El 18 de enero de 1871, en el Salón de los Espejos de Versalles, el rey de Prusia Guillermo I fue proclamado emperador alemán. Otto von Bismarck había logrado el objetivo de unificar Alemania en el Deutsches Reich, una meta que llevaba décadas persiguiendo. Sin embargo, tanto el Canciller como muchos de sus contemporáneos percibían que el nuevo imperio enfrentaba amenazas internas. Para Bismarck, el principal peligro para la unidad nacional del imperio prusiano-protestante residía en la Iglesia católica.
Prusia siempre había sido un territorio protestante, desde sus orígenes. El Ducado de Prusia, fundado en 1525 por el antiguo Gran Maestre de la Orden Teutónica Albrecht, tras convertirse al protestantismo luterano, fue el primer principado europeo en adoptar el luteranismo como religión oficial. Esta tradición se mantuvo cuando el Ducado fue heredado por los Hohenzollern de Brandemburgo en 1618, donde asimismo se había extendido el luteranismo. Comienza así el ascenso de Prusia-Brandemburgo hasta que el Príncipe Elector Federico III de Brandemburgo es coronado Rey en Prusia en 1701. El título hace referencia a que parte de Prusia –perteneciente a Polonia– quedaba fuera de su territorio. El título Rey de Prusia comenzará a usarse después de la anexión de la antigua Prusia polaca en 1772. En cualquier caso, el protestantismo formaba parte de la identidad de Prusia, frente al carácter católico del otro reino descendiente del Imperio Romano-Germánico, el de Austria.
A comienzos del siglo XIX, prácticamente la totalidad de los católicos que vivían dentro de Prusia eran de origen polaco: de la antigua Prusia polaca o de la Silesia que se había anexionado Federico II (1712-1786). Esta situación cambió notablemente cuando, después de las guerras napoleónicas, gran parte de Renania y de Westfalia pasaron a formar parte de Prusia, pues allí el 70 por ciento de la población era católica.
En Prusia, al igual que en otros estados alemanes protestantes, el soberano ejercía como “summus episcopus” (obispo supremo) de las iglesias regionales protestantes. La Ley General de Tierras prusiana de 1794 establecía que la práctica religiosa, tanto pública como privada, estaba sujeta a la supervisión estatal. Pero esta supervisión estatal sobre la Iglesia católica en Renania y Westfalia entró en conflicto directo con la autoridad universal de la Iglesia católica romana.
Asociaciones precursoras del ZdK
Para resistir en este entorno hostil, los católicos comenzaron a organizarse políticamente en Prusia: desde 1848 se intentó una unión de las “asociaciones pías”, lo que llevó en 1868 a la fundación de un “Central-Comité”, precursor del “ZdK” (“Comité central de los católicos alemanes”), después de la Segunda Guerra Mundial.
Simultáneamente, en 1870 se formó un partido político confesional, el “Zentrum”, que al año siguiente se convirtió en el tercer grupo parlamentario en el Reichstag. Bismarck les acusaba de ser “ultramontanos”; es decir, de seguir las directrices de Roma, donde el Papa Pío IX rechazaba el liberalismo y el Estado laico.
Por esta razón, el anticatolicismo estaba muy extendido entre los partidarios del liberalismo en Prusia y en toda Europa. Al atacar a los católicos, Bismarck se aseguró el apoyo de los periodistas y políticos liberales del Partido Nacional Liberal (NLP), la fuerza política dominante en el nuevo Reichstag y en la Cámara de Representantes prusiana.
La Kulturkampf
Una de las primeras acciones directas contra los católicos fue el “decreto del púlpito” (Kanzelparagraph) de diciembre de 1871, que amenazaba con penas de prisión a los clérigos de cualquier confesión que hicieran comentarios sobre asuntos de Estado en el ejercicio de su cargo. Esto marcó el inicio de la Kulturkampf, término acuñado por el político liberal de izquierdas y afamado médico Rudolf Virchow.
Las medidas represivas continuaron: en 1872 se prohibió la orden de los jesuitas, mientras que la “Ley de supervisión escolar” de 1873 puso todas las escuelas bajo control estatal; en 1875 se introdujo el matrimonio civil como única forma válida de matrimonio y se prohibieron todas aquellas órdenes religiosas que no se dedicaban exclusivamente al cuidado de los enfermos.
Al mismo tiempo se intensificó la vigilancia y el control sobre las asociaciones católicas, la prensa y la educación religiosas. Sólo en los cuatro primeros meses de 1875, 136 directores de periódicos católicos fueron multados o encarcelados. Durante el mismo período, se confiscaron 20 periódicos católicos, se registraron 74 edificios católicos y se expulsó o internó a 103 activistas políticos católicos. Se cerraron 55 organizaciones y asociaciones católicas.
A finales de la década de 1870, la Iglesia católica había perdido una influencia considerable y su situación en el Reich alemán era desoladora: más de la mitad de los obispos católicos de Prusia estaban exiliados o en prisión y una cuarta parte de las parroquias prusianas carecían de sacerdote. Al término de la “Kulturkampf”, más de 1.800 sacerdotes habían sido encarcelados o expulsados del país y confiscados bienes eclesiásticos por valor de 16 millones de marcos de oro.
Sin embargo, la política de Bismarck tuvo un efecto contrario al deseado: la batalla cultural fortaleció la solidaridad dentro de la Iglesia, entre la jerarquía y los laicos del Central-Comité, así como el vínculo con el Papa y la identificación con el papado.
Los conflictos de intereses entre católicos liberales y conservadores pasaron a un segundo plano.
Las asociaciones católicas experimentaron un importante auge, al igual que la prensa católica, que respaldó enérgicamente la política del Zentrum a pesar de las medidas represivas. En las elecciones al Reichstag de 1878, el Zentrum se estableció como el segundo grupo parlamentario, obteniendo casi el mismo porcentaje de votos que el Partido Nacional-Liberal: 23,1 por ciento cada uno, lo que se tradujo en 99 escaños para el NLP y 94 para el Zentrum, de un total de 397.