En los medios de comunicación, las reacciones a la carta de Benedicto XVI del 8 de febrero no sorprenden especialmente; casi podría asegurarse que –salvo pocas excepciones– hubiera escrito lo que hubiera escrito el Papa emérito, habrían reaccionado del mismo modo: desde los que le acusan de emplear “trucos” para desechar su “responsabilidad personal” (Georg Löwisch en el semanario „Die Zeit“) hasta la teóloga Doris Reisinger que califica la carta del Papa de “burla para los afectados” y critica que Benedicto se refiera de Jesús como “amigo”, “hermano” y “abogado”, pues “para los oídos de los afectados” eso suena como si Jesús “no estuviera de su lado, sino del lado de los que les han atormentado, ignorado y herido”.
Sin embargo, en “Der Spiegel”, Thomas Fischer –miembro entre 2000 y 2017 del Tribunal Supremo alemán, y desde 2013 su Presidente– escribe: “Desde 1945, ha habido siete arzobispos en Múnich. Durante ese mismo tiempo, rigieron la Iglesia siete obispos de Roma: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Y eso, sin contar el número de obispos auxiliares, vicarios generales y vicarios judiciales. Ahora, uno de los mencionados ha tenido que «disculparse». Pronto cumplirá 95 años y, según él mismo dice, cometió un error al negar la asistencia a una reunión celebrada hace 42 años. Como era de esperar, eso no le sirvió de nada. Se le exige que se disculpe una vez más, y otra, y otra. Y, además, en toda regla”.
Más sorprendentes resultan las reacciones de precisamente aquellos obispos que exigieron explicaciones al Papa emérito. El presidente de la DBK, Mons. Bätzing, se limitó a escribir en Twitter, para expresar satisfacción por la carta de Benedicto y su disculpa a las víctimas de abusos. “El Papa emérito había prometido hablar y ahora lo ha hecho. Se lo agradezco y merece respeto por ello”.
Por su parte, el actual arzobispo de Múnich, el cardenal Reinhard Marx, hizo una escueta declaración para acoger con satisfacción la carta: “celebro que mi predecesor en el cargo de arzobispo de Múnich y Freising, el Papa emérito Benedicto XVI, haya comentado la publicación del dictamen del bufete de abogados WSW en una carta personal”. Ahora bien, también subrayaba que en la diócesis se toma muy en serio el informe, “de cuyos resultados dudan los abogados de Benedicto”.
Por otro lado, el obispo de Essen, Mons. Franz-Josef Overbeck, ha criticado abiertamente la declaración del Papa emérito: “me temo que la declaración no servirá de mucha ayuda para los afectados al enfrentarse con su pasado. Me preocupa que los afectados por la violencia sexual hayan reaccionado con decepción y en parte con indignación a las declaraciones del ex Papa sobre su época de arzobispo de Múnich y Freising”. Otros obispos, como Mons. Franz Jung de Würzburg y Mons. Bertram Meier de Augsburgo, denegaron hacer declaraciones, al ser preguntados por la agencia de prensa DPA.
Y la Presidenta del ZdK dice que en la declaración “se echa en falta la empatía frente a los afectados”, por lo que “la segunda reacción del Papa Benedicto, lamentablemente, no convence”.
Entretanto se han pronunciado también obispos de otros países europeos: el cardenal Dominik Duka, arzobispo de Praga, se muestra crítico con la elaboración de un informe sobre abusos sexuales por parte de un bufete de abogados; los acontecimientos relacionados con este le han provocado “asombro y vergüenza”. Concretamente se refirió al caso del sacerdote “H.”: en 1980, “según el Derecho canónico vigente entonces y ahora”, el arzobispo de Múnich no tenía ninguna autoridad sobre un sacerdote procedente de la diócesis de Essen. Tampoco podía rechazar que se trasladara a Múnich para un tratamiento psiquiátrico: “Si hubiera rechazado la posibilidad de que dicho sacerdote fuera tratado, su comportamiento habría sido inhumano y poco cristiano”.
Por su parte, el obispo de Fréjus-Toulon, en el sur de Francia, Mons. Dominique Rey, califica de “injusto” el trato que se está danto al Papa emérito Benedicto XVI. “Es incluso calumnioso no reconocer que Benedicto XVI ha desempeñado un papel decisivo en la mejora del tratamiento de los delitos sexuales en la Iglesia. Benedicto nos recordó incansablemente la necesidad de arrepentirnos, de purificar la Iglesia y de aprender a perdonar”, si bien siempre dejó claro que el perdón no sustituye a la justicia. “Como pionero en la lucha contra los abusos, Benedicto XVI se encargó, de palabra y de obra, de que en la Iglesia se produjera una mayor conciencia del mal que suponen los abusos sexuales”.
