En el año de San José y en la fiesta del Patrono de la Iglesia universal, el 19 de marzo de 2021, se ha vuelto a consagrar e inaugurar para el culto la antigua iglesia conventual de Santo Domingo y Santo Tomás de Aquino, hoy día iglesia de San José, en San Juan de Puerto Rico. Culminó así un proceso de 20 años de rehabilitación en el cual intervinieron especialistas del mundo entero. En el 2001 se había tenido que cerrar porque sus bóvedas isabelinas construidas en el 1532 amenazaban desplomarse. Tuvieron que colocarle andamios especiales para estabilizarlas, además de ventilar y secar el edificio entero cuyas paredes, por fallar los desagües, estaban pudriendo los retablos y los frescos adheridos a ellas. El World Monument Watch la puso en su lista de patrimonio en serio peligro de perderse. Requirió atención intensiva.
Aunque teológicamente la catedral de la antigua ciudad amurallada sea el templo más importante del país, este templo de San José es el más antiguo e importante en el país por razón de sus tesoros artísticos, espirituales y cultuales así como por ser el más extensamente estudiado. Quizás sea la tercera iglesia más antigua del Nuevo Mundo todavía en uso. Fue parte del primer edificio de piedra en ser construido por los españoles en la isleta de San Juan. El solar donde se levanta, en el punto más alto del recinto urbano, con vistas al Atlántico y la bahía sanjuanera, fue donado por el conquistador y primer gobernador de la Isla de San Juan del Boriquén, Don Juan Ponce de León. El obispo Damián López de Haro, a principios del siglo XVII, la describe: “señorea toda la ciudad”. Con esto no sólo se refiere al emplazamiento físico del convento y su iglesia sino a su irradiación en todos los ámbitos de la evangelización del país.
Etapas de su construcción y percances
Su construcción en piedra caliza y ladrillo comienza en el 1532 y fue edificada hasta su transepto ya para el 1539, cuando la crisis de la producción aurífera la detuvo. Usó el mismo esquema de nave única con capillas colaterales que se empleó en el templo conventual dominico en Santo Domingo, en la Española. Se desconoce a ciencia cierta su arquitecto, pero hay importantes indicaciones de que fue Rodrigo Gil de Lienzo. La segunda gran campaña de construcción fue del 1635-1641. La tercera fase fue cubrir la nave central con bóveda de cañón hecha en ladrillo entre el 1773-1774 y la última fase fue ampliar la Capilla de Belén en el 1855. Es la única iglesia del país para la cual dieron limosna 4 reyes de España: Carlos V para su construcción inicial, Carlos III para la del siglo XVIII, Isabel II para sus pisos de mármol en el 1858 y Juan Carlos I que obsequió su actual altar mayor en el 1987.
La iglesia fue devastada en dos ocasiones por la furia iconoclasta de los ingleses en el 1598 y luego por la de los holandeses en el 1625, por huracanes y terremotos, y por las plagas del trópico: la humedad, el comején, la polilla y ¡reconozcámoslo!, por la desidia clerical. Fue privada de su pulmón vivo, el convento, por la desamortización de Mendizábal, ese latrocinio del gobierno liberal, que fue ejecutado en San Juan en el 1838. Fue restaurada y remozada por los jesuitas (1858), cuando les fue encomendada como “capilla formal” del Seminario Conciliar. Los PP. Paúles, encargados a partir del 1886, la dotaron de tres grandes retablos neoclásicos (1908-1911) y le hicieron otras mejoras hacia el 1954. El Sr. Cardenal Luis Aponte Martínez la remozó del 1978 al 1982. La última restauración, (2001-2021) fue interrumpida en tres ocasiones, por percances en suministros de cal, luego por las consecuencias del terrible huracán María (2017) y por la pandemia del COVID 19. Costó rehabilitarla unos 11 millones de dólares.
