El Santo Padre Francisco comenzó la audiencia general saludando a los fieles que habían acudido al Aula Pablo VI, siendo respondido con un gran aplauso.
En la audiencia de hoy, el Papa Francisco continuó comentando la Carta a los Gálatas de San Pablo: ««¿Para qué la ley?» (Gal 3,19). Esta es la pregunta en la que, siguiendo a San Pablo, queremos profundizar hoy, para reconocer la novedad de la vida cristiana animada por el Espíritu Santo. El apóstol escribe: «Si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gal 5,18). Sin embargo, los detractores de Pablo sostenían que los Gálatas tendrían que seguir la Ley para ser salvados. El apóstol no está en absoluto de acuerdo. No es en estos términos que se había acordado con los otros apóstoles en Jerusalén. Él recuerda bien las palabras de Pedro cuando sostenía: «¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar?». Las disposiciones que surgieron en ese “primer concilio” de Jerusalén eran muy claras, y decían: ‘Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que estas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza'».
«Cuando Pablo habla de la Ley, hace referencia normalmente a la Ley mosaica. Esta estaba relacionada con la Alianza que Dios había establecido con su pueblo. Según varios textos del Antiguo Testamento, la Torah – el término hebreo con el que se indica la Ley – es la recopilación de todas esas prescripciones y normas que los israelitas deben observar, en virtud de la Alianza con Dios. Una síntesis eficaz de qué es la Torah se puede encontrar en este texto del Deuteronomio: «Porque de nuevo se complacerá Yahveh en tu felicidad, como se complacía en la felicidad de tus padres, si tú escuchas la voz de Yahveh tu Dios guardando sus mandamientos y sus preceptos, lo que está escrito en el libro de esta Ley, si te conviertes a Yahveh tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma» (30,9-10). La observancia de la Ley garantizaba al pueblo los beneficios de la Alianza y el vínculo particular con Dios. Estrechando la Alianza con Israel, Dios le había ofrecido la Torah para que pudiera comprender su voluntad y vivir en la justicia. En más de una ocasión, sobre todo en los libros de los profetas, se constata que la no observancia de los preceptos de la Ley constituía una verdadera traición a la Alianza, provocando la reacción de la ira de Dios. El vínculo entre Alianza y Ley era tan estrecho que las dos realidades eran inseparables».
«A la luz de todo esto es fácil entender el buen juego que tendrían esos misioneros que se habían infiltrado entre los Gálatas para sostener que la adhesión a la Alianza conllevaba también la observancia de la Ley mosaica. Sin embargo, precisamente sobre esto punto podemos descubrir la inteligencia espiritual de San Pablo y las grandes intuiciones que él ha expresado, sostenido por la gracia recibida para su misión evangelizadora».
«El Apóstol explica a los Gálatas que, en realidad, la Alianza y la Ley no están vinculadas de forma indisoluble. El primer elemento sobre el que se apoya es que la Alianza establecida por Dios con Abraham se basó en la fe en el cumplimiento de la promesa y no en la observancia de la Ley, que todavía no estaba. Escribe el Apóstol: «Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma [con Abraham], no puede ser anulado por la ley, que llega cuatrocientos treinta años más tarde [con Moisés], de tal modo que la promesa quede anulada. Pues si la herencia dependiera de la Ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo Dios otorgó a Abraham su favor en forma de promesa» (Gal 3,17-18). Con este razonamiento, Pablo alcanza un primer objetivo: la Ley no es la base de la Alianza porque llegó sucesivamente».
«Un argumento como este pone en evidencia a los que sostienen que la Ley mosaica sea parte constitutiva de la Alianza. La Torah, de hecho, no está incluida en la promesa hecha a Abraham. Dicho esto, no se debe pensar que san Pablo fuera contrario a la Ley mosaica. Más de una vez, en sus Cartas, defiende su origen divino y sostiene que esta posee un rol bien preciso en la historia de la salvación. Pero la Ley no da la vida, no ofrece el cumplimiento de la promesa, porque no está en la condición de poder realizarla. Quien busca la vida necesita mirar a la promesa y a su realización en Cristo».
«Queridos, esta primera exposición del apóstol a los Gálatas presenta la novedad radical de la vida cristiana: todos los que tienen fe en Jesucristo están llamados a vivir en el Espíritu Santo, que libera de la Ley y al mismo tiempo la lleva a cumplimiento según el mandamiento del amor».
Al finalizar, ha ocurrido un detalle un tanto particular. Uno de sus colaboradores le ha pasado un teléfono donde le aguardaba una llamada telefónica que ha atendido allí mismo, en el Aula Pablo VI, nada más terminar la bendición que daba por finalizada la audiencia general.