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La columna de la Inmaculada Concepción se vuelve a abrir paso en la plaza vieja de Praga

La capital de la República Checa repondrá en su lugar el monumento a la Inmaculada Concepción de la Plaza Vieja, donde se levantaba desde 1650 hasta su derrumbe por parte de incontrolados en 1918.

Omnes·9 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 4 minutos
Plaza vieja de Praga

Una laicidad mal entendida ha llevado a muchos países de tradición cristiana de Europa occidental a retirar símbolos religiosos de colegios, calles y hasta del nombre de sus fiestas, mientras que en Europa oriental, salida hace veinticinco años de sus dictaduras comunistas, esos símbolos vuelven a los espacios públicos.

El pulmón oriental de Europa, como se refería Juan Pablo II a los países que cayeron bajo la órbita soviética de Moscú, dirige ahora su mirada hacia los elementos de la cultura común judeocristiana.

En la República Checa, las restituciones de los bienes incautados a la Iglesia católica y otras confesiones religiosas durante el régimen comunista (1948-1989), han entrado también en su recta final.

La última ley de restitución, aprobada en 2012, resuelve así la deseada independencia económica de las diócesis y entes religiosos para que puedan dirigir sus asuntos sin interferencias, a diferencia de lo que venía sucediendo hasta ahora, con un sistema de financiación heredado del pasado totalitario.

Eso no quita que el Estado siga hoy dedicando muchos recursos a la conservación del patrimonio, que es en buena parte de carácter religioso y supone a las arcas públicas pingües ingresos del turismo.

Pero también se dan situaciones curiosas, como iniciativas ciudadanas que carecen de apoyo institucional de la Iglesia o del Estado, y se sostienen sólo a base de celo popular, tratando de devolver a su lugar original monumentos religiosos que fueron desplazados o destruidos por el odio sectario.

La idea es que, con la devolución de esos monumentos al sitio para el fueron concebidos, los espacios públicos recuperen el sabor original, atendiendo a criterios arquitectónicos, estéticos, históricos y culturales.

Columna de la Inmaculada

Entre estas iniciativas destaca el regreso de la columna de la Inmaculada Concepción a la Plaza Vieja de Praga, donde estaba desde 1650, es decir, desde poco después de la firma del Tratado de Westfalia que puso fin a la guerra de los Treinta Años.

Según Jan Royt, historiador del arte y pro-rector de la Universidad Carolina de Praga, la columna era símbolo de esa paz europea y, además, con ella la parte de la ciudad situada en el margen derecho del río quiso mostrar su agradecimiento a la Virgen por haber salido incólume de esa guerra.

La imagen, realizada por J.J. Bendl, fue en su momento la primera escultura barroca en piedra arenisca, y “abrió paso a un gran desarrollo del arte escultórico”, explica Jan Bradna, escultor académico y restaurador.

La estatua fue derrumbada el 3 de noviembre de 1918, a los pocos días de la proclamación de la República Checoslovaca. Desde entonces ha habido cuatro intentos para reponerla y el último, abanderado por la Sociedad para la Renovación de la Columna Mariana creada en 1990, tiene visos de alcanzar su objetivo. Si bien después de la revolución de terciopelo, que abrió la puerta a la democracia en Checoslovaquia, esto parecía un imposible, ha ido adquiriendo perfiles de realidad.

La cuenta atrás para el regreso de esa estatua a la memorable plaza, que forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO, no ha hecho sino comenzar. Y lo hace sin ninguna contribución estatal, ya que la Sociedad para Renovación de la Columna Mariana ha conseguido suficientes donativos.

Praga es específica

Con el retorno de las libertades en el país centroeuropeo ya han vuelto a su lugar columnas de la Inmaculada en ciudades importantes como Ostrava y Česke Budejovice, y en otras más pequeñas como Kyjov, Turnov, Sokolov y Chodov.

Praga es un caso específico, ya que el derribo de la columna por un grupo incontrolado en 1918 pasó a considerarse símbolo de la emancipación checoslovaca frente la monarquía de los Habsburgo, asociada íntimamente a la Iglesia católica.

Por ese motivo, la Iglesia romana no era bien vista por los artífices del nuevo Estado, con el político y filósofo T.G. Masaryk a la cabeza, y que fomentó la creación de una iglesia nacional checoslovaca de orientación protestante.

Ha pasado casi un siglo del dramático incidente y, tras muchas vicisitudes, todo parece indicar que una réplica exacta de la estatua volverá a dar equilibrio a la plaza.

En uno de sus extremos fue erigido en 1915 un conjunto arquitectónico en honor al reformador Jan Hus (1369-1415), muy devoto –por cierto– de la Virgen, y hay consenso entre los expertos en que falta el contrapunto original en el otro extremo.

“Prefiero expresar moderación, para evitar un contraataque, pero el día ‘D’ está a la vuelta de la esquina. No hay ningún factor político que pueda impedirlo y ahora es una cuestión administrativa que concierne a la Oficina de Construcción”, dijo a PALABRA Jan Wolf, consejero del ayuntamiento responsable de Cultura, Preservación del Patrimonio y Turismo.

Wolf se expresó así tras los resultados del último sondeo arqueológico, realizado en diciembre, que concluyó que el lugar es apto para soportar el peso del conjunto escultórico.

Con ello se salva el último escollo planteado por la Oficina del Patrimonio Histórico, y ahora el expediente pasa a la Oficina de Construcción del ayuntamiento del distrito 1 de la ciudad.

Si sus palabras se cumplen, la sombra de la columna coincidirá al mediodía –con un retraso de cinco minutos– con el meridiano de Praga: éste era, desde los días de su instalación en 1650, el sistema para medir el tiempo en Praga.

Razones

Además de razones arquitectónicas y estéticas, hay otras de más calado que pueden servir de recordatorio de la identidad de los pueblos.

“La columna de la Inmaculada es una referente moral del que nació Europa”, señaló Wolf, para quien el monumento remite a las raíces judeocristianas de una civilización.

La columna tiene a una mujer judía, María, en el centro de la escena, rodeada por una cohorte de ángeles que reflejan escenas del Apocalipsis, el último libro de la Biblia en la que Dios se revela al hombre y que constituye uno de los depósitos de la fe cristiana, junto a la Tradición apostólica.

Para Wolf, en los días de su construcción la columna reflejaba también “la unidad de Europa”, pues Praga era “una encrucijada internacional” con gentes venidas de muchos rincones para reconstruir un país devastado tras la guerra de los Treinta Años.

Desde una perspectiva más actual, el consejero praguense destacó que la columna sirve de contrapunto frente al mundo musulmán, en un contexto actual de violencia y terrorismo abanderado por el Estado Islámico. “Algo de lo que podemos sentirnos orgullosos”, concluye el político democristiano al referirse a ese modelo materno y acogedor que representa la Virgen.

Y añadió que puede servir como “una resistencia contra el ateísmo y algo que ayude a convertirse a lo bueno, en lo que Europa se basó”.

Esto no siempre ha sido entendido por los opositores al proyecto, que lo consideran, en palabras de Wolf, como “una confirmación de la supremacía católica, como otra muestra de mero orgullo”.

Este escollo parece superado recientemente tras un acuerdo entre el arzobispo de Praga, Dominik Duka, y los representantes husitas y evangélicos, en el marco del VI centenario de la muerte del reformador Jan Hus.

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