Hay un acontecimiento en Kirguistán que sin duda puede considerarse histórico: la construcción de la primera catedral católica. El lugar de culto, cuya primera piedra fue bendecida en el Vaticano por el Papa Francisco, se construirá en Biškek, capital de la nación centroasiática, hasta 1991 una de las repúblicas socialistas que formaban la Unión Soviética.
La gran novedad radica no sólo en que la catedral se construirá muchos años después de la caída del comunismo -algo más tarde que en otros países postsoviéticos, donde la construcción de catedrales e iglesias floreció entre principios de los años 90 y 2000-, sino también en que la Iglesia católica es claramente minoritaria. “¿Cuántos católicos hay en Kirguistán? Más o menos 500, mientras que hay seis parroquias en total”, explica a Omnes, Damian Wojciechowski, jesuita, ecónomo de la Administración Apostólica de Kirguistán y responsable del proyecto de construcción de la catedral.
Un grupo pequeño si se compara con el número de toda la población: más de 5 millones, en su mayoría musulmanes, mientras que el Estado es oficialmente laico.
Pequeño edificio, gran símbolo
En Biškek, por ahora, sólo hay una parroquia, situada en las afueras de la ciudad. «Con la nueva iglesia, todo será diferente», dice Wojciechowski, explicando que la catedral -cuya construcción se espera que comience en las próximas semanas y dure unos años- no será enorme, “sólo medirá 300 metros cuadrados. Será tan pequeña como nuestra comunidad. Pero lo más importante es que será un signo tangible de la presencia de nuestra fe en todo el país. Y esto es lo que realmente nos faltaba”.
Junto a la catedral, también se construirá un gran centro pastoral que podrá acoger las numerosas actividades de los fieles que ahora tienen lugar en algunos domicilios particulares.
“Nuestras casas”, señala Wojciechowski, “son realmente pequeñas y no se adaptan a estas iniciativas. Y luego hay que añadir que en el mismo centro pastoral vivirán también algunos sacerdotes y nuestro Administrador Apostólico, mientras que algunas habitaciones se destinarán a las oficinas de Cáritas”.
La cercanía de la Iglesia
Kirguistán es una nación joven: según los últimos datos disponibles, al menos el 50% de la población tiene menos de 25 años. «Pero la kirguiza», revela Wojciechowski, “también es una sociedad pobre, basta pensar que al menos un millón y medio de personas trabajan en Rusia porque aquí no hay trabajo”.
Para complicar las cosas están también el alto índice de corrupción y la inestabilidad política. Así pues, la construcción de la nueva catedral puede verse ciertamente como un gesto de cercanía de la Iglesia a una población que sufre y necesita ser apoyada y acompañada en su redención social.
“Además de dar testimonio de Jesús con nuestra evangelización, queremos demostrar que todos los cristianos somos ciudadanos orgullosos de Kirguistán y queremos hacer algo bueno por este país”, concluye Wojciechowski.