Vaticano

La humildad del servicio, para ser verdaderamente útil a todos

En el tradicional mensaje navideño del Papa Francisco a la Curia Romana, que suele ser un momento de reflexión, el Santo Padre se ha detenido en la tentación de la "mundanidad espiritual".

Giovanni Tridente·27 de diciembre de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

Foto: ©2021 Catholic News Service / U.S. Conference of Catholic Bishops.

Las enfermedades, tentaciones y aflicciones que comprometen al «organismo» de la Curia Romana -el grupo de cardenales y obispos que colaboran con el Papa y la Santa Sede- siempre han estado en el centro de los saludos anuales a los que nos tiene acostumbrados el Papa Francisco desde su elección. Siempre ha sido, en definitiva, un momento de verificación y reflexión, casi como un análisis introspectivo para comprender mejor «quiénes somos y nuestra misión».

También este año el Pontífice no ha sido una excepción, y se ha detenido sobre todo en una tentación concreta, la que ya ha identificado en otras ocasiones como «mundanidad espiritual», cuya superación, sin embargo, beneficia al servicio general que ofrecen los distintos dicasterios vaticanos a la Iglesia universal.

Volver a la humildad

La clave para no correr el riesgo de ser «generales de ejércitos derrotados antes que simples soldados de un escuadrón que sigue luchando», como ya indicaba en su Evangelii gaudium, es volver -y con cierta diligencia- a la humildad, una palabra y una actitud desgraciadamente olvidada hoy y vaciada de moralismo. Y, sin embargo, la humildad es precisamente la primera puerta de entrada de Dios en la historia.

En su discurso, que no fue breve, el Papa Francisco reiteró a sus colaboradores que no se puede «pasar la vida escondiéndose detrás de una armadura, de un rol, de un reconocimiento social», porque tarde o temprano esa falta de sinceridad le pasará la factura y mostrará toda su inconsistencia, además de ser, en la Iglesia, un grave contratiempo: «si olvidamos nuestra humanidad vivimos sólo de los honores de nuestras armaduras».

Superar el orgullo

¿Cómo debería ser entonces una curia romana humilde? Seguramente no debe avergonzarse de sus fragilidades, pues «saber habitar sin desesperación, con realismo, alegría y esperanza nuestra humanidad». Lo contrario de la humildad es la «soberbia», que va de la mano del «fruto más perverso de la mundanidad espiritual» que son las «seguridades». Mientras que estos últimos muestran una falta de fe, esperanza y caridad, la soberbia es «como paja», que además de generar una tristeza estéril, priva a la Iglesia de «raíz» y «ramas».

Recordar y generar

Las raíces atestiguan el vínculo con el pasado, con la Tradición, con el ejemplo de quienes nos han precedido en la evangelización; los brotes son emblemas de vitalidad y proyección de futuro. Con esta conciencia, una Iglesia y una Curia humildes son capaces de «recordar», atesorar y revivir -añadió el Papa Francisco en su razonamiento- y de «generar», es decir, mirar hacia adelante con una memoria llena de gratitud.

Los humildes, en definitiva, «empujan hacia lo que no conocen», «aceptan ser cuestionados» y se abren a lo nuevo con esperanza y confianza. Sin esta actitud, se corre el riesgo de enfermar y desaparecer: «sin humildad no se encuentra a Dios ni al prójimo».

En el fondo, si nuestro anuncio predica la «pobreza», la Curia debe destacar por su «sobriedad»; si la Palabra de Dios predica la «justicia», la Curia romana debe brillar por su transparencia, sin favoritismos ni enredos, fue la advertencia del Papa.

El banco de pruebas del Sínodo

Un banco de pruebas inmediato para poner de relieve una humildad concreta es precisamente el camino sinodal que está viviendo la Iglesia y que la Curia Romana está llamada a sostener como protagonista, no sólo porque representa el motor organizativo sino sobre todo porque, como ha reiterado el Santo Padre, debe «dar ejemplo».

También para los colaboradores del Papa, por tanto, la humildad debe declinarse en las tres palabras clave que Francisco utilizó durante la apertura de la asamblea sinodal el pasado octubre: participación, comunión y misión.

Una Curia Romana participativa es aquella que pone en primer lugar la «corresponsabilidad», lo que también se traduce para los responsables en un espíritu más servicial y colaborador.

Es una Curia que crea comunión, porque se centra en Cristo a través de la oración y la lectura de la Palabra, se preocupa por el bien de los demás, reconoce la diversidad y vive su trabajo con espíritu de compartir.

Por último, es una Curia misionera, que muestra pasión por los pobres y los marginados, también porque es evidente que también hoy, y precisamente en una fase sinodal en la que se quiere escuchar a «todos» indistintamente, falta «su voz, su presencia, sus preguntas».

Una Iglesia humilde es, por tanto, una comunidad de fieles «que pone su centro fuera de sí misma», consciente -concluyó el Papa Francisco- de que «sólo sirviendo y sólo pensando en nuestro trabajo como servicio podemos ser verdaderamente útiles a todos».

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