En Haití todavía se espera la Navidad; a pesar de la violencia constante de las bandas armadas, a pesar de la pobreza extrema, a pesar de los cambios en el terreno debido al cambio climático que ha provocado terremotos, corrimientos de tierra e inundaciones. En este país caribeño de más de 11 millones de habitantes, la mitad de los cuales se encuentra en estado de desnutrición crónica, la esperanza no parece haberse borrado del todo.
A unos sesenta kilómetros de la capital, Puerto Príncipe, se encuentra la diócesis de Anse-à-Veau-Miragoâne. Aquí, como en cualquier otra zona de mayoría cristiana de la nación, la población vive cada día una situación más complicada. El obispo, monseñor Pierre-André Dumas, explica a Omnes que «no solo asusta la violencia de los grupos armados enfrentados, sino también la crisis política y económica que se desarrolla en medio de la indiferencia de los políticos y las instituciones».
Signos de esperanza en la desesperación
Y si incluso el espíritu de la Navidad parece algo empañado por el dolor y, en muchos casos, la desesperación, monseñor Dumas afirma que «la Iglesia está haciendo todo lo posible para que este espíritu se revitalice, preparando celebraciones navideñas especialmente con los más pobres, con los olvidados, con los que viven en los suburbios más estrechos y peligrosos». Al fin y al cabo, añade, «el Niño Jesús no nació en una gran ciudad». Y si es verdad que esta Navidad es difícil para nosotros, también es verdad que es “una Navidad en la que debemos encontrar los signos de esperanza que Dios pone en la historia, también en nuestra historia».
Redescubrir la fraternidad
El próximo año Haití celebrará el 220º aniversario de su independencia y los obispos católicos del país desean que esta Navidad se enseñe al pueblo y a los gobernados el espíritu de fraternidad. El obispo de la diócesis de Anse-à-Veau-Miragoâne, al explicar este pasaje incluido también en una carta de la Conferencia Episcopal Haitiana dirigida a todos los fieles católicos, se refiere precisamente a la aceptación «de Cristo como primogénito de una multitud de hermanos. Un modelo que debe inspirarnos para adoptar una actitud de fraternidad que sea también el fundamento de nuestra nación”. Un intento también de intentar reconciliar a este país dividido y ensangrentado.
Aumentan los enfrentamientos
Los enfrentamientos armados provocados por bandas rivales han aumentado en los últimos tiempos y se concentran sobre todo en los barrios de chabolas, convertidos en campos de batalla. “Afortunadamente», dice monseñor Dumas, «en mi diócesis, los grupos rivales han llegado a un acuerdo para vivir en paz y unidad: de este modo, la gente aquí está más tranquila». Así, durante el periodo navideño, el obispo podrá visitar a los presos, reunirse con los niños abandonados para un momento de fiesta y almorzar con los más vulnerables. Sin embargo, la situación es diferente en Puerto Príncipe y otras ciudades del sur del país, donde la gente vive con miedo: “Están desamparados”, dice el obispo, «y no pueden escapar. Vivirán una Navidad a oscuras, pero estoy seguro de que la Iglesia les ayudará a todos a redescubrir la alegría de la venida del Señor, a pesar de todo».