Vaticano

“Grecia invita a una vida hacia Dios y hacia el otro”, alienta el Papa

Mirando a la Acrópolis, y al mar, el Papa Francisco ha lanzado en Atenas un mensaje de un “humanismo renovado”, porque “Grecia invita a orientar el viaje de la vida hacia lo alto, hacia Dios”, y “hacia el otro”. Hoy se registra “un retroceso de la democracia”, afirma.

Rafael Miner·4 de diciembre de 2021·Tiempo de lectura: 6 minutos
papa con patriarca

 “Algunos ejemplares de olivo mediterráneo atestiguan una vida tan larga que precede al nacimiento de Cristo. Milenarios y duraderos, han resistido el paso del tiempo y nos recuerdan la importancia de custodiar raíces fuertes, inervadas de memoria. Este país puede definirse como la memoria de Europa y estoy contento de visitarlo después de veinte años de la histórica visita del Papa Juan Pablo II y en el bicentenario de su independencia”, ha señalado el Papa Francisco en su discurso a las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático de Grecia, a las pocas horas de su llegada al país. 

“Vengo como peregrino a estos lugares que sobreabundan de espiritualidad, cultura y civilización, para percibir la misma felicidad que entusiasmó al gran Padre de la Iglesia [san Gregorio Nacianceno]”, ha añadido el Santo Padre. “Era la alegría de cultivar la sabiduría y de compartir su belleza. Una felicidad, por tanto, que no es individual ni está aislada, sino que, naciendo del asombro, tiende al infinito y se abre a la comunidad; una sabia felicidad, que desde estos lugares se ha difundido en todas partes. Sin Atenas y sin Grecia, Europa y el mundo no serían lo que son: serían menos sabios y menos felices”.

En este contexto, el Papa citó la “conocida la frase del general Colocotronis: ‘Dios ha puesto su firma sobre la libertad de Grecia’. Dios pone gustosamente su firma sobre la libertad humana, es su don más grande y lo que, a su vez, más valora de nosotros. Él, en efecto, nos ha creado libres y lo que más le agrada es que amemos libremente a Él y al prójimo. Las leyes contribuyen a hacerlo posible, pero también la educación en la responsabilidad y el crecimiento de una cultura del respeto”.

En presencia, entre otras personalidades, de la presidenta de la República Helénica,  Katerina Sakellaropoulou, y del primer ministro, Kyriakos Mitsotakis, el Papa afirmó su deseo de “renovar mi agradecimiento por el reconocimiento público de la comunidad católica y aseguro su voluntad de promover el bien común de la sociedad griega, orientando en ese sentido la universalidad que la caracteriza, con el deseo de que en términos prácticos siempre se garanticen las condiciones necesarias para desempeñar bien su servicio”.

“Necesitamos la trascendencia”

A continuación, el Santo Padre Francisco prosiguió uno de los hilos argumentales de este primer discurso en tierra helena: la mirada hacia la trascendencia, y hacia los demás. “Desde aquí [Grecia], los horizontes de la humanidad se han dilatado. Yo también me siento invitado a elevar la mirada y a detenerla en la parte más alta de la ciudad: la Acrópolis. Visible desde lejos para los viajeros que han llegado hasta allí a través de los milenios, ofrecía una imprescindible referencia a la divinidad. Es la llamada a ampliar los horizontes hacia lo alto, desde el Monte Olimpo a la Acrópolis y al Monte Athos. Grecia invita al hombre de todos los tiempos a orientar el viaje de la vida hacia lo alto: hacia Dios, porque necesitamos de la trascendencia para ser verdaderamente humanos”, manifestó el Pontífice.

“Y mientras hoy en el Occidente, que ha nacido aquí, se tiende a ofuscar la necesidad del Cielo”, agregó, “atrapados por el frenesí de miles de carreras terrenas y por la avidez insaciable de un consumismo que despersonaliza, estos lugares nos invitan a dejarnos sorprender por el infinito, por la belleza del ser, por la alegría de la fe”.

“Por aquí han pasado los caminos del Evangelio que han unido el Oriente y el Occidente, los Santos Lugares y Europa, Jerusalén y Roma; esos Evangelios que, para llevar al mundo la buena noticia de Dios amante del hombre, se escribieron en griego, lengua inmortal usada por la Palabra —el Logos— para expresarse, lenguaje de la sabiduría humana convertido en voz de la Sabiduría divina”, añadió.

“Retroceso de la democracia”

Pero en esta ciudad, señaló Francisco, “la mirada, además de dirigirse hacia lo alto, se impulsa también hacia el otro. Nos lo recuerda el mar, al que Atenas se asoma y que orienta la vocación de esta tierra, situada en el corazón del Mediterráneo para ser puente entre las personas”. 

