Empezar justamente hoy hablando de que la sociedad está enferma puede parecer un detalle de mal gusto o una obviedad tremenda. Pero es que las enfermedades del ser humano dependen más de su libertad que de los virus; y la libertad está sometida a la fuerza espantosa de gravedad del egoísmo, que no suele dejar que se oiga la voz que quiere dirigirnos en sentido contrario (y que no es una fuerza sino solo eso: una voz, una voz santa). La llegada de un virus nuevo suscita formas nuevas y viejas del egoísmo, pero quizá también nos dé ocasión de recuperar trozos habitualmente perdidos de realidad, de volver a poner las plantas en suelo firme…
En este ambiente, la Comisión Repara continúa atendiendo, aunque sea por teléfono y a través de Skype, otro género de contaminación horrible. Solo lleva funcionando dos meses y ya ve efectos de salud, modestos en cierta perspectiva, pero inmensos si se los comprende de veras.
Cualquier persona de bien, aunque esté llena de defectos y miserias en muchos sentidos, siente (y no solo siente, sino que también entiende) los abusos sexuales y en especial la pederastia como un horror y un crimen. Si además los considera en el interior mismo de la familia, en los lugares de formación de los jóvenes, o como actos de un religioso o un clérigo (o una religiosa) vulnerando a alguien a quien somete a la vez anímicamente, es difícil que no le vengan náuseas. El cristianismo es seguimiento e identificación con el amor más puro e intenso, con aquello que más decidida y hondamente ayuda a la promoción de la libertad y de cuanto hay de mejor en el ser humano; pero bajo capa de esta religión –de este modo de vivir, en realidad– hay casos –de pronto, en muchos lugares, muchos casos– de invasión violentísima de las conciencias y violación de los cuerpos. Se destruye la inocencia, se pervierte el significado de las relaciones entre personas, se infligen heridas que duran muchísimo más que los períodos de prescripción de los delitos contemplados en los códigos penales de ningún país.
Justicia, plena reparación
Es necesario representarse primero a lo vivo este espanto, este contrasentido monstruoso, para que el afán de poner en el lugar central de los esfuerzos de sanación y reconstrucción a la víctima (en singular, no como un mero caso de algo general para lo que siempre habrá un protocolo impersonal de tratamiento) no parezca ni por un instante una toma de partido inquisitorial respecto de la figura, también plenamente individual, del abusador. Si ante tanto encubrimiento y tanto silencio no nos llenamos todos antes de vergüenza y afán de justicia (si es que no directamente de arrepentimiento), no seremos realmente objetivos.
Hay que mirar a la Comisión Repara con estos ojos. Desde luego, es como la ve y la vive la persona a la que el arzobispo de Madrid ha colocado como responsable y coordinador de ella. Por eso no dudó en aceptar el encargo, en cuanto vio la sinceridad con que se le pedía este trabajo y las excelentes personas que podrían componer el núcleo de su equipo.
Repara significa reconocimiento de la situación, para poder ayudar a su cura, o sea, a la prevención de que se prolongue, se renueve y siga calladamente enferma. Para eso hay que atender de modo concretísimamente personal a cada víctima —ojalá que los victimarios acudieran también a sanar y pudiéramos auxiliarlos—, y aspirar a la recuperación, a la plena reparación, incluso en el caso extremo ideal, a la reconciliación, a la llamada justicia restaurativa. Por ella, la víctima rehace sus vínculos consigo misma y con los demás y logra dejar atrás, ya que no sus cicatrices, sí sus heridas sangrantes; a la vez que se logra que el abusador al menos no reitere su violencia y, de nuevo en el caso ideal, se rehaga en su persona y (re)establezca relaciones justas y sanas con los demás.
Abierta a toda la sociedad
El arzobispado de Madrid está al servicio de toda la ciudad. Ya que inaugura por fin esta comisión, y así ayuda a poner a la esperanza en el lugar de privilegio que le corresponde, no quiere ni debe limitarse a atender a quienes hayan sido víctimas de ordenados y religiosos o hayan experimentado abusos en ambientes cuya seguridad tendría que haber estado garantizada por alguna institución eclesiástica. Y como el abuso sexual es muchas veces un medio de especial violencia de que se vale el abuso de poder y de conciencia, toda esa extensión tiene que plantearse al trabajo de la Comisión Repara. Acogeremos a cualquier agredido, a cualquier agredida.
Quede perfectamente claro: aquí no cabe sombra de complicidad o de encubrimiento con el abuso. Es muy comprensible que la víctima de un eclesiástico desconfíe de una oficina eclesiástica que se le ofrece para atenderla; pero en lo que hace al coordinador de Repara (y no solo a él, sino a todo el equipo al frente de la comisión), no admitirá ni sombra de manejo oscuro de ningún caso.