Personajes importantes y Santos asociados a su historia
El primer Obispo en llegar a América, el Obispo de la isla de San Juan, Don Alonso Manso (1460-1539), trajo a los dominicos a la ciudad recién mudada a la isleta en el 1921, para que le ayudaran como primer Inquisidor del Nuevo Mundo. El convento fue fundado por Fray Antonio de Montesinos (1475-1540), primer defensor de los derechos de los indios. Fray Luis Cancer, OP, prior, así como Fray Pedro de Córdoba y Fray Antonio Dorta, enseñaron gramática y teología, y Fray Bartolomé de las Casas también vivió en dicho convento, experimentado en él uno de sus primeros fracasos uno de sus proyectos de evangelización “pura”. En este convento se refugiaron los habitantes de la ciudad cuando en sus canoas, atacaron la ciudad en el 1528. Albergó la primera escuela de estudios superiores en la isla, el Estudio General de los dominicos, donde generaciones de criollos estudiaron y se prepararon para el sacerdocio y la vida religiosa. Como otros conventos hispanoamericanos, prestó servicios culturales importantes en la ciudad murada, la modesta plaza fuerte de San Juan. Brindó la oportunidad para que los músicos y coros, pintores y escultores, oradores y estudiosos, pudieran exhibir sus aptitudes y recrear así los espíritus más exigentes de la ciudad.
Si en la Catedral se enterraban los Obispos, la capilla de este templo dedicada a N. Sra. del Rosario, patrona de la orden de predicadores, fue panteón de los gobernadores de la isla a partir de mediados del siglo XVII. Quizás haya unos 4,000 enterramientos bajo sus suelos y en sus cinco criptas difuntos.
El primer personaje importante de la historia de América que fue sepultado bajo su altar mayor fue su patrono, Don Juan Ponce de León. Sus restos fueron traídos en el 1547 de La Habana, donde había muerto víctima de un ataque de los indios de la Florida, por su nieto, homónimo y primer cornista de la isla, que luego de enviudar, se hiciera presbítero. Los miembros difuntos de la familia del conquistador también fueron inhumados allí.
Una viuda puertorriqueña con fama de santa, la beata Gregoria Hernández de Arecibo (c.1560-1639), que imitó la vida y virtudes de la venerable María Raggi, gozó de la estima y admiración de los frailes y de los habitantes de la ciudad, asistía diariamente a Misa en esta iglesia. La Beata Madre Dolores Rodríguez Sopeña (1848-1918), la fundadora de las Damas Catequistas, quien del 1871 al 1873 vivió en San Juan, fue dirigida espiritual de los jesuitas y allí asistía a Misa. En esta iglesia fundó el primer grupo de Hijas de María en la isla. El puertorriqueño Beato Carlos Manuel Rodríguez (1918-1963), liturgista laico y autodidacta, pasaba mucho por ella cuando iba a la primera librería católica del país, la Milagrosa (1942), adosada a dicho templo.
Desde esta comunidad los PP. Paúles atendieron a los pobres del vecino arrabal extramuros de la Perla, a los que las Hijas de la Caridad también catequizaban y formaban académicamente en la escuelita “San José”. Junto a la iglesia estuvo la primera imprenta católica de la isla desde la cual se divulgaba la Revista La Milagrosa (fundada en el 1922). Todavía se celebran las sonadas fiestas patronales de la vecina calle de San Sebastián que en el 1950 estrenó un conocido párroco vicentino, el P. Juan Madrazo, CM.
En ella está enterrado el terciario dominico, primer y más conocido pintor colonial rococó de la isla, el pardo José Campeche y Jordán (1751-1809). En ella descansa, el primer millonario puertorriqueño, el corsario Miguel Henríquez (c. 1674-1743). Este ingenioso pardo también natural de San Juan, pasó de ventero y sencillo comerciante de menudeo a hombre de negocios y mercader. El Rey le dio patente de corso y fue tratante de negros. En las primeras tres décadas del siglo XVIII llegó a ser el puertorriqueño más rico y conocido. En el 1710 el Rey de España, por los servicios prestados a la Corona en defensa de las provincias de Ultramar, con una armadilla de sus propios navíos, le nombró “Capitán de Mar y Guerra”. Un biógrafo dice de él: fue el personaje más notable que engendró Puerto Rico a lo largo de su andadura hispánica. Por primera vez en la historia del país uno de sus hijos se imbricara en el mundo de la burguesía capitalista y era conocido y temido por los holandeses, franceses, daneses y demás enemigos de España. Ante el acoso de la Hacienda Real se acogió al derecho de asilo en el convento dominico en el 1735 y en dicha iglesia fue sepultado con entierro de pobre, en el 1743.
