“Petroniusz obudził się zaledwie koło południa i jak zwykle, zmęczony bardzo”. Así empieza Quo vadis. Palabras absolutamente incompresible para el desconocedor de la lengua de Henryk Sienkiewicz, como totalmente indescifrables son para el que ignora la lengua de Cervantes las palabras que cualquier hispano hablante reconoce de inmediato: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”. Pero en estos textos hay dos palabras inteligibles para el ignorante: Petroniusz y la Mancha.
Sin lugar a dudas las lenguas dividen y forman los modos de pensar y de comunicarse. La belleza de la literatura y de la novela está en relación con los modos de expresarse. Por eso con razón dicen los italianos que traduttore-traditore, toda traducción es de alguna manera una traición. ¿Se puede leer el Quijote en polaco? ¿Se puede leer Pan Tadeusz o Quo vadis en castellano? La respuesta es afirmativa pues existe algo común que une a todas las lenguas: la comprensibilidad de la realidad y del ser humano. Sin embargo, es necesario añadir que su comprensión y su belleza está limitada por su traducción-interpretación. De hecho, cada obra maestra de la literatura y del pensamiento debería leerse en el idioma escrito en su original, pues todo hacer literario es fruto de un pensar enraizado en una lengua, cultura e historia. Veamos un poco el fondo cultural literario e histórico en el que vive Sienkiewicz.
Novelista, periodista, columnista y erudito. Es el primer polaco ganador del Premio Nobel de Literatura, admirado por generaciones de sus compatriotas por despertar el sentido de comunidad nacional y espíritu patriótico. Nació el 5 de mayo de 1846 en Wola Okrzejska, en el tal llamado campo polaco a mitad de camino entre Varsovia y Lublin, en la región de Podlaquia al noreste de Polonia, y murió el 15 de noviembre de 1916 en Vevey, Suiza.
En el tiempo que nació Henryk Sienkiewicz, Kierkegard escribía su obra Enfermedad mortal con el análisis de la naturaleza de la angustia existencial y el acto de fe como algo aterrador, un salto no racional para llegar a un compromiso apasionado, total y personal con Dios. Auguste Comte acababa su Curso de filosofía positiva, rechazando toda teología y metafísica para afirmar que solo la ciencia positiva es capaz de dar orden y progreso al ser humano. Ernest Renan empezaba el camino de la búsqueda del Jesús histórico, sin fe en su divinidad, que acabaría en su obra Vida de Jesús. La segunda mitad del siglo XIX es tiempo de escepticismo y dudas de la fe antigua, y en Polonia es tiempo de penitencia en espera de un nuevo nacimiento.
No es posible entender a Sienkiewicz y su trilogía nacional polaca – A sangre y fuego, El diluvio, Un héroe polaco –, sin explicar brevemente algo de historia de ese país. La República de las Dos Naciones (Polonia y Lituania) desapareció del mapa político al ser repartida definitivamente entre Rusia, Prusia y Austria entre 1772 y 1795.
Todo el siglo XIX es una lucha para que la identidad nacional polaca adquiera su propio estado, su independencia política, sobre todo de Rusia. Por eso es necesario mencionar las dos sublevaciones en lucha armada: el Levantamiento de Noviembre (1830-1831) y el Levantamiento de Enero (1863-1864). Los dos acabaron con derrota de los polacos por los rusos, con enormes deportaciones de población a Siberia y un gran sufrimiento del pueblo. Sin embargo sirvieron para mantener viva la llama de la esperanza de unas libertades, del nacimiento de un nuevo estado.
Por toda su obra literaria, no solamente por Quo vadis, Sienkiewicz obtuvo el premio nobel de literatura en 1905. En la ceremonia de entrega del premio, Sienkiewicz acentuó fuertemente sus orígenes polacos.