Las reacciones mayoritariamente acusatorias –sin atenerse, en su práctica totalidad, a los hechos refutados en el estudio de los asesores de Benedicto– exigiendo una confesión de culpabilidad personal “en toda regla” ha llevado a Mons. Georg Gänswein a hablar –en una entrevista con el rotativo italiano Corriere della Sera– de una “campaña” en contra del Papa emérito. “Hay una corriente que quiere realmente destruir su persona y su labor”, una corriente que “nunca le ha querido ni a él ni su teología ni su pontificado” y muchos se dejan engañar por ese “cobarde ataque”. Quien conoce a Benedicto –continúa diciendo– sabe que “la acusación de que hubiera mentido, es absurda”; hay que saber “distinguir entre un error y una mentira”.
Por su parte, el Papa Francisco –en la audiencia general del miércoles– agradeció a Benedicto XVI sus palabras sobre su muerte, ya próxima. Recordó que el Papa emérito habló recientemente de que se encontraba “ante la puerta oscura de la muerte”. Y añadió: “Es hermoso agradecer al Papa quien, a sus 95 años, sigue estando tan lúcido”. Ha sido un consejo maravilloso el que ha dado Benedicto. “La fe cristiana no disipa el miedo a la muerte –dijo Francisco–, pero “solo a través de la fe en la resurrección podemos afrontar el abismo de la muerte sin que nos abrume el miedo”.
Los precedentes
En la presentación –el 20 de enero– del informe sobre los abusos sexuales cometidos en la diócesis de Múnich-Freising entre 1945 y 2019, elaborado por el bufete de abogados Westpfahl Spilker Wastl (WSW) por encargo de la diócesis, se acusó a Benedicto XVI de “no haber reaccionado adecuadamente o de acuerdo con las normas a los casos de (presuntos) abusos que habían llegado a su conocimiento” en cuatro casos; especial atención se presentaba el caso de un sacerdote “H.” –al que se dedicaba un tomo especial de más de 350 páginas–. Concretamente, el informe echaba en cara del Papa emérito que, en la respuesta a las preguntas que le habían planteado los abogados de WSW para elaborar el informe, Benedicto hubiera respondido que no estuvo presente en una determinada reunión de la curia diocesana, celebrada el 15 de enero de 1980 y en la que se trató de dar alojamiento a dicho sacerdote, pues se trasladaba de Essen a Múnich para seguir un tratamiento psiquiátrico. Sin embargo, los abogados presentaban pruebas de que sí había estado presente.
Inmediatamente después, se alzaron voces pidiendo explicaciones al Papa emérito, entre ellas las de varios obispos como el Presidente de la Conferencia Episcopal alemana (DBK), Mons. Georg Bätzing, el encargado de los abusos en la DBK, Mons. Stefan Ackermann (“para muchos creyentes es difícil de entender y soportar que incluso un ex Papa sea acusado de graves faltas de conducta”), o también el obispo de Maguncia, Mons. Peter Kohlgraf, así como el Comité central de los católicos alemanes ZdK, cuya Presidenta Irme Stetter-Karp calificaba de “vergonzoso” que Benedicto XVI “no admitiera un comportamiento incorrecto”.
El día 24 de enero, el secretario del Papa emérito, Mons. Georg Gänswein, publicó una declaración en que corregía el dato: “Benedicto quiere aclarar que, al contrario de lo que manifestó en el marco de la respuesta a las preguntas de los abogados, sí participó en la reunión de la curia del 15 de enero de 1980”. Además, el Papa emérito “desea subrayar que la declaración objetivamente errónea no se hizo con mala intención, sino que fue un descuido en la edición de su declaración”.
Mons. Gänswein anunciaba que Benedicto XVI haría una extensa declaración explicando cómo pudo producirse ese fallo en la redacción. Así sucedió con una carta del propio Papa emérito, el 8 de febrero, acompañada de un informe elaborado por cuatro colaboradores –tres especialistas en Derecho canónico, así como otro abogado–, en el que se explicaba con todo lujo de detalles cómo se había producido dicho “error de transcripción”; además, refutaban punto por punto las demás acusaciones y, basándose en la respuesta que dio uno de los abogados de WSW a la pregunta de una periodista, dejaba claro que no tenían pruebas de una eventual “culpabilidad” del entonces cardenal Ratzinger, sino que sus acusaciones se basaban en suposiciones de probabilidad.