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La Iglesia en Nigeria pide respeto y diálogo ante la persecución de los cristianos

Omnes·21 de marzo de 2018·Tiempo de lectura: 4 minutos

Como nación soberana, Nigeria tiene un futuro brillante. Sin embargo, aún no ha podido crecer de modo sostenible a causa de los problemas sociales que la persiguen desde su fundación. Alcanzar la ansiada convivencia pacífica se ha convertido en uno de sus mayores desafíos.

—texto Jerome Omoregie, Lagos (Nigeria)

En los últimos años, la realidad de los cristianos Nigeria se ha visto afectada por la aparición de grupos radicales islamistas. La persecución ha llegado al punto de situar a Nigeria como el segundo país donde más cristianos son atacados, según la Lista Mundial de Persecución 2017, de Puertas Abiertas.

Nigeria ha recorrido un largo camino en los últimos 57 años de gobierno independiente. Con la democracia, ya existe gobierno y oposición, situación que está creando un ambiente propicio para una sana competencia y evolución política, económica y social. Este avance es fruto de la necesidad de cambiar la tensión y la insatisfacción que venía acarreando el país como resultado de años de injusticia, inseguridad y corrupción.

La sociedad nigeriana ya percibe un crecimiento económico gradual y una lucha inicial contra la corrupción. Pero el gobierno tiene aún mucho trabajo por hacer. Para cerrar las heridas del pasado, se espera que las autoridades atiendan y escuchen a todos, cumplan su promesa de luchar contra la corrupción sin importar la afiliación etnopolítica y promulguen leyes que favorezcan al sector educativo y sanitario.

Asimismo, se reclama más transparencia en el nombramiento de funcionarios y personal gubernamental, la reducción del coste excesivo de la administración pública y en definitiva, un tratamiento equilibrado de las confesiones religiosas.

La inseguridad social

Somos conscientes de la reducción significativa en la insurgencia de Boko Haram, grupo yihadista que ha secuestrado, esclavizado y matado a miles de cristianos en Nigeria. La exitosa liberación de algunas de las 219 niñas secuestradas de Chibok (noreste del país) en 2014, ha traído esperanza a un pueblo que ha vivido bajo el yugo del terror. En este caso, se ha notado el esfuerzo del gobierno nigeriano para dar fin a la secuencia de hechos dolorosos e inhumanos. Por otra parte, la reciente ola de secuestros de sacerdotes y religiosos ha terminado con la pérdida de algunas vidas y ha generado mucha crispación social. Hasta el momento no hay un trasfondo político o religioso conocido detrás de estos secuestros, salvo posibles intereses económicos de particulares.

Impacto en el cristianismo

¿Cómo afectan estos eventos a la vida y a las actividades de la Iglesia católica en Nigeria? Es cierto que ha habido exceso de violencia religiosa en el pasado, pero el sufrimiento por las amenazas y los abusos de Boko Haram sigue presente en el noreste de Nigeria, donde la violencia llegó hasta el punto de inhibir el culto público normal. Lamentablemente, las iglesias han sido los principales blancos de los ataques terroristas.

Nuestro objetivo actual es reconciliar a las partes agraviadas de las comunidades afectadas. Gracias a las negociaciones, poco a poco, la vida está volviendo a normalizarse y se espera que la confianza perdida se restablezca nuevamente.

Aunque muchas zonas del país disfrutan de una coexistencia armoniosa, aún persiste la intolerancia religiosa. Así lo denuncia, por ejemplo, el comunicado emitido por la Conferencia de Obispos Católicos de Nigeria en septiembre de 2017: “Aquellos gobiernos en el Norte que niegan a algunas de nuestras diócesis su derecho a poseer propiedades de tierra para la misión, se oponen a dar los títulos de propiedad”. Estos sucesos van en contra del derecho a la libertad de culto que garantiza la Constitución.

Creo que la fe cristiana siempre ha sido testigo de desafíos y continuará siéndolo. La Iglesia se hace más fuerte en medio de estas dificultades porque nuestra fuerza proviene de la gracia divina. Es conmovedor ver que incluso ante las amenazas en la vida de los feligreses por ataques terroristas, abundan los testimonios de sacerdotes y laicos valientes que se congregan para celebrar la santa Misa.

Posibles pasos hacia adelante

La situación que afronta el catolicismo en Nigeria (23 millones de habitantes), con el segundo mayor número de fieles en África, tiene un gran reto por delante. Sin embargo, vivimos confiados en que llegaremos a superar los conflictos. ¿Cómo? A través del diálogo, la educación y el respecto.

El diálogo, que se basa en el respeto mutuo y la sincera escucha, sigue siendo una verdadera vía para abordar las discrepancias. La Iglesia católica siempre ha dialogado con distintos frentes. En primer lugar, con otros cristianos para buscar un terreno común y lograr alcanzar la unidad. Por otro lado, con las religiones no cristianas para buscar la convivencia pacífica y respetuosa. En un tercer nivel, con el gobierno para poder abordar legítimamente las decisiones políticas que tienen un impacto negativo en la población nigeriana. El diálogo continuo en todos estos niveles debe continuar, ya que solo cuando comencemos a vernos como hermanos, la violencia dejará de ser una opción.

La educación es imprescindible para garantizar el progreso social. Como tal, un retorno a la colaboración entre la Iglesia y el Estado garantizaría la provisión de educación de alta calidad, que defienda valores que ayuden a construir una nación unida. No abogo por un regreso nostálgico a los viejos tiempos de las Escuelas Misioneras. En su lugar, deberíamos trabajar hacia el tipo de colaboración Iglesia-Estado que tenga como pilares los valores heredados de aquellos días y los adapte a las necesidades de cada momento.

Asimismo, debe fomentarse el compromiso cristiano con la construcción del país a través del respeto por la autoridad constituida. Los cristianos estamos llamados a participar activamente en los asuntos sociopolíticos para llevar a cabo la transformación necesaria (véase Lumen Gentium, 35; Christifideles laici, 15). La evolución positiva se consigue cuando aquellos que tienen la capacidad de hacer los cambios necesarios, actúan en consecuencia. El gobierno debe, a su vez, complementar este gesto con el respeto y la aplicación no selectiva del Estado de derecho.

Mientras miramos hacia el futuro y trabajamos para convertirnos en una nación que vive en libertad, paz y unidad, debemos tener paciencia. El proceso de reparación lleva tiempo. Aquí, los católicos tenemos un papel importante que desempeñar en la construcción del país, y es deber del Estado garantizar la libertad de culto para todos.

El diálogo fraterno, la educación de calidad y el respeto universal, sin excepciones, se convierten en herramientas esenciales para garantizar la ansiada paz. Como cristianos, también debemos confiar Nigeria a la guía del Espíritu Santo que sopla donde quiere y cuya acción transformadora penetra en los corazones de todos los hombres.

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