Para evitar represiones del gobierno ruso no pronunció su discurso en la audiencia oficial de entrega del premio. Sin embargo, tres días más tardes, en presencia del rey de Suecia y otros escritores expresó su pensamiento en latín con estas palabras: “Todas las naciones del mundo intentan conseguir prestigiosos premios para sus poetas y escritores. Este gran areópago que concede su premio con la presencia del monarca que lo entrega, es una coronación no solamente del poeta sino que al mismo tiempo de toda la nación de la cual esa persona es hijo. Al mismo tiempo se confirma que esa nación toma parte en este acontecimiento, que da fruto y que es necesaria para el bien de toda la humanidad. Este honor, importante para todos, lo es todavía más para un hijo de Polonia. Se ha proclamado que Polonia está muerta, pero tenemos aquí uno entre mil motivos para afirmar que ella vive. Han dicho que es incapaz de pensar y de trabajar, y eh aquí la prueba de que actúa. Han afirmado que está vencida pero ahora tenemos una nueva evidencia de su victoria”.
Orígenes
Henryk provenía de una familia de terratenientes nobles empobrecidos descendientes de los tártaros asentados en Lituania. Sus padres eran nobles cultos con antepasados gloriosos que lucharon en los diversos levantamientos para conseguir la independencia polaca.
A partir de 1858 empezó a estudiar en diferentes escuelas secundarias en Varsovia viviendo en pensiones. La difícil situación económica de la familia hizo que tuviera que ganarse la vida ya desde muy joven como tutor, dando clases particulares. Tenemos aquí uno de los rasgos fundamentales de la personalidad de Sienkiewicz: fue un trabajador infatigable, siempre en viaje, siempre ocupado, con gran iniciativa social.
Ya desde su primera juventud se interesó por la historia y la literatura, empezando a escribir y ganando un premio nacional de literatura a los 18 años. Los autores que más le influyeron entonces y que para siempre dejaron rastro en su escritos fueron: Homero, Adam Mickiewicz, Juliusz Słowacki, Walter Scott y Aleksander Dumas. Recibió las calificaciones más altas en humanidades y no prestó demasiada atención a las demás materias.
Después de obtener el certificado de estudios secundarios en 1866, de acuerdo con los deseos de sus padres, se matriculó en el departamento de medicina de la Escuela Principal de Varsovia. Sin embargo, rápidamente se cambió a derecho y al final eligió filología e historia, gracias a lo cual se familiarizó a fondo con la literatura y el idioma polaco antiguo.
Curiosamente en ese mismo año y Escuela comenzaron sus estudios Bolesław Prus y Aleksander Świętochowski. Este último recordaba sus estudios universitarios en un artículo publicado en Prawda en 1884, cuando ya Sienkiewicz era famoso: “Había un estudiante en el pequeño grupo de la Facultad de Historia y Filología, que no presagiaba ningún gran talento y vivía completamente fuera de este círculo de elección. Recuerdo que, una vez paseando con él por la calle, me asombró su habilidad para reconocer escudos de armas en edificios y carruajes aristocráticos, y su considerable conocimiento sobre la historia de las familias nobles. Esbelto, enfermizo. Participaba poco en la vida estudiantil y se mantenía distante. Atraía tan poco la atención de sus colegas que cuando, después de graduarse en la universidad, Kotarbiński nos aseguró que Sienkiewicz había escrito una hermosa novela En vano, nos reímos de buena gana no dando ninguna importancia al hecho”.
En 1869, siendo todavía estudiante, empieza a publicar artículos de crítica literaria y social en el semanario Przegląd Tygodniowy, y en los años siguientes se consolida en la prensa de Varsovia como reportero y columnista talentoso. En 1873 colabora con la publicación conservadora Gazeta Polska. Sus perspicaces columnas aparecieron en los ciclos Sin título (1873) y Momento presente (1875) bajo el seudónimo de Litwos. Está presente en los salones de cultura de Varsovia, especialmente en el círculo de la actora de teatro, de obras de Shakespeare, Helena Modrzejewska. Esta era entonces la más conocida actora polaca, que más tarde adquiriría la ciudadanía americana y también una merecida fama como actora teatral, representando obras de Shakespeare pero esta vez en inglés.