Acompañamiento en todos los sentidos
La víctima será acompañada en todos los sentidos en que lo necesite. Se le ofrece, ante todo, escucha empática, cuidado psicológico, servicios jurídicos canónicos y civiles, cuidado espiritual. Se recurrirá a gabinetes de psicólogos (o psiquiatras) y de juristas que, si se hace necesario, sean enteramente ajenos a las estructuras de la archidiócesis. Todo ello tiene que ser gratuito (la Fundación Porticus ha comprometido su apoyo financiero).
Pero hay otra zona del trabajo de la comisión que mira al futuro: programas propios de formación, en interacción con los que ya están en marcha en Madrid. Esperamos poder lanzarlos antes del verano, si los miasmas físicos lo permiten. Quienes los sigan, obtendrán un Sello Repara que acredite esta formación.
Por otra parte, además de que completemos y especialicemos la formación de escuchas, interesa mucho también reforzar en lo posible la preparación de los futuros miembros ordenados y los futuros religiosos y religiosas. Solo un ejercicio cuidadoso de la educación afectiva, de la integración del sexo en la vida célibe y de la comprensión adecuada de los ministerios eclesiásticos formará una barrera eficaz para que no se propague más esta infección.
Puedo asegurar que los que hemos iniciado la tarea lo hacemos con mucho entusiasmo y con auténtica esperanza. Algunos que no somos más que padres, profesores, terapeutas o juristas laicos vemos que la lucha emprendida nos hace vivir con mucha más holgura que antes la comunión cristiana y la hermandad humana universal.
Comisión Repara: email: [email protected], tfno. 618 30 36 66.
Las oficinas de denuncias en diócesis, antes del 31 de mayo
—texto Francisco Otamendi
Sólo el coronavirus podría impedir que prácticamente todas las diócesis españolas tengan en marcha antes del 31 de mayo una oficina para recibir denuncias de abusos sexuales a menores y personas vulnerables, como establece el motu proprio del Papa Francisco Vos estis lux mundi.
Según el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Mons. Luis Argüello, que informó sobre estas oficinas al concluir la asamblea plenaria de los obispos a primeros de marzo, las únicas diócesis que en esa fecha no cumplían con el requisito eran algunas en Cataluña, y anunció que lo harían en las próximas semanas, porque habían preferido esperar a la celebración de la asamblea.
Las diócesis de las provincias eclesiásticas de Pamplona y Tudela, Santiago de Compostela y Valladolid han optado por una oficina metropolitana para todas las diócesis circunscritas, como ha hecho también el arzobispado Castrense de España.
En cambio, las que corresponden a las provincias eclesiásticas de Burgos, Granada, Madrid, Mérida-Badajoz, Oviedo, Toledo y Valencia han acordado organizarse por oficinas diocesanas propias.
La provincia eclesiástica de Sevilla ha constituido asimismo una oficina metropolitana para la archidiócesis, a la que se han añadido las sufragáneas de Cádiz y Ceuta, y Huelva. Las diócesis de Asidonia-Jerez, Canarias, Córdoba y Tenerife han optado por constituir oficinas diocesanas propias.
Mons. Argüello informó que aunque la norma del Papa establece un mínimo que cumplir, la recepción de denuncias, la realidad muestra que en muchos casos “estas oficinas están viendo la posibilidad de realizar también un acompañamiento a las victimas”. Y puso como ejemplo el proyecto Repara, de la archidiócesis de Madrid: “Repara, además de contemplar la oficina, ofrece muchísimas más posibilidades”, señaló, como se ha visto en esta misma página en el artículo de su coordinador, Miguel García-Baró. El secretario general confirmó que la Conferencia Episcopal no contará con una oficina propia, pero se ha comprometido a realizar un servicio de “comunión y enlace” entre las distintas oficinas y el Tribunal de la Rota Romana en caso de ser necesario.
CEE y CONFER, caminar juntos
La CEE y la Confederación Española de Religiosos (CONFER), junto a Escuelas Católicas, celebraron en enero una jornada sobre Abusos de poder, conciencia y sexuales, en la que efectuaron “un llamamiento para que caminemos juntos. Camino de prevención, con las víctimas, formativos. Hay que poner sobre la mesa lo mucho que ya hay y desde ahí aprender juntos y ayudarnos unos a otros”, en palabras de Mons. Luis Argüello.
En el acto de apertura, la presidenta de CONFER, Mariña Ríos, expresó el “deseo de ayudarnos entre todos para hacerlo adecuadamente. Nos vemos afectados no sólo como ésta o aquella institución, sino como Iglesia. Y como Iglesia hemos de poner los medios necesarios para afrontar las situaciones que se han dado, para garantizar y trabajar juntos”.
José María Alvira, secretario general de Escuelas Católicas, mostró su consternación por los abusos, y subrayó la misma idea: debemos ser claros ante la universalidad de esta plaga, y colaborar: “Nos preocupan los abusos en el conjunto de la sociedad. El objetivo de la Iglesia es escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados allá donde se encuentren. La Iglesia tiene que estar por encima de las polémicas. Ha llegado la hora de colaborar juntos”.
Coordinador de la Comisión Repara de la Archidiócesis de Madrid. Profesor de la Universidad Pontificia de Comillas.