porque eran judíos, o a los dioses, porque eran romanos. Había un fondo de creencia que hoy no existe. Precisamente el grave problema que tiene nuestra cultura actual es el alejamiento de Dios. Dios no representa dentro de ella un elemento sustancial o fundamental.

Propugnando o predicando una doctrina que acepta ese principio de la existencia de Dios, no llega a mucha gente. Y luego también, como decía un autor (creo que era Pemán, aunque no estoy seguro), el problema del cristianismo (él era creyente), es que ha dejado de ser nuevo para la sociedad actual.

Aunque no lo conozcan, dicen que creen conocerlo: cómo no voy a conocerlo, si hice la Primera Comunión, o tuve catequesis, o di clase de religión… Y se queda con esa idea primitiva o inicial, sin desarrollarla, y ya está. Y cuando vas a hablarle de Cristo, de los fundamentos del cristianismo, te dice: qué me cuentas, si eso ya lo conozco yo.  Es otro problema. El cristianismo en los primeros tiempos era una novedad frente a esa religión muy detallada de los judíos, o al politeísmo romano, pero hoy día estamos en una sociedad en que se han creado iglesias, tenemos un Papa, tenemos sacerdotes, y el cristianismo durante muchos siglos es lo que ha sostenido nuestra cultura. Pero ahora hay esa “sabiduría”, de decir: esto ya me lo sé. La evangelización en esta sociedad postcristiana es difícil.

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