Vaticano

Jornada Mundial de los Migrantes: “Garantizar asistencia y acogida”

Migrantes: esta palabra ha resonado en el Vaticano en muchas ocasiones al inicio del nuevo año. En la basílica de San Pedro, 6.000 migrantes y refugiados han participado en una Misa en su jubileo.

Giovanni Tridente·9 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 6 minutos
El Papa Francisco con embajadores de todo el mundo en el Vaticano.

No se trata sólo de que en el segundo domingo del mes de enero se haya celebrado la Jornada Mundial dedicada a los que emigran o son refugiados, que por otra parte ha adquirido un significado muy especial en este Jubileo dedicado a la Misericordia. A los migrantes –y a la misericordia–, por ejemplo, ha dedicado el Papa Francisco algunos pasajes del discurso dirigido al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, al que ha recibido en el Vaticano precisamente con ocasión del nuevo año. Una cita en la que los Pontífices suelen referirse a la situación de diferentes áreas del mundo, trayendo también a la memoria los viajes apostólicos que ha realizado a diversos países en los meses precedentes.

Grave emergencia

Refiriéndose, concretamente, al fenómeno migratorio, el Santo Padre ha querido reflexionar con los embajadores sobre la “grave emergencia” a la que asistimos, sobre todo para intentar “discernir sus causas, plantear soluciones, y vencer el miedo inevitable” que la acompaña. Una emergencia masiva e imponente, que además de Europa se presenta también en diversas regiones asiáticas y el norte y el centro de América.

El Papa ha hecho suyo “el grito de cuantos se ven obligados a huir para evitar las indescriptibles barbaries cometidas contra personas indefensas, como los niños y los discapacitados, o el martirio por el simple hecho de su fe religiosa”. Y, además, se oye “la voz de los que escapan de la miseria extrema, al no poder alimentar a sus familias ni tener acceso a la atención médica y a la educación, de la degradación, porque no tienen ninguna perspectiva de progreso, o de los cambios climáticos y las condiciones climáticas extremas”.

Ante semejante escenario, tan triste y “fruto de una ‘cultura del descarte’ que pone en peligro a la persona humana, sacrificando a hombres y mujeres a los ídolos del beneficio y del consumismo”, Francisco ha alentado a no “acostumbrarse” y ha planteado “un compromiso común que acabe decididamente” con esa cultura. Empezando por todos los esfuerzos para detener aquel tráfico que “convierte a los seres humanos en mercancía, especialmente a los más débiles e indefensos”. Hay que ser conscientes, en efecto, de que muchas de aquellas personas “jamás habrían dejado su propia patria si no se hubieran visto obligados a ello”. Entre ellas hay también “multitud de cristianos que, cada vez más en masa, han tenido que abandonar durante los últimos años su propia tierra, en la que han vivido incluso desde los orígenes del cristianismo”.

“Gran parte de las causas que provocan la emigración se podían haber ya afrontado desde hace tiempo”, ha explicado sin ambages el Santo Padre. Por consiguiente, “antes de que sea demasiado tarde”, hay que poner en marcha “planes a medio y largo plazo que no se queden en la simple respuesta a una emergencia”: ayudar a la integración de los migrantes en los países de acogida, y al mismo tiempo favorecer –con políticas sociales y respetuosas de las culturas a las que están dirigidas– el desarrollo de los países de proveniencia.

Francisco ha hecho luego referencia a aquel “espíritu humanista” que siempre ha caracterizado al continente europeo, y que hoy vacila ante la oleada migratoria: “No podemos consentir que pierdan los valores y los principios de humanidad, de respeto por la dignidad de toda persona, de subsidiariedad y solidaridad recíproca, a pesar de que puedan ser, en ciertos momentos de la historia, una carga difícil de soportar”. En definitiva, el Papa se ha dicho convencido de que Europa, también recurriendo a su patrimonio cultural y religioso, tiene la capacidad de “encontrar un justo equilibrio entre el deber moral de tutelar los derechos de sus ciudadanos, por una parte, y, por otra, el de garantizar la asistencia y la acogida de los emigrantes”. Basta con que lo quiera.

Jornada Jubilar del Migrante

Como decíamos, el 17 de enero se ha celebrado en todo el mundo la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado que, en el contexto del Año Santo de la Misericordia, ha sido vivida también como Jubileo de los Migrantes. En esta ocasión, más de 6.000 migrantes y refugiados provenientes de regiones de Italia, en particular del Lacio, y pertenecientes al menos a 30 nacionalidades y culturas diferentes, han participado en el Ángelus en la plaza de San Pedro con el Papa Francisco.

