Vaticano

Papa Francisco: “Dios tiene una madre y de ese modo se ha vinculado para siempre con nuestra humanidad”

Hoy, en la solemnidad de María Santísima Madre de Dios, el Papa Francisco ha celebrado una Misa en la basílica de san Pedro.

Paloma López Campos·1 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 4 minutos
Papa Misa 1 enero

El Papa durante la celebración de la Santa Misa (CNS Photo / Paul Haring)

El Papa Francisco ha celebrado hoy una Santa Misa por la solemnidad de María Santísima Madre de Dios. La basílica de san Pedro estaba llena de fieles, a los que el Santo Padre se ha dirigido durante la homilía.

El Papa ha comenzado resaltando que, la maternidad de María es una verdad de fe, pero a su vez es “una noticia bellísima: Dios tiene una Madre y de ese modo se ha vinculado para siempre con nuestra humanidad, como un hijo con su madre, hasta el punto de que nuestra humanidad es su humanidad”. Francisco afirma que al nacer de María, Dios “mostró su amor concreto por nuestra humanidad, abrazándola de forma real y plena”.

Naciendo de la Virgen María, continúa el Papa, Dios nos demuestra que “no nos ama de palabra, sino con hechos”.

María, portadora de esperanza

El título de “Madre de Dios” que tiene Santa María, penetró en “el corazón del santo Pueblo de Dios, en la oración más familiar y hogareña, que acompaña el ritmo de las jornadas, los momentos más penosos y las esperanzas más audaces: el Avemaría”.

El Papa afirma que “a esta invocación, la Madre de Dios siempre responde, escucha nuestras peticiones, nos bendice con su Hijo entre los brazos, nos trae la ternura de Dios hecho carne. Nos da, en una palabra, esperanza. Y nosotros, al inicio de este año, necesitamos esperanza, como la tierra necesita la lluvia”.

Francisco ha querido pedir una oración especial, con la Virgen como intercesora, por todas aquellas personas que sufren las consecuencias de la guerra, por los que ya no rezan, por los que viven entre la violencia y la indiferencia.

Los pastores, ejemplos para los cristianos de hoy

“A través de las manos de una Madre, la paz de Dios quiere entrar en nuestras casas, en nuestros corazones, en nuestro mundo. Pero, ¿cómo podemos acogerla?” El Papa Francisco da las claves y comienza fijándose en “los primeros que vieron a la Madre con el Niño, los pastores de Belén”.

Dice de ellos el Papa que “eran pobres, quizá también bastante rudos, y aquella

noche estaban trabajando. Fueron precisamente ellos, y no los sabios ni mucho menos los poderosos, los que reconocieron en primer lugar al Dios cercano, al Dios que llegó pobre y ama estar con los pobres. El Evangelio subraya de los pastores, sobre todo, dos gestos muy sencillos, que, sin embargo, no siempre son fáciles. Los pastores fueron y vieron: ir y ver”.

De esta primera actitud de ponerse en camino para “ir”, dice el Papa: “Era de noche, tenían que cuidar a sus rebaños y seguramente estaban cansados; podrían haber esperado a que amaneciera, aguardar a que saliera el sol para ir a ver a un Niño acostado en un pesebre. En cambio, fueron rápidamente, porque ante las cosas importantes es necesario reaccionar con prontitud, no posponerlas”.

Esto, afirma Francisco, nos enseña que “para acoger a Dios y su paz no podemos quedarnos inmóviles y cómodos esperando a que las cosas mejoren. Hay que levantarse, aprovechar las oportunidades que nos da la gracia, ir, arriesgar. Hoy, al comienzo del año, en lugar de sentarnos a pensar y a esperar que las cosas cambien, nos vendría bien preguntarnos: “Yo, ¿hacia dónde quiero ir este año? ¿A quién voy a hacer el bien?”. Muchos, en la Iglesia y en la sociedad, esperan el bien que tú y sólo tú puedes hacer, esperan tu servicio. Y ante la pereza que anestesia y la indiferencia que paraliza, ante el riesgo de limitarnos a quedarnos sentados delante de una pantalla, con las manos sobre un teclado, los pastores hoy nos estimulan a ir, a movernos por lo que sucede en el mundo, a ensuciarnos las manos para hacer el bien, a renunciar a tantos hábitos y comodidades para abrirnos a las novedades de Dios, que se encuentran en la humildad del servicio, en la valentía de hacernos cargo”.

El segundo aspecto de los pastores que resalta el Papa fue que vieron a un Niño en un pesebre. “Es importante ver, abrazar con la mirada, quedarse, como los pastores, delante del Niño que está en brazos de la Madre. Sin decir nada, sin preguntar nada, sin hacer nada. Mirar en silencio, adorar, acoger con los ojos la ternura consoladora del Dios hecho hombre; de María, Madre suya y nuestra. Al comienzo del año, entre tantas novedades que quisiéramos experimentar y las tantas cosas que quisiéramos llevar a cabo, tomémonos tiempo para ver, es decir, para abrir los ojos y mantenerlos abiertos ante lo que es verdaderamente importante: Dios y los demás”.

La mirada, el reto para el nuevo año

Esta contemplación del Niño nos debe llevar también a nuestro prójimo. Debemos plantearnos, concluye el Papa, “cuántas veces, por las prisas, no tenemos ni siquiera tiempo para pasar un minuto en compañía del Señor, para escuchar su Palabra, para rezar, para adorar, para alabar. Lo mismo ocurre con respecto a los demás: apurados o atrapados por el protagonismo, no hay tiempo para escuchar a la esposa, al marido, para hablar con los hijos, para preguntarles cómo se sienten por dentro, no sólo cómo van los estudios y la salud. Y cuánto bien nos hace escuchar a los ancianos, al abuelo y a la abuela, para mirar la profundidad de la vida y redescubrir las raíces. Preguntémonos entonces si somos capaces de ver a quienes viven a nuestro lado, a quienes viven en nuestro condominio, a quienes encontramos cada día por las calles”.

Francisco termina la homilía lanzando una invitación: “Redescubramos, en el impulso de ir y en el asombro de ver, los secretos para hacer este año verdaderamente nuevo”.

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