España

La escucha es la clave de la labor de CONFER

Lourdes Perramón es la nueva Vicepresidenta de CONFER. Esta Oblata del Santísimo Redentor, que forma parte por primera vez de los órganos de gobierno de esta institución, reflexiona sobre su papel y los retos a los que se enfrenta en esta nueva etapa.

Maria José Atienza·19 de enero de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
Lourdes Perramón, vicepresidenta de CONFER.

La vicepresidencia que me ha sido encomendada la asumo, ante todo, desde la disponibilidad y el compromiso en lo que significa y quiere ser la CONFER: ese espacio de encuentro, de apoyo, de comunión y construcción colectiva. 

Durante muchos años la CONFER ha sido para mí un apoyo, mediación y referencia, en el caminar personal como religiosa y más recientemente en el servicio congregacional como superiora general. Ahora se me brinda la oportunidad de devolver algo de lo recibido y quiero hacerlo con generosidad, dentro de las posibilidades que conlleva compaginarlo con la responsabilidad congregacional. 

Responsabilidad compartida

Tengo la suerte de incorporarme a un equipo que ya venía funcionando y eso me enriquece y ofrece seguridad. A la vez me habla de confianza al tratarse de una responsabilidad compartida y de aprendizaje, al ser una tarea que se nutre de un rico grupo de personas, tanto en la sede nacional como en las diferentes CONFER regionales, diocesanas y, por supuesto, toda la vida consagrada. 

Partimos en general de una acogida positiva a las propuestas que lanza CONFER, pero quizás el gran desafío es que no se quede en algo unidireccional. Vivimos un momento de renovación expresado, entre otros, en el proyecto para el fortalecimiento y viabilidad de la CONFER al servicio de las Congregaciones religiosas en España, que recientemente se presentó y aprobó en la Asamblea. 

Es un proyecto que quiere responder a los desafíos de la vida religiosa, recogidos en un diagnóstico que se elaboró partiendo de los aportes de muchas congregaciones. Justamente en la escucha de la realidad es donde radica la clave esencial para que esa labor de apoyo sea exitosa, adecuando los diferentes servicios que CONFER ofrece a las necesidades cambiantes del momento actual. 

En el proyecto ha de tener un papel importante el apoyo a las congregaciones con más dificultades, pero también el propiciar las sinergias, intercambios o acciones conjuntas entre congregaciones. Solo desde ahí será posible renovar, con creatividad y audacia, lo esencial de nuestra vida consagrada y del servicio que estamos llamados a aportar en la Iglesia y sociedad, con especial atención a quienes viven situaciones de mayor vulnerabilidad.

El rostro femenino 

La vida religiosa femenina ha sido y es mayoritaria frente a la masculina, no solamente en números absolutos sino en la participación habitual en las actividades que organiza CONFER. 

Podemos decir que CONFER tiene un rostro femenino que impregna la vida cotidiana en sus reflexiones, prioridades, acciones. Acabamos de vivir un hecho relevante en la visibilidad externa de esta realidad, como ha sido la primera presidencia femenina de la CONFER, desde cuando hace ya más de 25 años se unieron las conferencias masculina y femenina. Sin embargo, considero que no caben conformismos en este tema. Debemos asumir el compromiso, junto a las mujeres laicas, para que la Iglesia en su conjunto no se pierda nuestra mirada, sensibilidad, saber… y estar atentas para participar y compartir los espacios de decisión eclesial. 

Una gran oportunidad

Ante el Sínodo que vive toda la Iglesia universal la vida religiosa parte “con cierta ventaja”. La vida en comunidad, el compartir todo lo que somos y tenemos en una fructífera comunicación de bienes, los espacios de discernimiento y decisión participados, colegiados, los caminos en misión compartida con el laicado, el trabajo en red con tantas entidades y las experiencias de intercongregacionalidad… 

El Sínodo es una gran oportunidad y responsabilidad a la vez, para que a partir de la propia experiencia y en la escucha mutua con las comunidades locales en la Iglesia diocesana, seamos capaces de hacer propuestas que ayuden a hacer más real, más encarnado el modelo de Iglesia, pueblo de Dios que el propio Concilio Vaticano II ya soñaba. Una Iglesia en misión, que acompaña solidariamente a las minorías y a los más empobrecidos sin juicios ni exclusiones.

El reto vocacional 

El descenso de vocaciones a la vida consagrada es evidente pero, a veces, la pregunta se focaliza en relación a qué le sucede a la juventud que no entiende o acoge esta propuesta vocacional. Cuando quizás nos falta preguntarnos si hemos sido capaces de mostrar en lenguajes y formas nuevas, la esencia mística y profética de la vida consagrada. 

Y por último y quizás lo más importante, reconocer que algo de Dios debe haber en esta realidad y que detrás de lo numérico sigue habiendo una llamada muy evangélica.

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