“Aquí nació la democracia”, recordó el Papa, con una apelación a la historia: “Aquí grandes historiadores se apasionaron narrando las historias de los pueblos cercanos y lejanos. Aquí, según la conocida afirmación de Sócrates, tuvo comienzo el sentirse ciudadanos no sólo de la propia patria, sino del mundo entero. Ciudadanos, aquí el hombre tomó conciencia de ser “un animal político” (Aristóteles, Política, I, 2) y, como parte de una comunidad, vio en los otros no sólo sujetos, sino ciudadanos con los que organizar juntos la polis. Aquí nació la democracia. La cuna, milenios después, se convirtió en una casa, una gran casa de pueblos democráticos: me refiero a la Unión Europea y al sueño de paz y fraternidad que representa para tantos pueblos”.

Y sin embargo, subrayó Francisco mirando al mundo, “no se puede dejar de constatar con preocupación cómo hoy, no sólo en el continente europeo, se registra un retroceso de la democracia. Ésta requiere la participación y la implicación de todos y por tanto exige esfuerzo y paciencia; la democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes. En diversas sociedades, preocupadas por la seguridad y anestesiadas por el consumismo, el cansancio y el malestar conducen a una suerte de “escepticismo democrático”.

“La buena política”

Sin embargo, recordó el Pontífice, “la participación de todos es una exigencia fundamental, no sólo para alcanzar objetivos comunes, sino porque responde a lo que somos: seres sociales, irrepetibles y al mismo tiempo interdependientes”. “Existe un escepticismo, en relación ala democracia”, que consideró “provocado por la distancia de las instituciones, por el temor a la pérdida de identidad y por la burocracia. El remedio a esto no está en la búsqueda obsesiva de popularidad, en la sed de visibilidad, en la proclamación de promesas imposibles o en la adhesión a abstractas colonizaciones ideológicas, sino que está en la buena política”.

“Atender a los más débiles”

“Porque la política es algo bueno y así debe ser en la práctica, en cuanto responsabilidad suprema del ciudadano, en cuanto arte del bien común”, añadió el Papa, pero puso una condición, un requisito clave: “Para que el bien sea realmente participado, hay que dirigir una atención particular, diría prioritaria, a las franjas más débiles. Esta es la dirección a seguir, que un padre fundador de Europa [A. De Gasperi] indicó como antídoto para las polarizaciones que animan la democracia, pero que amenazan con exasperarla: ‘Se habla mucho de quien está a la izquierda o a la derecha, pero lo decisivo es ir hacia adelante, e ir hacia adelante significa encaminarse hacia la justicia social’”.

“En este sentido, es necesario un cambio de ritmo, mientras cada día se difunden miedos, amplificados por la comunicación virtual, y se elaboran teorías para oponerse a los demás. Ayudémonos, en cambio, a pasar del partidismo a la participación; del mero compromiso por sostener la propia facción a implicarse activamente por la promoción de todos”, apeló el Santo Padre.

“Del partidismo a la participación”. Con estas palabras trazó el Papa el rumbo a seguir. “Es la motivación que nos debe impulsar en varios frentes: pienso en el clima, en la pandemia, en el mercado común y sobre todo en las pobrezas extendidas. Son desafíos que piden colaborar de manera concreta y activa, lo necesita la comunidad internacional, para abrir caminos de paz a través de un multilateralismo que no sea sofocado por excesivas pretensiones nacionalistas; lo necesita la política, para poner las exigencias comunes ante los intereses privados”. En este sentido, Francisco renovó su “aprecio por el difícil recorrido que ha llevado al ‘Acuerdo de Prespa’, firmado entre esta República y la de Macedonia del Norte”.

Aunque el Papa acudirá este domingo a Mitilene-Lesbos para encontrarse con los refugiados, como hizo hace cinco años, en este discurso realizó también una referencia al tema migratorio: “Quisiera exhortar nuevamente a una visión de conjunto, comunitaria, ante la cuestión migratoria, y animar a que se dirija la atención a los más necesitados para que, según las posibilidades de cada país, sean acogidos, protegidos, promovidos e integrados en el pleno respeto de sus derechos humanos y de su dignidad”. 

El juramento de Hipócrates, actual

Uno de los asuntos que abordó el Papa ante las autoridades helenas fue el derecho a la vida. Lo hizo en los siguientes términos: “Algunas palabras del juramento de Hipócrates parecen escritas para nuestro tiempo, tales como el esfuerzo por ‘regular el tenor de vida por el bien de los enfermos’, por ‘abstenerse de todo daño y ofensa’ a los demás, por salvaguardar la vida en todo momento, particularmente en el seno materno (Juramento de Hipócrates, texto antiguo). Siempre ha de privilegiarse el derecho al cuidado y a los tratamientos para todos, para que los más débiles, en particular los ancianos, nunca sean descartados. En efecto, la vida es un derecho; no lo es la muerte, que se acoge, no se suministra”.

En su conclusión, Francisco se refirió a Atenas como “cuna de la civilización”, desde la que “se elevó —y que siga elevándose siempre— un mensaje orientado hacia lo alto y hacia el otro; que a las seducciones del autoritarismo responda con la democracia; que a la indiferencia individualista oponga el cuidado del otro, del pobre y de la creación, pilares esenciales para un humanismo renovado, que es lo que necesitan nuestros tiempos y nuestra Europa. O Theós na evloghí tin Elládha! [¡Que Dios bendiga a Grecia!]”

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