Centro de irradiación de devociones marianas
Este templo fue el foco de irradiación más importante de devociones marianas de la isla. La primera advocación importante, patrona popular de la Ciudad, fue la Virgen de Belén, obra de un taller destacado de Flandes de fines del siglo XIV, a quien los cronistas indican le cantaban los ángeles maitines. Luego la Virgen de la Candelaria, que tuvo altar y cripta propia. El culto a la Virgen del Rosario también se difundió desde su capilla por toda la isla. Por ello tienen costumbre muchos puertorriqueños de llevar el Rosario al cuello como una especie de escapulario. Y los PP. Paúles, que la regentaron dese el 1886 hasta el 1967, promovieron el culto a la Milagrosa, que llegó a presidir su altar mayor.
Importancia artística
Los estudiosos del arte hispanoamericano la catalogan como el templo de más interés artístico en nuestra historia colonial. Tiene aspectos arcaizantes y otros novedosos. Las bóvedas dobles de su presbiterio y transepto fueron construidas con bóveda llamada de cantarita, una técnica tardo romana y bizantina que se siguió empleando en el gótico e isabelino del Mediterráneo español. Entre la argamasa que llena el sálmer o riñón de las bóvedas yacen embutidas gran cantidad de botijas de barro desperfectas que eran relleno liviano.
Nuestra iglesia conventual sanjuanera es preludio y también compañera de este florecer tardío del isabelino con elementos platerescos en el Nuevo Mundo, que dejará cientos de extraordinarios conventuales templos hermanos sobre todo en el Valle de México. Los más insignes estudiosos del arte hispanoamericano que han tenido la dicha de visitarla casi unánimemente la destacan sobre todo por la sensación de amplitud espacial acentuada por la feliz solución de la bóveda central en forma rampante para contrarrestar los empujes. El Marqués de Lozoya destaca el “efecto de imponente grandiosidad… (con) bizantinismo… en el crucero de la iglesia…: la aplicación como sistema de cubiertas de ollas de barro encajadas unas en otras como en Santa Sofía en Constantinopla”.
Indica el historiador y artista Osiris Delgado que “el principal aspecto que justifica la excelencia arquitectónica de la iglesia de San José y que al distingue como uno de los mejores ejemplares del gótico en América consiste en que un espacio relativamente reducido como lo es el transepto, logra dar una sensación de amplitud a base de contrarrestar ambos lados de la bóveda principal con cuartos de esfera cuya clave es común a la del arco formero. Y si bien no es la fórmula del todo ajena a soluciones arquitectónicas isabelinas, es quizás el primer rasgo de nuestra Isla que responde a una concepción espacial diferenciada de aquellas de otras partes del Nuevo Mundo”. Es decir que es una primera solución original en América, de un estilo europeo importado.
En su patrimonio se destaca la pequeña tabla de la Virgen de Belén, del último cuarto del siglo XIV, quizás de un seguidor de Van der Weyden, el bruselés maestro de la Historia de San José o Jacob van Laethem. Fue hurtada en el 1972. También albergaba 6 pinturas rococós de Campeche, algunas de ellas ex votos. Entre ellas estaba su obra religiosa cumbre: el Santo Domingo Soriano (1796). Tiene la primera pintura al fresco hecha en el país, San Telmo (c. 1545), así como la primera escultura hecha en la isla, el escudo renacentista de la familia Ponce de León (c. 1541). Guarda obras de algunos notables escultores españoles: el milagroso Cristo de los Ponce, de medidos del siglo XVI, un San Vicente Ferrer, de Juan de Mesa, discípulo de Martínez Montañes, un Cristo atado a la columna gaditano de siglo XVIII, un San José y un Corazón de María del sevillano Gabriel de Astorga y Miranda. En la última restauración se encontraron en las pechinas de la capilla del Rosario unas misteriosas sirenas barrocas de mediados del siglo XVII, con ramilletes de rosas en los brazos extendidos, que aluden a la batalla de Lepanto.
Con esta restauración se confirma la enseñanza de San Juan Pablo II: “La Iglesia ha considerado siempre que a través del arte se refleja… la infinita belleza de Dios… La naturaleza orgánica de los bienes culturales… no permite separar su goce estético de la finalidad religiosa. Por ejemplo, el edificio sagrado alcanza su perfección estética precisamente durante la celebración de los misterios divinos, dado que precisamente en ese momento resplandece en su significado más auténtico. Los elementos de la arquitectura, la pintura, la escultura, la música, el canto y las luces forman parte del único complejo que acoge para sus celebraciones litúrgicas a la comunidad de los fieles, constituida por ‘piedras vivas’ que forman un ‘edificio espiritual’”.
Párroco de la Gruta de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes.