La exposición de El Greco (Candia, 1541 – Toledo, 1614) se encuentra en la Iglesia Sant’Agnese in Agone (Santa Inés en Agonía) de Roma y cuenta con tres de las obras maestras del artista: “La Sagrada Familia con Santa Ana” (1590-1596), “El bautismo de Cristo” (1596-1600) y “Cristo abrazado a la Cruz” (1590-1596). Estos cuadros, pertenecientes a colecciones privadas, han salido de España por primera vez para esta ocasión.
Monseñor Rino Fisichella, proprefecto del Dicasterio para la Evangelización, fue el encargado de presidir la ceremonia de inauguración. La exposición, que forma parte del programa «El Jubileo es cultura», una preparación para el Jubileo 2025 con numerosas actividades y propuestas culturales, estará abierta hasta el 5 de octubre de 2023 y podrá visitarse todos los días de 9 a 21 h.
El catálogo de la muestra elogia la figura de este artista de origen griego señalando que “la pintura de El Greco es extremadamente evocadora: hay atisbos de paisaje en sus cuadros que podrían recortarse y presentarse con la firma de Paul Cézanne; otros evocan a Claude Monet; algunas de las construcciones de sus cuadros y ciertas deformaciones anatómicas de sus personajes hacen pensar en Matthias Grünewald, o apuntan hacia las consideraciones de los expresionistas, por ejemplo Franz Marc, que vieron un modelo en este artista. Además, son evidentes las huellas dejadas en El Greco por la pintura de Tiziano, Tintoretto, Veronés, Bassano y Correggio”.
«La Sagrada Familia con Santa Ana» (1590-1596)
El cuadro de “La Sagrada Familia con Santa Ana” fue donado al Hospital San Juan Bautista de Toledo alrededor de 1631. Este tema ya había sido tratado por El Greco en otros cuadros, incluyendo una versión con santa Ana y san Juan Bautista de niño. Sin embargo, la versión del Hospital se considera la «más luminosa y elegante».
«El análisis diagnóstico del cuadro ha revelado que bajo el rostro de la Virgen María hay un dibujo preciso, con huellas de una paciente búsqueda de la belleza ideal; (…) la búsqueda de la armonía perfecta por parte de El Greco es evidente en ese rostro, que debía hacer visible cómo la persona de María de Nazaret es el efecto de la obra salvadora de Dios, el primer milagro de Cristo, el ejemplo concreto de cómo el ser humano se convierte en una obra maestra de profunda belleza espiritual si une plenamente su vida a la del Hijo de Dios encarnado», explica el catálogo de la exposición.
En esta obra, san José acaricia el pie del Niño Jesús en un gesto que expresa “ternura, pero también subraya la experiencia de la Encarnación: el hijo engendrado por su esposa virgen, que [san José] sabía que no había había contribuido a engendrar, no es una aparición insustancial de un ser celestial, sino un verdadero ser humano, dotado de carne sensible como la nuestra”.
«El bautismo de Cristo» (1596-1600)
El cuadro de “El bautismo de Cristo” procede del altar mayor de la capilla del Hospital de Tavera, en Toledo.
Las vestiduras de Cristo se encuentran entre las manos de unos ángeles. Una de ellas es de color rojo, como una de las principales vestiduras de los emperadores romanos. La otra túnica, de color azul, simboliza la naturaleza divina de Jesús.
El hecho de que Cristo se despoje de las vestiduras para entrar en el agua tiene también un valor simbólico: “En primer lugar, expresa el humilde abajamiento de Cristo, que renunció a todo esplendor para venir a nosotros como amigo y descender a nuestra debilidad y a nuestra muerte para resucitarnos”. Además, anticipa el momento en que Jesús es despojado de sus vestiduras al pie de la Cruz. “La inmersión en las aguas donde los pecadores buscaban la pureza que brota de la intervención misericordiosa de Dios encuentra su cumplimiento en la inmersión de Cristo en su pasión y muerte, obra suprema de la divina misericordia que ofrece a todos la posibilidad de la verdadera purificación”, indica el catálogo.
«Cristo abrazado a la Cruz» (1590-1596)
Por su parte, el cuadro “Cristo abrazado a la Cruz” se encontraba en la Iglesia de Santa Catalina de El Bonillo (Albacete). Fue identificado como obra de El Greco en 1928, cuando el escultor Ignacio Pinazo y el periodista Abraham Ruiz se encontraban seleccionando cuadros para la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Poco después, expertos del Museo del Prado, entre ellos Ángel Vegue y Goldoni, confirmaron la autoría de El Greco. Alfonso Emilio Pérez Sánchez, que fue director del Museo del Prado entre 1983 y 1991, fechó la obra entre 1590 y 1596, periodo que se considera el más brillante del pintor.
La firma del artista aparece dos veces en el cuadro, en latín y en griego. Esto lleva a pensar a los críticos que se trata del prototipo original que usó El Greco para las réplicas posteriores.
Se desconoce cómo esta obra pudo llegar a El Bonillo, único pueblo de Albacete que tiene una obra de El Greco. Pero sí se sabe que, por aquella época, la parroquia de Santa Catalina era una de las más ricas de la archidiócesis de Toledo y que su párroco entre 1595 y 1631, don Pedro López de Segura, era un gran amante del arte (en su testamento e inventario aparecen 218 pinturas). Además, se sabe que conoció personalmente a El Greco e incluso trabó amistad con él. Don Pedro, por otra parte, asistía a las veladas literarias del Palacio Buenavista, que El Greco a su vez frecuentaba. Allí conoció también a Miguel de Cervantes. Entre los cuadros que aparecen en el inventario del testamento del párroco de Santa Catalina, había uno descrito como “el de Cristo llevando la Cruz”.
Aunque no se sabe con certeza, es posible que se tratase del “Cristo abrazado a la Cruz” de El Greco que actualmente está expuesto en Roma.