En su segundo día de visita en Irak, el Papa Francisco ha estrechado lazos de amistad con la comunidad musulmana chiíta, a la que pertenece en torno al 60 por ciento de la población de Irak.
Los cristianos iraquíes habían solicitado un encuentro, y la visita de cortesía del Papa tuvo lugar en la sencilla casa del gran Ayatolá Al-Sistani, líder de la comunidad chiíta, en Najad, la tercera ciudad sagrada para los musulmanes chiíes, tras La Meca y Medina.
Huyendo de protocolos, esta vez fue el propio hijo del Ayatollá, Mohammed Rida, quien se sitúó en la puerta para recibir al Papa y acompañarla hasta su padre.
La conversación duró 45 minutos, más de lo previsto inicialmente, y en ella el Santo Padre resaltó “la importancia de la colaboración y de la amistad entre las comunidades religiosas para que, cultivando el respeto recíproco y el diálogo, se contribuya al bien de Irak, de la región y de toda la humanidad”, ha manifestado el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni.
El Papa ha agradecido en la visita que, “junto a la comunidad chií y frente a la violencia y a las grandes dificultades de los últimos años”, [el gran Ayatolá Al Sistani] “haya levantado su voz en defensa de los más débiles y perseguidos, afirmando la sacralidad de la vida humana y la importancia de la unidad del pueblo iraquí”.
Entre los más débiles y perseguidos han estado sin duda los cristianos, lo que ha llevado al Papa a denominarles como “una Iglesia martirizada”. Al despedirse del gran Ayatolá, el Santo Padre “ha reiterado su oración a Dios, creador de todos, por un futuro de paz y de fraternidad para la amada tierra iraquí, para Orienta Medio y para el mundo entero”.
Con chiíes y sunitas
El Islam chií aglutina en el mundo en torno al 15 por ciento de los musulmanes, y es mayoritario en Irán, en el propio Iraq y en el sur del Líbano, entre otros países; hay también minorías chiíes en Siria, Afganistán y Pakistán. Por su parte, los sunitas suponen en torno al 85 por ciento del total y se encuentran, por ejemplo, en Arabia Saudí, donde la monarquía es sunita.
Shahrazad Houshmand, iraní, primera mujer musulmana que se licencia en Teología Fundamental Cristiana, ha descrito la figura del Ayatolá Al-Sistani, como “el principal punto de referencia religioso, teológico y jurídico para los musulmanes de Iraq y de otros países. Cubre este papel también para los chiitas de Pakistán, India, el Golfo Pérsico y también para los chiitas de Europa y América”.
Además, en una entrevista con Vatican News, ha recordado que tras el encuentro en 2019 con el gran imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyib, y la firma del “Documento sobre la fraternidad humana para la paz mundial y la convivencia”, que ha supuesto un gran avance en las relaciones con el Islam sunita, “el encuentro con Al-Sistani es un nuevo gran paso en el diálogo con el Islam”.
La primera frase de ese documento del 4 de febrero de 2019, firmado en Abu Dhabi, “es precisamente el resumen del acto religioso: el creyente y su fe deben llevar a amar y apoyar al prójimo, pero es un amor que se convierte también en apoyo, especialmente hacia los más necesitados. Creo que esta otra reunión con el Ayatolá Al Sistani va exactamente en la misma línea”, añade Housmand.
“El terrorismo abusa de la religión”
Tras su reunión con Al Sistani, el Papa Francisco mantuvo otro encuentro histórico, en la milenaria ciudad natal de Abraham, Ur de los Caldeos, con los representantes de judíos y musulmanes, y les instó a recorrer un camino de paz. Algunos participantes ofrecieron sus testimonios de fraternidad, apoyo mutuo y esperanza.
Ayer, en su encuentro con la comunidad católica, tal como ha contado este portal Omnes, el Papa les había manifestado: “Mañana, en Ur, encontraré a los líderes de las tradiciones religiosas presentes en este país, para proclamar una vez más nuestra convicción de que la religión debe servir a la causa de la paz y de la unidad entre todos los hijos de Dios”.
Y en efecto, tras los testimonios, casi en sus primeras palabras, Francisco señaló en Ur: “Desde este lugar que es fuente de fe, desde la tierra de nuestro padre Abrahán, afirmamos que Dios es misericordioso y que la ofensa más blasfema es profanar su nombre odiando al hermano. Hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión”.
