Como parte del viaje apostólico a Hungría, el Papa Francisco se ha reunido con sacerdotes, seminaristas, obispos y personas consagradas. Durante su discurso ha querido recordar a todos una de las exigencias más importantes: “interpretar los cambios y las transformaciones de nuestro tiempo, tratando de afrontar los desafíos pastorales de la mejor manera posible”. Algo que, afirmó Francisco, “sólo es posible mirando a Cristo como nuestro futuro”.
Si olvidamos que Jesús es el futuro y que nuestra vida está en sus manos, “buscaremos medios e instrumentos humanos para defendernos del mundo, encerrándonos en nuestros confortables y tranquilos oasis religiosos; o, por el contrario, nos adaptaremos a los vientos cambiantes de la mundanidad y, entonces, nuestro cristianismo perderá vigor y dejaremos de ser sal de la tierra”.
La interpretación de la historia
Por tanto, el Santo Padre animó a evitar dos tentaciones en la interpretación de la historia: por un lado, la lectura catastrofista, “que se alimenta del derrotismo de quienes repiten que todo está perdido, que ya no existen los valores del pasado, que no sabemos dónde iremos a parar”; y por otro, la interpretación ingenua que se oculta en el conformismo. La solución pasa por “acoger como una planta fecunda el tiempo en que vivimos, con sus cambios y sus desafíos, porque a través de todo esto el Señor se acerca. Y mientras tanto, estamos llamados a cultivar la época que nos ha tocado, a leerla, a sembrar el Evangelio, a podar las ramas secas del mal, a dar fruto. estamos llamados a una acogida profética”.
Reconocer la presencia de Dios
Francisco definió esa acogida como el reconocimiento de “los signos de la presencia de Dios en la realidad, incluso allí donde no aparece explícitamente marcada por el espíritu cristiano y nos sale al encuentro con ese carácter que nos provoca y nos interpela”. Al mismo tiempo, es la capacidad de verlo todo a través de las lentes del Evangelio.
Frente al secularismo imperante de hoy, “la tentación puede ser la de volverse rígidos, encerrarse y adoptar una actitud de combatientes. Pero tales realidades pueden representar oportunidades para nosotros los cristianos, porque estimulan la fe y la profundización de algunos temas”.
Apertura al diálogo
La situación actual, señaló el Papa, exige que los cristianos nos abramos al diálogo, lo cual tampoco es fácil, en parte también por la sobrecarga de trabajo que sufren muchos sacerdotes.
Por ello, “es necesario comenzar una reflexión eclesial —sinodal, que debemos hacer todos juntos— para actualizar la vida pastoral, sin conformarse con repetir el pasado y sin tener miedo a reconfigurar la parroquia en el territorio, sino haciendo de la evangelización una prioridad e iniciando una colaboración activa entre sacerdotes, catequistas, agentes de pastoral y profesores”.
Testimonio de comunión
Pero Francisco advirtió de que la buena pastoral solo es posible siguiendo el mandamiento del amor dado por Cristo. “Si estamos distanciados o divididos, si nos volvemos rígidos en nuestras posiciones y en los grupos, no damos fruto. Causa tristeza cuando nos dividimos porque, en vez de jugar en equipo, jugamos al juego del enemigo: obispos desconectados entre sí, sacerdotes en tensión con el obispo, sacerdotes mayores en conflicto con los más jóvenes, diocesanos con religiosos, presbíteros con laicos, latinos con griegos; nos polarizamos en temas que afectan a la vida de la Iglesia, pero también en aspectos políticos y sociales, atrincherándonos en posiciones ideológicas”.
Ante esto, el Santo Padre recordó que “la primera pastoral es el testimonio de comunión, porque Dios es comunión y está presente ahí donde hay caridad fraterna”.
La fe en Hungría
Para concluir, Francisco repitió que “Cristo es nuestro futuro, porque es Él quien guía la historia. De ello estaban firmemente convencidos vuestros confesores de la fe: tantos obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas martirizados durante la persecución atea; ellos testimonian la fe granítica de los húngaros”.
Invitó a los asistentes a ser acogedores y testigos del Evangelio, “pero sobre todo sean mujeres y hombres de oración, porque la historia y el futuro dependen de ello. Les doy las gracias por su fe y su fidelidad, por todo lo bueno que tienen y que hacen”.