Durante este tiempo conoció a María Kellerówna, procedente de una rica y noble familia de Varsovia, la primera de las cinco «Marías en su vida». La comprensión de la obra de Sienkiewicz va unida no solamente a sus raíces nacionales, especialmente por la literatura e historia polaca, sino también por su amor apasionado por la mujer, como también por sus raíces de pensamiento y tradición católica. En muchas de sus obras se dejan continuamente ver rasgos autobiográficos.
Su primer gran amor fue María Kellerówna. Estos dos jóvenes se querían con locura. Estaban ya comprometidos pero al pedir la mano a los padres de la novia, estos dieron la negativa y rompieron el compromiso, preocupados por el futuro financiero de su hija. Henryk no era lo suficientemente rico, no era un buen partido. La joven Kellerówna, profundamente enamorada de Henryk, sufrió enormemente, nunca pudo olvidarle y no se casó jamás.
Viajes
Sienkiewicz también lo vivió dolorosamente, rechazado y humillado, no tenía a dónde volver su corazón. Afortunadamente apareció en el horizonte un viaje con sus amigos de la cultura teatral y con Helena Modrzejewska a América. Sienkiewicz consiguió un contracto como redactor de la revista Gazeta Polska de sus relatos de viaje al otro lado del océano. El viaje de dos años a América del Norte (1876/1878) – el primer sueño de los robinsones hecho realidad – tuvo un gran impacto en la obra del escritor y la solidificación de su personalidad.
Sienkiewicz con sus amigos intentaron crear una comunidad agrícola cultural en California y establecieron su «cuartel general» estadounidense en Anaheim, una ciudad en Orange Country, no muy lejos de Los Ángeles. Era un pueblo diminuto, rodeado de campos de cultivo. Fue allí, donde fueron llegando toda la compañía de bellezas polacas, encabezada por Helena Modrzejewska.
Los intentos de cultivar la finca no duraron mucho y terminaron casi en bancarrota, lo cual era de esperar, pero de alguna manera nuestros viajeros románticos no pensaron en eso antes. Y aunque toda su estancia en Anaheim duró menos de un año, el agradecido pueblo erigió más tarde un monumento al gran artista polaco.
El proyecto se derrumbó, lo que se convirtió en ventaja para Helena Modrzejewska, que tuvo que volver a los escenarios. Sus actuaciones fueron calurosamente recibidas por el público estadounidense y Sienkiewicz informaba meticulosamente en la correspondencia para la prensa nacional sobre el fenomenal éxito de la actriz polaca en sus giros artísticos.
Fue durante esta bianual estancia americana en donde Sienkiewicz adquirirá una característica propia de sus escritos. Escribe siempre en camino, en viaje, sin parar. Sus futuras obras literarias, lo mismo que Dumas hiciera en Francia, se publicaban periódicamente por capítulos en la prensa polaca. Más de 17 años los pasó viajando fuera de Polonia y escribiendo.
Tuvieron una gran difusión sus Cartas de un viaje a América (1876 -1879) que llevaban consigo un relato actual de la vida estadounidense con sus logros y amenazas. Con sentido del detalle y no sin humor, Sienkiewicz contaba las costumbres de la América de aquella época. A sus ojos, sin embargo, el impulso tecnológico y civilizatorio de Estados Unidos no justificaba los profundos contrastes sociales.
El escritor lo expresaba en sus textos condenando especial y enérgicamente el exterminio de los indios. Estoy en estos días leyendo ese libro y como botón de muestra traduzco un pequeño texto de una de esas cartas, que me ha hecho especialmente gracia. Estamos en el año 1877.
«En el sur de California sin el español no haces nada. Además, me animó a estudiar esta lengua el trato con diferentes ´señoritas´ con las que empecé a hablar en su idioma natal. Señorita América y Señorita Sol me ayudaron con mucho entusiasmo y gracias a ellas he hecho admirables avances. Me dieron también un diccionario francés-español, así que no me faltaba ya nada más. Ni me faltaron tampoco las ganas, pues me ha encantado este idioma, que considero una de los más hermosos en el mundo de las lenguas. Cada palabra tiene un sonido como de plata, cada letra vibra con su propia melodía, tan varonil, tan noble y musical que fácilmente queda grabada en la memoria, atraída por las palabras como un imán atrae el hierro. Quien ha pasado por todas las dificultades del inglés, doblando la lengua como una rueca, pronunciando sonidos sin ninguna identidad, y ahora empieza con el español, le parece pasar entre zarzas y espinos, para encontrarse de repente en un jardín lleno de flores. No conozco una lengua más fácil de pronunciar y de aprender”.
