El modo en que las mujeres y los hombres consagrados viven sus votos de pobreza, castidad y obediencia puede ofrecer luz y esperanza a un mundo que busca relaciones auténticas marcadas por el amor y la entrega, dijo el Papa Francisco en las vísperas de la fiesta de la Presentación del Señor.
Con la mirada puesta en la celebración en la Iglesia católica de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que se celebró ayer, el Papa agradeció a los miembros de las congregaciones religiosas su testimonio, señalando que es “levadura para la Iglesia”.
El Papa Francisco estuvo acompañado por cientos de hermanas, hermanos, vírgenes consagradas y sacerdotes de órdenes religiosas, incluida la nueva dirección del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, la Misionera de la Consolata Simona Brambilla, prefecta; y el cardenal Ángel Fernández Artime, salesiano, pro-prefecto.
Portadores de luz y de paz
En la víspera, el Pontífice invitó a los consagrados a ser portadores de luz y de paz a través de los votos de pobreza, castidad y obediencia. Y recordó que el “regreso a los orígenes” más importante “es el regreso a Cristo y a su ‘sí’ al Padre”, ha informado Vatican News.
La pobreza “tiene sus raíces en la vida misma de Dios, eterno y total don recíproco del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En el ejercicio de la pobreza, la persona consagrada, con un uso libre y generoso de todas las cosas, se hace para estas mismas, portadora de bendición”.
La castidad tiene un “origen en la Trinidad y manifiesta un reflejo del amor infinito que une a las tres Personas divinas”. Su profesión, en la renuncia al amor conyugal y en el camino de la continencia, reafirma el primado absoluto, para el ser humano, del amor de Dios, acogido con corazón indiviso y nupcial (cf. 1 Co 7,32-36), y lo indica como fuente y modelo de cualquier otro amor”.
Obediencia frente al individualismo
Sobre el voto de la obediencia, el Pontífice indicó que “es un antídoto a tal individualismo solitario, promoviendo, en su lugar, un modelo de relación basado en la escucha efectiva, en la que al ‘decir’ y al ‘oír’ sigue la concretización del ‘actuar’, aun a costa de renunciar a los propios gustos, programas y preferencias. En efecto, sólo de esta manera la persona puede experimentar al máximo la alegría del don, derrotando a la soledad y descubriendo el sentido de la propia existencia en el gran plan de Dios”.
Sor Simona Brambilla: “pasar del yo al nosotros”
En una reflexión sobre la Jornada mundial publicada en L’Osservatore Romano, la prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, sor Simona Brambilla se refirió a que “el Documento Final del Sínodo sobre la Sinodalidad afirma que ‘la vida consagrada está llamada a interpelar a la Iglesia y a la sociedad con su voz profética’.
Y señaló “el Papa Francisco ha hablado repetidamente de la llamada a pasar del yo al nosotros, de la necesidad de ‘encontrarnos en un nosotros más fuerte que la suma de pequeñas individualidades’ (Fratelli tutti, 78), del ‘desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos’ (Evangelii gaudium, 87), de la ‘experiencia liberadora y responsable de vivir como Iglesia la mística del nosotros’ (Veritatis gaudium sobre las universidades y facultades eclesiásticas, 4)”.
“Único cuerpo, Pueblo de Dios”
“El proceso sinodal ha retomado, entre otras, la imagen paulina del único cuerpo, y nos ha hecho experimentar el ‘sabor espiritual’ de ser Pueblo de Dios, reunido de todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones, viviendo en contextos y culturas diferentes. Nunca es la mera suma de los bautizados, sino el sujeto comunitario e histórico de la sinodalidad y de la misión”, ha escrito la Prefecta.
“Todo está relacionado”, “todo está conectado” -prosigue-. “Este es el estribillo que recorre la ‘Laudato si’ del Papa Francisco. La imagen del cuerpo expresa de manera plástica y clara la conexión que existe entre nosotros: nosotros criaturas, nosotros humanos, nosotros cristianos, nosotros miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, nosotros pertenecientes a un Instituto de Vida Consagrada, a una Sociedad de Vida Apostólica, a una Familia espiritual animada por un carisma único y original. Como en un cuerpo físico, cada parte, cada órgano, cada célula de un «cuerpo carismático» influye en el resto (…).
El carisma es “Espíritu, es Vida”
Sor Simona Brambilla añade a continuación: “El Carisma no es propiedad de un Instituto, de una Sociedad, de una Familia Carismática. Es un don de Dios al mundo, es Espíritu, es Vida. El Instituto (o Sociedad, o Familia) y cada hermana y hermano que es miembro de él, lo recibe como un don gratuito, una fuerza vital a la que hay que dejar fluir creativamente, libremente, no para ser ‘momificada’ o embalsamada como una pieza de museo”.
“En palabras del Papa Francisco: ‘Todo carisma es creativo, no es una estatua de museo, no, es creativo. Se trata de permanecer fieles a la fuente original esforzándose por repensarla y expresarla en diálogo con las nuevas situaciones sociales y culturales. Tiene raíces firmes, pero el árbol crece en diálogo con la realidad. Este trabajo de actualización es tanto más fecundo cuanto más se realiza armonizando creatividad, sabiduría, sensibilidad hacia todos y fidelidad a la Iglesia’ (Al Movimiento de los Focolares, 6 de febrero de 2021)”.