El Santo Padre se ha dirigido a ellos con estas palabras: “Queridos migrantes y refugiados, cada uno de vosotros lleva en sí una historia, una cultura de valores preciosos; y a menudo, por desgracia, también experiencias de miserias, de opresión, de miedo. Vuestra presencia en esta plaza es signo de esperanza en Dios”. Luego les ha exhortado: “No os dejéis robar la esperanza y la alegría de vivir, que nacen de la experiencia de la divina misericordia, también gracias a las personas que os acogen y os ayudan”.

A continuación, los migrantes han atravesado la Puerta Santa de la basílica de San Pedro y han participado en la Santa Misa presidida por el cardenal Antonio Maria Vegliò, presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes.

Al pie del altar había sido levantada la llamada “cruz de Lampedusa”, realizada por un carpintero del lugar con restos de las barcazas que han transportado prófugos hasta esa isla italiana situada al sur de Sicilia: una verdadera “puerta de Europa” que desde hace muchos años viene acogiendo a los que huyen de las guerras a través del mar. La cruz quiere recordar a tantos náufragos, no pocos de ellos niños, que han perdido la vida en el Mediterráneo en los últimos años, y desde hace algunos meses ha iniciado una especia de “peregrinación” por las parroquias de Italia. Otro gesto que ha caracterizado la celebración se centraba en las Sagradas Formas distribuidas durante la Comunión, donadas por detenidos, muchos extranjeros, de la cárcel de Opera (en Milán).

“La Iglesia siempre ha contemplado en los migrantes la imagen de Cristo. Además, en el Año de la Misericordia, somos interpelados a redescubrir las obras de misericordia y, entre las corporales, está la llamada a acoger”, ha recordado el cardenal Vegliò en la homilía de la Misa.

Luego, refiriéndose al fenómeno de la migración, ha recordado que “este auténtico éxodo de pueblos no es el mal, sino el síntoma de un mal: el de un mundo injusto, caracterizado en muchos lugares por conflictos, guerra y pobreza extrema”. Por tanto, “la experiencia de los migrantes y su presencia recuerdan al mundo la urgencia de eliminar las desigualdades que rompen la fraternidad y la opresión que constriñe a dejar la propia tierra”.

Refiriéndose después a la integración, Vegliò ha explicado que ésta “no implica ni una separación artificial ni una asimilación, más bien da la oportunidad de identificar el patrimonio cultural del migrante y reconocer sus dones y talentos para el bien común de la Iglesia”: “nadie debe sentirse superior al otro, sino que todos deben percibir la necesidad de colaborar y contribuir al bien de la única familia de Dios”.

En cuanto a los demás citas jubilares, ya ha sido anunciado que el 22 de febrero se celebrará el dedicado a la Curia romana, a la Gobernación de la Ciudad del Vaticano y a todas las demás instituciones vinculadas a la Santa Sede. A las 10,30 el Santo Padre celebrará la Santa Misa en la basílica de San Pedro.

El Jubileo de los Adolescentes tendrá lugar del 23 al 25 de abril. Prevé, entre otras cosas, una fiesta en el estadio Olímpico de Roma y, al día siguiente, la Santa Misa con el Papa Francisco en la plaza de San Pedro. Esta convocatoria dirigida a los adolescentes servirá de introducción al Jubileo de los Jóvenes, que tendrá lugar con la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, en el mes de julio. No por casualidad el Papa ha querido dedicar un Mensaje específico también a los muchachos, a los que ha explicado que el Año Santo “es una ocasión para descubrir que vivir como hermanos es una gran fiesta, la más hermosa que podamos soñar”. Dirigiendo un pensamiento a quienes sufren en situaciones de guerra, pobreza extrema y abandono, Francisco ha exhortado a los muchachos a no perder la esperanza y a no creer en “las palabras de odio y terror que se repiten a menudo; por el contrario, construid nuevas amistades”.

Los viernes de la Misericordia

Al inicio del Jubileo se había explicado que, durante algunos viernes, el Papa Francisco daría testimonio de los signos concretos de la Misericordia.

Después de haber abierto la Puerta Santa del albergue de Caritas situado junto a la estación Termini de Roma –que desde hace casi treinta años realiza actividades de escucha, acogida, acompañamiento y reinserción social de personas marginadas, ofreciéndoles hospitalidad nocturna y comida caliente– en las semanas pasadas ha visitado “por sorpresa” una casa-familia en la periferia de Roma, donde se alojan unas 30 personas ancianas. Luego ha acudido a Casa Iride, único centro de Europa que acoge a siete personas en estado vegetativo asistidas por sus familiares. Signos de gran valor en favor de la vida humana y de la dignidad de toda persona, sea cual sea el estado en que se encuentre.

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