Publicaciones y cuentos
Sienkiewicz no se limitó a publicar en la prensa polaca desde América. El 8 de septiembre de 1877, publicó el artículo Polonia y Rusia en el diario de California Daily Evening Post. En él, condenaba la política engañosa de las autoridades rusas, que actuaban como defensoras de los eslavos en los Balcanes, al mismo tiempo que perseguían a los polacos en el territorio de Polonia. En 1878 regresó a Europa. Se quedó en Londres y luego en París durante un año. También visitó Italia.
Tras regresar a Polonia en 1879 y viajando a Lviv conoce a Maria Szetkiewiczówna y se enamora. Al enterarse de que su familia se dirigía a Venecia, los siguió. Después del período de compromiso, el 18 de agosto de 1881, María y Henryk se casaron en la Iglesia de la Congregación de las hermanas canónicas, en la Plaza del Teatro, en Varsovia. Tuvieron dos hijos Henryk Józef y Jadwiga María. La esposa, enferma de tuberculosis muere en 1885.
Ya desde novios en 1880 Henryk acompaña continuamente a su amada y buscaba para ella los mejores lugares de Europa para su tratamiento médico. Tras la muerte de su amada esposa, siguió viajando con sus hijos por balnearios austriacos, italianos y franceses.
Continuamente en viaje, escribe sin descanso desde cada rincón en donde se encuentra. En 1886 viaja a través de Bucarest a Constantinopla y Atenas, después a Nápoles y Roma. En 1888 se encuentra en España. De ese viaje surge su libro Corrida de toros, traducida desde hace poco al castellano. A fines de 1890, partió en una expedición de caza a Zanzíbar, y publica sus Cartas de África. De las ciudades polacas, le gustaba especialmente Zakopane, aunque constantemente se quejaba del clima demasiado lluvioso de los Tatras.
Sienkiewicz comenzó su obra literaria con cuentos, escribió más de cuarenta. Le gustaba la forma humorística de contar historias, describiendo lo que veía como si de un diario se tratara. Además de muchos datos concretos de la época, hay en ellas una nota patriótica, que será rasgo específico de toda la obra de Sienkiewicz.
Las obras humorísticas se caracterizan por la retórica y el didactismo, pero contienen elementos grotescos, revelando el talento satírico del escritor. Se ve también en la prosa posterior, especialmente en Szkice węglem – Bocetos a carbón (1877), donde lo grotesco y caricaturesco contrasta con el significado trágico del relato sobre el exterminio de una familia campesina, por parte de la nobleza y el clero, junto con los funcionarios zaristas y municipales. El destino de los campesinos, confundidos e indefensos, tratados como carne de cañón por los ejércitos de las potencias divisorias, es un tema importante para Sienkiewicz. En el cuento Bartek Zwycięzca – Bartek el vencedor (1882) acusa a las élites polacas de traicionar los intereses nacionales y describe la difícil situación de un campesino que se enfrenta a los prusianos. El trágico destino de la emigración campesina en América fue esbozado en su ensayo Za chlebem – Por el pan (1880). En estas obras maestras hay que incluir un excelente estudio de los sentimientos patrióticos Latarnik – El farero (1881).
Los cuentos de Sienkiewicz fueron un elocuente testimonio de la vivacidad con la que reaccionaba ante los asuntos que tocaban a la opinión pública, y al mismo tiempo demostraba un conocimiento profundo de la psicología humana.
Tenía un agudo sentido de la naturaleza del cuento, era capaz de resumir dramáticamente una situación de la vida real, la explicaba saturándola de tensión, para acabar con un final inesperado. Con sus proliferas obras, contribuyó significativamente al magnífico florecimiento del cuento polaco de finales del siglo XIX y creó una gran colección de cuentos clásicos muy leídos.