El 17 de julio de 2023 entraba en vigor el Acuerdo suplementario del Tratado bilateral entre la Santa Sede y Kazajistán. Un acuerdo que tendrá como principal efecto la obtención de permisos de residencia para los agentes pastorales católicos que lo soliciten. Aunque ya el segundo artículo del Tratado firmado en 1998 preveía que los misioneros católicos venidos desde el extranjero tuvieran la posibilidad de obtener visados para acceder al país y poder vivir en él, no contemplaba la posibilidad de que pudieran obtener el permiso de residencia, que puede durar hasta 10 años y se renueva casi automáticamente.
Las relaciones entre las autoridades del país y la Iglesia católica son muy buenas. Fruto de este buen entendimiento ha llegado como un regalo del cielo esta esperada noticia, pues la Nunciatura estaba trabajando en esta línea desde hace unos 5 años, y había intensificado sus esfuerzos en los últimos.
Un trabajo de años
Los sacerdotes que trabajan en este gran país asiático, deben mucho a los esfuerzos que hizo Mons. Francis Chulikatt, nuncio de Kazajistán hasta el 1 de octubre pasado. La firma de este acuerdo es fruto de su constancia en el trato con las autoridades del país, y sabiendo aprovechar la coyuntura favorable que proporcionó la vista del papa Francisco a mediados de septiembre de 2022. El documento se firmó, de hecho, el mismo 14 de septiembre, cuando aún estaba el Papa Francisco en Astaná.
Esta ampliación del Tratado consta fundamentalmente de dos secciones: en la primera se define de modo más preciso cuáles son las estructuras de la Iglesia católica presentes en el país (diócesis, parroquias, etc.); y en la segunda se abren las puertas a la obtención de permiso de residencia a los agentes pastorales católicos que tengan un nombramiento de larga duración en alguna de esas estructuras.
Hasta ahora los sacerdotes y monjas presentes en esta antigua república soviética tenían un visado, llamado visado misionero, que dura 180 días, y que se puede renovar sin necesidad de salir del país. Antes de la pandemia del coronavirus, la legislación obligaba a ir al país de residencia cada año, para obtener un nuevo visado. Se daba el caso insólito de sacerdotes argentinos, que fueron a Brasil (pues en Argentina no hay consulado de Kazajistán) a por su visado: 14.000 kilómetros de ida y otros tantos de regreso, para poder servir a los fieles católicos kazajos, además del importe de los billetes de avión y el cansancio del viaje.
También el coste económico del visado actual es alto para las posibilidades de los sacerdotes y religiosas: 400 euros cada año, cantidad nada despreciable si tenemos en cuenta que se trata de más de 200 personas, contando sacerdotes y monjas. Por todos estos motivos, la reciente noticia del acceso a permiso de residencia ha sido recibida con enorme alegría y agradecimiento por todos los agentes pastorales católicos del país.
Además del visado, los misioneros deben recibir cada año un permiso de las autoridades locales para poder ejercer su labor ministerial. Ciertamente este requisito se exige también a los representantes de las demás religiones, incluida la musulmana, que es la mayoritaria en el país, y que abarca más del 70 % de la población.
Un país de convivencia pluriconfesional
Las relaciones entre las diversas confesiones religiosas son muy buenas, y tanto el Papa san Juan Pablo II, cuando estuvo en Astana en el año 2001, como el Papa Francisco, han querido resaltar este aspecto positivo de la tolerancia religiosa, que puede servir de modelo también en otros países.
A nivel gubernamental, se organiza cada 3 años un encuentro de líderes de las diversas religiones en Astaná. Fue precisamente a este encuentro al que acudió el pasado septiembre, el Papa Francisco. Se invita a los más altos dirigentes de cada religión, y cuando ellos mismos no pueden venir, envían a sus representantes. Por parte de la Iglesia católica, suele ser el Cardenal que está al frente de la Congregación para el diálogo interreligioso, acompañado por un buen grupo de colaboradores, el Nuncio en Kazajistán y varios obispos de Kazajistán.
