Las recientes revelaciones devastadoras del Informe Sauvé que sugieren un número significativo de víctimas de abusos sexuales de sacerdotes y religiosos en los últimos 70 años en Francia han sido analizadas por los obispos franceses en la reunión tenida en Lourdes la semana pasada.
El estudio encargado por la Conferencia episcopal no se limitaba a un recuento numérico, sino que solicitaba un análisis pormenorizado de las causas y los posibles remedios a esta deriva. La jerarquía había dado libertad a M. Sauvé, anteriormente vicepresidente del Consejo de estado, para formar su equipo y seguir los métodos que estimara convenientes. Ha sido puesto de relieve el carácter independiente de esta comisión, que ha contado con personalidades con competencias múltiples y complementarias y opiniones filosóficas y religiosas diversas: creyentes, no creyentes, agnósticos o ateos. La Iglesia quería mostrar una transparencia absoluta y su deseo de adoptar las medidas necesarias para la erradicación de esos delitos.
Por otra parte, la recuperación de la credibilidad delante la opinión pública se percibía como una necesidad que exigía medios extraordinarios. Como telón de fondo, el caso del abbé Preynat -hoy dimitido del estado clerical- había conmocionado la opinión pública por el número exorbitante de jóvenes scouts agredidos y había sentado en el banquillo de los acusados al mismo Cardenal de Lyon, Mgr Barbarin, por delito de no denunciación, condenado en primera instancia a seis meses de prisión y siendo finalmente absuelto en apelación. Una película titulada “Gracias a Dios” de François Ozon tratando este affaire tuvo amplia difusión en el país.
Habiendo sido hecho público los resultados del informe ya conocidos, los obispos han aceptado sin reservas estas conclusiones queriendo hacer público un cambio profundo de mentalidad y un arrepentimiento sincero. El cuerpo episcopal en su conjunto ha reconocido la responsabilidad institucional de la Iglesia y el carácter sistémico de estas violencias, “en el sentido que no son únicamente hechos de individuos aislados, sino que, igualmente, se han hecho posibles a causa de un contexto global”, en palabras de Mgr de Moulins Beaufort, presidente de la Conferencia episcopal francesa: “un sistema eclesiástico degradado”.
Las medidas votadas el 8 de noviembre por los obispos reconocen que el tratamiento de estas situaciones en el pasado, únicamente de manera interna, no había ayudado a su esclarecimiento. Deseosos de reparar toda injusticia, ha sido creada una instancia independiente de la Iglesia de reconocimiento y reparación de las violencias sexuales a fin de indemnizar toda victima “cueste lo que cueste”. La manera práctica de obtener los fondos necesarios no está aún determinada, pero no se excluye la venta de patrimonio inmobiliario o de bienes muebles de maniera solidaria entre las diócesis. Los obispos de Francia piden ayuda al Papa para que envíe visitadores apostólicos que analicen la manera de obrar de cada diócesis en este campo. Nueve grupos de trabajo, dirigidos por laicos, han sido creados, según las recomendaciones del informe Sauvé con el objetivo de renovar la forma de gobierno.
Al término de la asamblea plenaria, en la explanada de la Basílica de Lourdes, en el marco de una celebración penitencial, los obispos y los fieles presentes han pedido de rodillas perdón al Señor de todos los abusos cometidos en la Iglesia, mientras las campanas sonaban el toque de difuntos por todas las víctimas.
La reacción del episcopado corresponde a una toma de conciencia de la responsabilidad delante de Dios y de los hombres de esta grave perversión que la Iglesia no ha sabido tratar en su seno, al margen del comportamiento de las otras instituciones sociales seculares. Los obispos no han querido “discutir la factura” sino asumir su responsabilidad y llamar a una conversión profunda. Y es esto quizás lo más significativo que conviene retener por parte de las autoridades eclesiásticas.
Sobre el informe Sauvé
Desde el punto de vista de un observador exterior, reconociendo la gravedad del problema y sin minimizarlo, es legítimo sugerir algunas cuestiones que podrían matizar en algún sentido, las conclusiones del informe Sauvé a fin de hacerlas más pertinentes para la transformación de la sociedad eclesial francesa.
La puesta en escena de la entrega del informe a los obispos le 5 octubre del 2021 mostraba la conciencia que la Comisión había tomado de su misión de consejo y asesoramiento transformándola en una misión sancionatoria a la manera de un Tribunal moral de la sociedad sin apelación posible excediéndose en la misión confiada. Es encomiable que la comisión sea independiente pero todo trabajo de auditoría independiente requiere una fase de confrontación antes de la publicación del informe. Todo indica que los obispos no tuvieron la posibilidad de estudiar el informe antes de su presentación pública.
Independiente no quiere decir incriminatorio. M. Sauvé concedió el primer cuarto de hora de la presentación al presidente de una asociación de víctimas que no escatimó reproches a los obispos: “vosotros sois la vergüenza de nuestra humanidad”; repitiendo y haciendo repetir al público presente: “vosotros debéis pagar por todos esos crímenes”. Ante los resultados del informe, dijo, «lo mejor que podéis hacer es callaros y empezar a trabajar duro y rápido por refundar el sistema en profundidad». Una semana después pediría la dimisión de todos los obispos de Francia.
Al margen de estas manifestaciones violentas ciertamente en relación con experiencias dolorosas, las recomendaciones del informe para el futuro son en gran medida pertinentes, sin excluir alguna recomendación aislada menos pertinente o más bien impertinente en contraste con la especificidad de la Iglesia, como por ejemplo suprimir en esta materia el sigilo sacramental de la confesión o replantear el celibato de los sacerdotes.
El informe indica que la mayor parte de los abusos tuvo lugar entre 1950 y 1970. A la hora de evaluar las causas y proponer recomendaciones, hay sin duda un anacronismo de considerar esos hechos pasados con la mentalidad y los parámetros de hoy día, sin considerar el largo camino que la Iglesia ha hecho y la sociedad está intentando hacer por desenmascarar esos comportamientos y las coordenadas culturales y espacio-temporales que los permiten. El informe hace un análisis minucioso por periodos de 20 y 30 años, sin embargo, la síntesis global difumina las diferencias pudiendo hacer pensar que la media de este largo período de 70 años de agresiones a menores constituye la media actual. Así, podría concluirse falsamente que actualmente el 3 % de los sacerdotes es abusador y que las instituciones religiosas son más peligrosas para los niños que cualquier otra, cuando en realidad el período más negro, con 56 % de las agresiones, ha sido identificado en los años 60.
Desde un punto de vista objetivo habría que haber elaborado un balance global de las prácticas de pederastia en Francia desde 1950, y de los parámetros culturales que están en la base, en todos los sectores vinculados a la juventud (educación nacional, clubes deportivos, etc.) y no centrarse únicamente en la Iglesia, olvidando que en esos años una determinada élite intelectual defendía en Francia estas prácticas (baste recordar Jean-Paul Sartre, Roland Barthes, Simone de Beauvoir, Gilles et Fanny Deleuze, Francis Ponge, Philippe Sollers, Jack Lang, Bernard Kouchner, Louis Aragon, André Glucksmann, François Châtelet y otros muchos).