“Y nosotros creyentes no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión. Es más, nos corresponde a nosotros resolver con claridad los malentendidos. No permitamos que la luz del Cielo se ofusque con las nubes del odio. Sobre este país se cernieron las nubes oscuras del terrorismo, de la guerra y de la violencia. Todas las comunidades étnicas y religiosas sufrieron”.
Todavía hay secuestrados y desaparecidos
El Santo Padre recordó a continuación a la comunidad yazidí, “que ha llorado la muerte de muchos hombres y ha visto a miles de mujeres, jóvenes y niños raptados, vendidos como esclavos y sometidos a violencias físicas y a conversiones forzadas.
“Hoy rezamos por todos los que han padecido semejantes sufrimientos y por los que todavía se encuentran desaparecidos y secuestrados”, añadió el Para Francisco, “para que pronto regresen a sus hogares. Y rezamos para que en todas partes se respete la libertad de conciencia y la libertad religiosa; que son derechos fundamentales, porque hacen al hombre libre de contemplar el Cielo para el que ha sido creado”.
El Papa estructuró su discurso en dos partes: “Miramos al cielo”, y “Caminamos en la tierra”, y había comenzado sus palabras ahondando en el “lugar bendito” de Ur, que “nos remite a los orígenes, a las fuentes de la obra de Dios, al nacimiento de nuestras religiones. Aquí, donde vivió nuestro padre Abrahán, nos parece que volvemos a casa. Él escuchó aquí la llamada de Dios, desde aquí partió para un viaje que iba a cambiar la historia. Nosotros somos el fruto de esa llamada y de ese viaje”.
“Y hoy nosotros, judíos, cristianos y musulmanes, junto con los hermanos y las hermanas de otras religiones”, añadió el Vicario de Cristo, “honramos al padre Abraham del mismo modo que él: miramos al cielo y caminamos en la tierra”
Daewood y Hasan, cristiano y musulmán
Todos los testimonios ofrecidos en el Encuentro fueron emotivos. El Papa se refirió a algunos de ellos. Por ejemplo, dijo, “me impactó el testimonio de Dawood y Hasan, un cristiano y un musulmán que, sin dejarse desalentar por las diferencias, estudiaron y trabajaron juntos. Juntos construyeron el futuro y se descubrieron hermanos. También nosotros, para seguir adelante, necesitamos hacer juntos algo bueno y concreto. Este es el camino, sobre todo para los jóvenes, que no pueden ver sus sueños destruidos por los conflictos del pasado”.
Najy salvó a su vecino musulmán
“La señora Rafah nos contó el ejemplo heroico de Najy, de la comunidad sabea mandea, que perdió la vida intentando salvar a la familia de su vecino musulmán. ¡Cuántas personas aquí, en el silencio y la indiferencia del mundo, han emprendido caminos de fraternidad!!”, exclamó el Papa.
Rafah relató también los sufrimientos indescriptibles de la guerra, continuó el Santo Padre, que ha obligado a muchos a abandonar casa y patria en busca de un futuro para sus hijos. “Gracias, Rafah, por haber compartido con nosotros la voluntad firme de permanecer aquí, en la tierra de tus padres. Que quienes no lo lograron y tuvieron que huir encuentren una acogida benévola, digna de personas vulnerables y heridas”, añadió el Papa.
El Romano Pontìfice citó asimismo a “los jóvenes voluntarios musulmanes de Mosul, que ayudaron a reconstruir iglesias y monasterios, construyendo amistades fraternas sobre los escombros del odio, y a cristianos y musulmanes que hoy restauran juntos mezquitas e iglesias”, y al profesor Ali Thajee, “que nos ha contado sobre el regreso de peregrinos a esta ciudad”.
“Es importante peregrinar hacia los lugares sagrados, es el signo más hermoso de la nostalgia del Cielo en la tierra. Por eso, amar y proteger los lugares sagrados es una necesidad existencial, recordando a nuestro padre Abrahán, que en diversos sitios levantó hacia el cielo altares al Señor”.
El Vicario de Cristo realzó las palabras finales de su alocución en Ur: “queremos comprometernos para que se realice el sueño de Dios: que la familia humana sea hospitalaria y acogedora con todos sus hijos y que, mirando el mismo cielo, camine en paz en la misma tierra”.