Vaticano

El Papa pone como “testigo” al médico venezolano José Gregorio Hernández

El Santo Padre Francisco ha puesto como testigo evangelizador en la Audiencia general de esta mañana al médico laico venezolano José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”. “El beato José Gregorio nos estimula al compromiso delante de las grandes cuestiones sociales, económicas y políticas de hoy”, ha señalado Francisco, que ha pedido oraciones por Libia, Marruecos y la paz en Ucrania.

Francisco Otamendi·13 de septiembre de 2023·Tiempo de lectura: 4 minutos
José Gregorio Hernández

El beato venezolano José Gregorio Hernández (CNS photo / Manaure Quintero, Reuters)

El médico laico latinoamericano José Gregorio Hernández, beatificado en plena pandemia (abril de 2021), ha sido sido puesto esta mañana por el Papa Francisco en la Audiencia general como “testigo apasionado del anuncio del Evangelio”, en su ciclo de catequesis sobre “La pasión por la evangelización, el celo apostólico del creyente”, que comenzó en enero, y del que Omnes viene informando cada semana.

El Papa ha manifestado que “verdaderamente la caridad fue la estrella polar que orientó la existencia del beato José Gregorio: persona buena y solar, de carácter alegre, estaba dotado de una fuerte inteligencia; se hizo médico, profesor universitario y científico”.

“Pero sobre todo”, ha añadido, “fue un doctor cercano a los más débiles, tanto para ser conocido en la patria como “el médico de los pobres”. A la riqueza del dinero prefirió la del Evangelio, gastando su existencia para socorrer a los necesitados. En los pobres, en los enfermos, en los migrantes, en los que sufren, José Gregorio veía a Jesús. Y el éxito que nunca buscó en el mundo lo recibió, y sigue recibiéndolo, de la gente, que lo llama “santo del pueblo”, “apóstol de la caridad”, “misionero de la esperanza”.

Compromiso, antes que críticas 

El Santo Padre ha subrayado asimismo que el beato José Gregorio, cuya fiesta litúrgica se celebra el 26 de octubre, “ nos estimula también en el compromiso delante de las grandes cuestiones sociales, económicas y políticas de hoy. Muchos hablan mal, muchos critican y dicen que todo va mal”. 

“Pero el cristiano no está llamado a esto, sino a ocuparse, a ensuciarse las manos, sobre todo, como nos ha dicho san Pablo, a rezar (1 Tm 2,1-4), y después a comprometerse no en chismorreos, sino a promover el bien, a construir la paz y la justicia en la verdad”, ha dicho el Papa, “También esto es celo apostólico, es anuncio del Evangelio, es bienaventuranza cristiana: ‘bienaventurados los que trabajan por la paz’ (Mt 5,9)”.

Disponible, oración, misa y rosario

El Romano Pontífice ha destacado que José Gregorio era un hombre humilde, gentil y disponible. Pero “su fragilidad física no lo llevó a cerrarse en sí mismo, sino a convertirse en un médico aún más esencial. Este es el celo apostólico: no sigue las propias aspiraciones, sino la disponibilidad a los diseños de Dios. Llegó así a acoger la medicina como un sacerdocio: ‘el sacerdocio del dolor humano’. ¡Qué importante es no padecer pasivamente las cosas, sino, como dice la Escritura, hacer cada cosa con buen ánimo, para servir al Señor!”, ha subrayado el Papa.

Y al preguntarse de dónde le venía a José Gregorio este entusiasmo y este celo, 

el Santo Padre se ha respondido: “De una certeza y de una fuerza. La certeza era la gracia de Dios. Él era el primero en sentir la necesidad de gracia, mendicante de Dios. Por tanto, le venía natural cuidar de quien mendigaba en las calles y tenía necesidad extrema del

amor que él recibía gratuitamente cada día de Jesús. Y esta es la fuerza a la que recurría: la intimidad con Dios”,

El beato venezolano “era un hombre de oración: cotidianamente participaba en la misa y recitaba el rosario. En la misa unía a la ofrenda de Jesús todo lo que vivía: llevaba a los enfermos y a los pobres que ayudaba, a sus estudiantes, las investigaciones que emprendía, los problemas que tenía en el corazón.  Y en contacto con Jesús, que se ofrece en el altar por todos, José Gregorio se sentía llamado a ofrecer su vida por la paz. No podía tener para sí esa paz que tenía en el corazón recibiendo la Eucaristía”.

“Apóstol de paz”

“Quiso ser “apóstol de paz”, inmolarse por la paz en Europa: no era su continente, pero allí estaba al estallar la guerra, el primer conflicto mundial”, ha explicado Francisco. “Llegamos así al 29 de junio de 1919: un amigo le visita y le encuentra muy feliz. José Gregorio se había enterado de que se había firmado el tratado que pone fin a la guerra”. 

“Su ofrenda de paz ha sido acogida, y es como si él presagiara que su tarea en la tierra se ha

terminado. Esa mañana, como era habitual, había ido a misa y entonces baja por la calle para llevar una medicina a un enfermo. Pero mientras atraviesa la calle, es atropellado por un vehículo; llevado al hospital, muere pronunciado el nombre de la Virgen. Su camino terreno concluye así, en una calle mientras realiza una obra de misericordia, y en un hospital, donde había hecho de su trabajo una obra maestra de bien”.

Reliquias de la familia Ulma, Libia, Marruecos, Ucrania

En el transcurso de la Audiencia, el Santo Padre ha puesto a la familia Ulma, beatificada este domingo, como ejemplo de devoción al Sagrado Corazón de Jesús, al saludar al arzobispo que ha traído desde Polonia las reliquias de los nuevos beatos mártires, José y Victoria Ulma y sus siete hijos.

El Papa Francisco ha recordado y pedido oraciones por Libia, cuyas fuertes inundaciones han provocado miles de muertos y desaparecidos, para “que no falte nuestra solidaridad por estos hermanos nuestros”, y por Marruecos: “Mi pensamiento va también al noble pueblo marroquí, que ha sufrido estos terremotos. Oremos por Marruecos, por sus habitantes, para que Dios les dé la fuerza para reponerse tras esta terrible tragedia”.
Su Santidad ha recordado asimismo la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz: “No nos cansemos de ser fieles a la Cruz de Cristo, signo de amor y de salvación”. Y ha solicitado que “sigamos rezando por la paz en el mundo, especialmente en la atormentada Ucrania, cuyo sufrimiento está siempre presente en nuestra mente y en nuestro corazón”. Precisamente estos días, el cardenal Matteo Zuppi, presidente de la Conferencia Episcopal italiana, se encuentra en Pekín.

El autorFrancisco Otamendi

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