A nivel local, los ayuntamientos de las ciudades organizan encuentros con los representantes de las diversas confesiones, con el objetivo de que nos conozcamos entre nosotros y de esta manera mejoren las relaciones. En Almaty, ciudad en la que hay más confesiones religiosas representadas, se ha producido una evolución: inicialmente las reuniones las organizaba el ayuntamiento, y tenían lugar en su sede: muchas veces tomaban la forma de mesa redonda, con temas como la tolerancia religiosa, los jóvenes y la fe, la relaciones entre las diversas religiones, la aportación de las confesiones a la paz.
En los últimos años se ha pasado a un modelo más flexible y menos formal: el ayuntamiento contrata a una agencia encargada de organizar eventos, y esta agencia con mucha imaginación es la que invita. Aunque no faltan algunos actos más solemnes, por ejemplo el día de la unidad de los pueblos de Kazajistán (1 de mayo) o el día de la Concordia religiosa (18 de octubre), también reúnen a representantes de diversas religiones para actividades deportivas y lúdicas, por ejemplo excursiones familiares a los parajes más pintorescos, campeonatos de futbol sala, de ajedrez y de ping-pong, concurso de canciones, jornadas de limpieza de jardines. Estas reuniones dan pie a que se conozcan no sólo los clérigos, sino también los fieles, y de esta manera se rellenan lagunas que podrían crear separaciones entere unos y otros.
Es habitual que al final del Ramadán, el imán jefe de la Mezquita principal de Almaty invite a comer a en una yurta (tienda de campaña de los nómadas kazajos, que se usaba como vivienda por muchas personas hasta hace algunas decenas de años) plantada al pie de la mezquita. También otros pastores protestantes toman la iniciativa de ser ellos mismos quienes inviten a exposiciones que hacen sobre la Biblia, o simplemente a comer en su iglesia. Recientemente el párroco de la Catedral ortodoxa, templo de extraordinaria belleza arquitectónica, invitó a ver las obras de remodelación que había realizado meses atrás.
Trato de amistad
El trato personal ha facilitado la amistad. Durante la pandemia era frecuente que los diversos clérigos se prestaran ayuda unos a otros, facilitando medicinas o alimentos a personas en situación de emergencia. Y más recientemente han unido nuestras voces con éxito para pedir al Ayuntamiento de Almaty que no cediera sus locales a un grupo musical que con sus canciones y actuaciones daña a los jóvenes.
Desde mi experiencia personal, puedo decir que los kazajos son muy respetuosos con todas las religiones, y aunque no sean católicos, al ver a un sacerdote siente una cierta reverencia por tratarse de una persona de Dios. En cierta ocasión, al acabar la compra de alimentos en una tienda, un joven que estaba presente me preguntó si yo era sacerdote, y al contestarle afirmativamente, me pidió que le permitiera llevarme las bolsas de la compra hasta mi coche para –según dijo- pagar por sus pecados de esta forma.
A modo de rápida visión histórica cabe recordar, que la llegada del catolicismo en el siglo XX a Kazajistán ocurrió de una forma inusual: como consecuencia de las deportaciones a este país que hizo Stalin en la segunda guerra mundial. Muchos deportados polacos, alemanes, lituanos y coreanos eran católicos, y lograron sobrevivir ayudados por los habitantes del país. Además algunos sacerdotes fueron enviados a campos de concentración de las estepas kazajas, y una vez cumplidas sus condenas siguieron ejerciendo su ministerio sacerdotal de manera oculta en casas particulares. De esta manera se mantuvo la fe, y después, cuando ya fue posible practicarla a la luz, llegaron sacerdotes de muchos lugares, sobre todo de Polonia. Actualmente, más de la mitad del clero católico está compuesto por sacerdotes polacos.
Kazajistán fue la primera república de la antigua URSS que comenzó relaciones diplomáticas con la Santa Sede en el ya lejano año de 1994, es decir, tan solo 3 años después de declarar su independencia. Y también la primera que firmó un Tratado bilateral, en 1998, pese a que el número de católicos en el país es apenas del 1%, es decir, menos de 200.000.
Almaty, (Kazajistán)