Dios, el mundo y el hombre (principales temas de la filosofía, según Kant) son realidades complejas. Lo que somos capaces de decir de ellos es polifónico, nunca unívoco, a menudo análogo. De ahí que las respuestas de la llamada inteligencia artificial puedan ser UNAS respuestas, más o menos acertadas o incluso brillantes, pero no LAS respuestas. Una aportación de un programa de inteligencia artificial puede ser útil, pero siempre insuficiente.
Nuevo humanismo para la era digital
Hay ciencias del espíritu y ciencias de la naturaleza. Está el reino de la libertad y el de la necesidad. El espíritu sobrepasa a la naturaleza; y la libertad sobrepuja a la necesidad. En el ámbito del espíritu y de la libertad, la inteligencia artificial es aún más insuficiente, pues es un espacio más polifónico, menos unívoco. Imaginemos que preguntamos a un programa de inteligencia artificial que explique las diferencias entre la poesía de Espronceda y la de Bécquer. E imaginemos que obtenemos una respuesta muy aguda. Pues bien, caben otras 100 respuestas agudas, pues la comparación entre ambos poetas genera múltiples discursos, no cerrados, por cierto.
Don Quijote se obnubiló con una nueva técnica (la imprenta), que posibilitaba multiplicar los libros, y con un género (el caballeresco) cuya retórica permitía al lector sumergirse en un universo virtual. ¿Qué salvó a don Quijote? La amistad de Sancho y sus lecturas humanísticas. Nuestra era digital precisa una formación humanista que contrapese la tendencia a buscar en la tecnología las verdades que la mente humana aspira a encontrar. Es lo que desarrolla el libro «Nuevo humanismo para la era digital» (Madrid, Dykinson, 2022), publicado por el autor de este artículo.
«Nuevo humanismo para la era digital» ofrece propuestas a partir de obras de Miguel de Cervantes y otros autores clásicos que, en el marco del humanismo renacentista, pueden ser fructíferas en este inicio de tercer milenio: la “era digital”. El asombro ante la belleza del hombre y de la mujer; la apertura a la trascendencia; la conciencia de que somos un mundo abreviado… son legados humanistas de valor perdurable. El hombre es un ser en busca de sentido, y una visión humanista puede satisfacer ese anhelo. La globalización, la burocratización del Estado, el reduccionismo inherente a los medios de comunicación y redes sociales convierten al ser humano en un súbdito productor-consumidor esclavizado por la tecnología. El humanismo, síntesis lograda del mundo grecorromano y de la civilización judeocristiana, no ha dicho la última palabra, pero presenta un corpus abierto de ideas que alientan la libertad y la responsabilidad personales.
Grandes obras del pasado como «Antígona» (Sófocles), «Hamlet» (Shakespeare) o el «Quijote» traen aire fresco a una cultura bipolar y narcisista como la nuestra. Cuestiones apasionantes como la relación entre las palabras y las imágenes, la traducción, el bilingüismo, el diálogo, la identidad, el mesianismo político, el progreso, el mito de la caverna, los modelos antropológicos, la Biblia, el amor, la cordura o la virtud desfilan por estas páginas.
El destacado sociólogo Amando de Miguel, recientemente fallecido, afirma en el prólogo que la conexión continua de internet “supone la oportunidad para que se instaure una verdadera civilización humanística. Es la que se predica en este libro con un formidable espesor de conocimientos, aunando la tradición griega, la romana y la medieval. Sin todo eso, no habría podido existir la Europa moderna y científica. Lo común a tantas capas de conocimiento es la curiosidad. Uno está tentado de sospechar que la civilización que nos aguarda para este tercer milenio supondrá la desaparición de los libros. Ante la posibilidad de una catástrofe de tal magnitud, esta obra barnesiana es una especie de salvavidas para saber qué libros habrá que conservar como oro en paño”.